TEMPORAL
Tomás González
Editorial Alfaguara
1ª Edición 2013, Bogotá.
Las familias que apenas vislumbran la felicidad, como decía Tolstoi, son cada una diferente a su manera. Los dueños de un Hotel en el Golfo de Morrosquillo es una de esas familias; un padre, hecho a pulso, soberbio, inquebrantable, dominante; donde el afecto es apenas un esbozo y las recriminaciones, el pan de cada día; una madre enferma, que en su mundo alucinado la acompaña una corte que trata de servirla, matarla, cortejarla, todo al mismo tiempo; un par de hijos, mellizos, mayores de 25 años, que se mueven entre el temor y odio a su padre y la compasión y tristeza por su madre.
En una dinámica narrativa en donde cada protagonista y testigo habla desde su propio yo y desde su vivencia, el admirado novelista colombiano Tomás González va llevando al lector al viaje tempranero de padre e hijos hacia su faena de pesca artesanal, independientemente del temporal que se avecina.
No valen para nada las recomendaciones de los nativos; los sentimientos agoreros de la madre enferma y alucinada; solo el empecinamiento de un padre arrogante y la voluntad de unos hijos que profesan por él desprecio. No importa si es el último viaje y si en la mareta se pierde la vida.
Los huéspedes del hotel también narran su experiencia en la playa, en las cabañas diminutas, hacinados unos, inclementes todos. Cuentan como les ha ido con el dueño; como los mellizos les proveen de abarrotes y de vicio; como la madre espanta a todos con sus voces variadas y respuestas incoherentes y premonitorias.
Mario, uno de los hijos, tiene más rencor acumulado hacia su padre que su hermano Javier; este último es más intelectual y una de sus pasiones es la lectura, donde su cabaña es un santuario lleno de pilas de libros. Mario piensa y responde en sus pensamientos las recriminaciones constante de su padre; Javier las tolera mejor, no sin comprender los injustos reclamos del padre.
Salen a faenar; la pesca comienza a ser excelente; cien, doscientos, trescientos hasta cuatrocientos kilos de todo cardumen que pasa por la lancha en una zona de mar abierta; el temporal acecha, y la terquedad se impone. El padre y los hijos en constante lucha, entre laconismos crudos o regaños vejatorios. Los hijos aguantan.
La noche llega y los relámpagos se acercan; las olas suben y bajan; en la lancha es la lucha por guardar el botín marino y el pensamiento malsano de lo impensable. Es el agua que inunda la embarcación; el dilema de tirar todo por la borda para salvar la vida; es regresarse a pesar de las olas para buscar al que se ha caído y perece; es afrontar el regreso con miedo. Es la lucha perenne entre la obligación y temor hacia el padre y el resentimiento por el trato desobligante, desprovisto de cariño y de respeto. El amor filial es un sentimiento potente, mucho más que cualquier ley o justicia, consideración o reproche. Es una atadura que no se puede romper.
En esta faena de pesca de un día completo, González nos muestra al ser humano tal cual es. La invitación al lector es encontrarse con él.
