Mi interés siempre ha sido proteger y promover los Derechos de los niños, niñas y adolescentes (NNA). Lo anterior me obliga a analizar críticamente los productos culturales que consumen, especialmente cuando estos son populares y accesibles. Tal es el caso de la reciente canción “+57” de Karol G, Maluma, Feid, y otros artistas, una colaboración que, al hacer referencia al código telefónico de Colombia, nos invita a preguntarnos si realmente representa lo mejor de nuestro país.
En sus letras, “+57” no solo habla de fiesta, desenfreno y libertades personales, sino que recurre a una serie de elementos que resaltan los excesos: drogas, alcohol, y un lenguaje explícito en torno a la sexualidad. Para muchos, esto podría considerarse simplemente parte del género urbano, pero la canción va un paso más allá al presentar una narrativa donde incluso se menciona a una "mamacita desde los fourteen" (o sea, desde los catorce años), haciendo referencia a una joven que claramente es menor de edad.
Aquí se toca un punto delicado que no puede ser ignorado. Hablar de una “mamacita desde los fourteen” no es solo una frase pegajosa. En el contexto de la canción y el deseo, alude de forma implícita a la sexualización de menores, algo que, en Colombia, desafortunadamente, es una problemática muy real y grave. Medellín, una de las ciudades más mencionadas en el reguetón, lucha contra el estigma del turismo sexual que, aunque sea una realidad para algunos, no representa a la mayoría de los colombianos ni a su cultura.
En un país donde, lamentablemente, la explotación sexual infantil y el turismo sexual son temas de gran preocupación, una canción como “+57” podría tener un impacto no solo en quienes la escuchan, sino también en cómo los extranjeros perciben a Colombia. Los versos de la canción, aunque probablemente no tengan la intención de fomentar estos problemas, pueden contribuir a la normalización de la sexualización de adolescentes, así como al reforzamiento de estereotipos negativos sobre la cultura colombiana.
Es cierto que el reguetón no es un género diseñado específicamente para niños, pero sabemos que muchos de ellos lo escuchan. Y, como docente, no puedo ignorar el hecho de que los menores son especialmente influenciables a ciertas edades, cuando están en pleno proceso de formación de identidad y valores. Cuando los niños y adolescentes escuchan estas letras, ¿qué mensaje están recibiendo? ¿Que es aceptable y deseable comportarse de cierta manera para ser visto como “cool” o aceptado?
Poco me gusta el reguetón, pero creo en la libertad de expresión, entiendo que el arte tiene derecho a explorar todo tipo de temas. Sin embargo, cuando artistas de renombre y alcance global como Karol G, Maluma y Feid lanzan una canción que asocia a Colombia con la fiesta descontrolada y la sexualización de menores, creo que están ejerciendo esa libertad de forma irresponsable. Más que una crítica moralista, es una llamada de atención a la responsabilidad que implica tener millones de seguidores.
El impacto de esta canción va más allá del entretenimiento. Para muchos en el exterior, “+57” será su ventana a la cultura colombiana. Y aunque la libertad artística debe prevalecer, es crucial que los artistas se cuestionen si el mensaje que envían sobre su país aporta al bienestar de su gente o simplemente explota un estereotipo rentable.
Estamos en una época donde, como sociedad, hemos comenzado a exigir mayor respeto y representación para los NNA. En Colombia, como en otros países, hemos avanzado en proteger a nuestros menores de la explotación y la violencia. Pero, ¿cómo logramos eso cuando los íconos culturales y musicales presentan mensajes ambiguos sobre las edades de consentimiento y la relación entre juventud, sexualidad y “libertad”?
La ONU y organismos de derechos humanos han advertido sobre el impacto que tiene la normalización de la sexualización en la juventud. La exposición a mensajes de este tipo puede contribuir a que los adolescentes se sientan presionados a adoptar conductas que no son apropiadas para su edad, especialmente si ven en la música un modelo a seguir. Y esto es totalmente cierto, vemos a los niños de 5 años diciendo “Ella sabe, si la beso, lo que puede pasar. El panticito se le moja y eso no es normal”.
El reguetón es parte de nuestra identidad musical y cultural; eso es innegable. Colombia tiene una riqueza de talentos y voces, y el género urbano ha llevado nuestro país al mundo de la música de una forma que muchos nunca imaginaron. Sin embargo, este reconocimiento también implica una responsabilidad. La imagen de Colombia no debería reducirse a estereotipos de violencia, drogas o sexualización de menores, y es un desperdicio que, en una colaboración tan esperada y masiva, esta sea la narrativa predominante.
Nuestra riqueza cultural va más allá de la fiesta y los excesos; abarca la creatividad, la resiliencia, y la diversidad de nuestras comunidades. ¿Por qué no aprovechar esa visibilidad internacional para resaltar lo positivo y fomentar el orgullo de quienes escuchan, tanto dentro como fuera de Colombia?
“+57” pudo ser una celebración de lo mejor de Colombia, pero eligió otro camino. No se trata de prohibir, sino de cuestionar, de ser conscientes del poder que la música tiene para influir en las percepciones y conductas, especialmente en un país como el nuestro, donde tantos jóvenes buscan ejemplos a seguir.
Es nuestra responsabilidad, como adultos, educadores, artistas y más las figuras públicas, crear un ambiente donde los NNA se sientan seguros, respetados y valorados por quienes son, no por lo que aparentan ser en un estereotipo de fiesta y desenfreno. La identidad colombiana es más rica y compleja, y merece una representación que esté a la altura de su realidad.