La Venezuela de Chávez y Maduro es el santuario del terrorismo. Lo fue con las Farc y continúa siéndolo con las “disidencias” de ese grupo terrorista, que no acaba de desmovilizarse.
Recientemente y sin esconderlo, el gobierno venezolano abrió las puertas para que el ELN opere en 12 de sus Estados. Está comprobada, además, la actividad de otros grupos criminales como Hezbolá, que también han sentado sus bases en el vecino país y cuenta con “la solidaridad” de la organización terrorista Hamas, que esta semana emitió un comunicado donde respalda a Maduro y le agradece “por su incondicional y enorme apoyo a la causa palestina”.
Colombia tiene que tenerlo claro: derrocar a Nicolás Maduro es derrotar política y militarmente al ELN. Este grupo subversivo encontró en Venezuela una plataforma desde donde planea los duros golpes que ha recibido la población colombiana de tiempo atrás, pero muy especialmente en los últimos meses.
El padrinazgo de Cuba es sin duda el cerebro determinador. País garante, por extensión, del gravoso proceso de negociación de paz entre el gobierno colombiano y las Farc, ahora invoca unos protocolos con Venezuela para evitar extraditar a los terroristas del ELN que siguen en su territorio, de espaldas a los pronunciamientos de la ONU y la OEA.
El ELN, Venezuela y Cuba son una especie de ‘trinidad funesta’ con una estrategia de expansión geopolítica, que se ha convertido en una amenaza constante para nuestra soberanía y para la seguridad mundial, al mezclarse con organizaciones terroristas extranjeras.
No en vano, la Administración de Donald Trump se está preparando para agregar a ambos países en la lista estadounidense de patrocinadores estatales del terrorismo. Y el secretario de Estado americano, Micke Pompeo, lo afirmó sin eufemismos: “Estamos aquí para instar a todas las naciones a que apoyen las aspiraciones democráticas del pueblo venezolano en sus esfuerzos para liberarse del estado mafioso e ilegítimo del expresidente Maduro.”
Entretanto, produce indignación ver que mientras Chile y Brasil -también garantes en los diálogos-, mostraron su respeto a la decisión del Presidente Iván Duque de ponerle fin al protocolo firmado entre el nefasto gobierno de Santos y el ELN, Nicolás Maduro con apoyo del robusto aparato militar secreto cubano en Venezuela, mantiene en su territorio a los terroristas para servir de plataforma a todos los actos de barbarie y dolor; como el recientemente registrado en la Escuela de Cadetes de la Policía en Bogotá, donde fueron asesinados brutalmente 20 jóvenes estudiantes que se preparaban -con honores por su desempeño-, a hacer parte de la Policía Nacional.
Hay que recordar que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, obliga a todos los Estados del mundo a combatir el terrorismo y sobre todo, a llevar a la justicia a quienes cometen actos de terrorismo; y ha sido la Comisión Interamericana de Derechos Humanos quien ha ratificado que dicho acto contra el corazón de la Escuela de Policía, fue un ataque terrorista y no un acto legítimo dentro del Derecho Internacional Humanitario, como lo quiso hacer ver el ELN.
Este debería ser un argumento suficiente para que absolutamente todos los países se solidarizaran con Colombia y se unieran a la lucha frontal que emprende el gobierno contra el grupo terrorista.
Llegó el momento de quiebre: que caiga Maduro; que caiga la peste comunista y con ella, la podredumbre que ha extendido sus tentáculos al fortalecimiento de un ejército asesino, que ya no contará con un Gobierno cómplice. El bravo pueblo de Venezuela merece reconstruir su patria.
¡Que caiga Maduro!
Dom, 27/01/2019 - 08:54
La Venezuela de Chávez y Maduro es el santuario del terrorismo. Lo fue con las Farc y continúa siéndolo con las “disidencias” de ese grupo terrorista, que no acaba de desmovilizarse.
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