Hace unas noches queriendo conciliar el sueño tomé unas Selecciones de 1953 pero lo que encontré fueron motivos de inquietud. Al leer una semblanza del líder coreano Syngman Rhee –“un hombre resuelto a cumplir su deber tal como lo concibe”- quedé atónito ante el parecido entre lo que ocurrió con Corea hace más de sesenta años y lo que estamos viviendo hoy en Colombia.
William C. Bullitt, quién fue embajador de los Estado Unidos en la Unión Soviética, nos cuenta en dicho artículo como llegó a Seúl “en los momentos más agudos de la crisis surgida en torno al armisticio coreano”. Syngman Rhee se encontraba “en un estado de extrema exaltación, con motivo de que los Estados Unidos hubieran aceptado las condiciones exigidas por los comunistas para el concierto de una tregua”. Y haciendo referencia a la situación por la que atravesaba Rhee como primer presidente de Corea del Sur, dice: “En las presentes circunstancias de confusión mundial, en que las fuerzas del bien sobre la tierra les falta clara convicción mientras que las fuerzas del mal embisten con furioso empuje ¡cuán a menudo es cierto que ser grande es ser mal comprendido!”
Leer en este artículo que “el comunismo ruso, mediante los ardides de su guerra sicológica, había imbuido en el gobierno estadounidense la doble ilusión de que el régimen soviético era una democracia amante de la paz”, unas horas después de ver a Juan Manuel Santos casi en estado catatónico, hipnotizado y moviendo sus brazos maquinalmente mientras leía, sin quitar los ojos del teleprompter, que “sería irresponsable sacrificar la mayor oportunidad de paz que ha tenido el país por cálculos políticos o cuestiones de tiempo” mientras anunciaba los acuerdos alcanzados en La Habana entre las FARC y el gobierno, me quitó totalmente el sueño.
No deja de causarme profundo impacto escuchar a las FARC decir que con estos acuerdos “se abren las puertas a una verdadera democracia”. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el gobierno de la Unión Soviética, haciéndose llamar una “democracia amante de la paz”, se apropió de la mitad de Corea impidiendo unas elecciones libres, ya que se sentía temeroso de los resultados, convirtiendo el paralelo 38 en cortina de hierro. Syngman Rhee fue elegido presidente de la nueva república de Corea del Sur pero gozó tan sólo de dos años de paz antes del 25 de junio de 1950 cuando los comunistas iniciaron sus ataques.
Lo que está ocurriendo en Colombia es de una magnitud comparable a lo que vivió tristemente Corea. Lo que nos diferencia de este país y de muchos otros que han caído en las manos del comunismo, es que por suerte tenemos todavía la opción de elegir el modelo de país en el que viviremos y el que dejaremos a nuestros hijos. No se trata como en el pasado de decidir si un partido u otro gobierna, sino qué clase de país queremos.
Por ello lo que se está gestando en Uribe Centro Democrático es de una gran trascendencia ya que los cambios fundamentales que se anuncian se harán realidad gracias a que este movimiento tiene una aceptación innegable en una clara mayoría de los colombianos. Por eso mismo se nota cada vez más la inquietud y el nerviosismo de la vieja politiquería y de quienes se hicieron al poder a partir de la traición, el engaño y siguen considerando que Colombia está habitada por una partida de peleles a quienes se les puede manejar como si fuésemos títeres.
Tan sólo viendo los resultados de las encuestas podemos percibir el descaro con que pretenden hacernos creer que no tenemos criterio y que al oír anuncios de acercamos a una hipotética paz, cambiamos de opinión como veletas haciendo subir los niveles de aceptación del presidente de la manera más absurda por lo lejana a la realidad. Pero los colombianos hemos madurado en los últimos años y por eso miramos con esperanza la trasformación política anunciada por el candidato Óscar Iván Zuluaga y por quienes conforman las listas al Congreso.
Hay episodios de nuestra vida que repasamos intentando reconstruirlos queriendo entender que fue lo que nos hizo caer en una situación catastrófica, un accidente, una encrucijada o una situación de alto riesgo. A pesar de que se nos pudieron presentar opciones para evitar el desastre todo aparece concatenado hacía él. Estas situaciones las vivimos con mayor frecuencia de la que quisiéramos y a veces tenemos que rendirnos ante la evidencia de ese hilo conductor que une un paso dado, una decisión tomada, un retardo o una vacilación y aceptar nuestra derrota vencidos por la fatalidad. Pero a pesar de tantos pasos errados a los colombianos se nos está brindando la oportunidad de decidir nuestro futuro.
Muy pocos países han tenido esa opción que si tiene en este momento Colombia gracias a que la democracia es su valor más preciado. Con los votos millones de ciudadanos decidiremos si entregaremos el país a los violentos o iniciaremos su reconstrucción haciendo de él un lugar digno en el que podamos desarrollarnos plenamente.
Una decisión que cambiará nuestro futuro
Mié, 13/11/2013 - 05:09
Hace unas noches queriendo conciliar el sueño tomé unas Selecciones de 1953 pero lo que encontré fueron motivos de inquietud. Al leer una semblanza del líder coreano Syngman Rhee –“un hombre r