Y yo que creía que en América Latina teníamos el monopolio de la corrupción… Era, pensaba yo, algo que nadie nos disputaba, teníamos sin duda el primer lugar.
Contribuían a ganar esta competencia países eruditos en corrupción como Brasil, que después de años de gobierno izquierdista muestra la dudosa medalla de oro como corrupto mayor a través de su empresa estatal Petrobras y Venezuela que ha generado, gracias al aprovechamiento descarado de los dineros públicos, una nueva clase social la “boliburguesía” o enchufados como les dice la oposición en ese país. Nuevos ricos con dinero estatal.
Por supuesto han aportado su granito de arena Guatemala y El Salvador en Centro América. En el primero ya el pueblo harto de robo sacó corriendo a Presidente y Vicepresidenta y en el segundo hacen marchas cada vez más numerosas para despedir a los ladrones.
De México habría que hacer un capítulo aparte porque han mezclado corrupción con narcotráfico una dupla explosiva que viola todos los principios éticos y legales. Cada gobierno que llega rápidamente se unta de mermelada estatal y mafiosa y lo exhiben con orgullo; hasta la primera dama actual se atreve a presentar en revistas de farándula su modesta “casita” construida, al parecer, con el pago de favores políticos.
De nuestro país no es necesario ahondar mucho. Ya conocemos de sobra lo que significó el carrusel de la contratación en Bogotá, los desmanes del grupo Nule y las avivatadas del grupo Premium, para solo citar los casos más recientes.
Gracias a la corrupción América Latina ha quedado rezagada en desarrollo y competitividad, con un costo muy alto para nuestra gente. Pero sorprende darnos cuenta que este mal no es exclusivo de nuestro continente o del África, otra latitud igualmente pobre y atrasada por sus malos gobiernos. En las últimas semanas han salido a la luz pública escándalos de corrupción en naciones que creíamos impolutas como Alemania y Suiza.
En el país de la Merkel su industria insignia, la Volkswagen, resultó una bandida. Pretendió nada más ni nada menos, que hacer pasar sus vehículos como no contaminantes utilizando un chip engañoso para dar resultados alterados en las pruebas de emisión de gases.
Entre más lo pienso, más absurda parece esta historia de ambición y poder. No es fácil aceptar una industria de esas magnitudes haciendo trampa como un escolar de quinta. El daño para la economía y la credibilidad alemana va a ser enorme y las repercusiones negativas duraran un buen tiempo.
Mientras tanto en Suiza, cuna de la Federación Internacional de Fútbol Aficionado – FIFA – se siguen destapando abusos de poder y corrupción descarada con las sedes de los mundiales, las ventas de boletas y otras bellezas por el estilo. Uno de los hombres históricos del balonpie está a punto de caer. Michelle Platiní, exjugador estrella de la selección francesa, y hoy uno de los hombres a suceder a Joseph Blater, está bajo la lupa. Ya lo había advertido Maradona: “Blater enseñó a robar a Platiní” y los datos parecen darle la razón.
De manera que la cruzada mundial no debería ser contra el hambre, ni contra el calentamiento global, ni contra el ébola. Todos los males del mundo son derivados de la corrupción, que no es otra cosa que embolsicarse dinero público en bolsillos privados. Cuando esta práctica se erradique del planeta tendremos autos no contaminantes, se venderán medicamentos eficaces a precios justos y la diversión no será para unos pocos. Ojalá el Papa Bergoglio, tan escuchado últimamente, incorpore en su discurso la lucha mundial contra los corruptos.
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Y yo que creía…
Lun, 28/09/2015 - 12:22
Y yo que creía que en América Latina teníamos el monopolio de la corrupción… Era, pensaba yo, algo que nadie nos disputaba, teníamos sin duda el primer lugar.
Contribuían a ganar esta compe
Contribuían a ganar esta compe