Puro Centro: ¿quién podrá defenderlos?

Jue, 19/07/2012 - 01:03
El tuitero Andrés Ríos le preguntó a Gabriel Meluk “¿si el ca
El tuitero Andrés Ríos le preguntó a Gabriel Meluk “¿si el campeón hubiera sido Pasto, El Tiempo hubiera dedicado también 16 páginas?” Y el editor de deportes del diario le contestó: “teníamos listo otro de 12 páginas”. Es decir, no. El generoso cubrimiento de la victoria del “León” no solo demostró que los editores de los medios nacionales son hinchas de Santa Fe, sino que encima no tienen tapujos en determinar el cubrimiento de un tema según su capitalina subjetividad. Tenía razón el activista Fernando Londoño cuando dijo, en el lanzamiento del grupo militante Puro Centro Democrático, que Uribe logró ganar las elecciones de 2002 “sin amigos en las páginas editoriales”. Uribe fue, en un principio, un extraterrestre del que desconfiaban las élites bogotanas que mandan en los medios tradicionales. Solo cuando llegó al poder, y se perpetró en él durante ocho años, los bogotanos lo admitieron en su peña. Porque cuando Uribe apareció en el espectro, el cachaquismo no lo veía como la 'gente bien' que debe manejar el país. Ahora que otro bogotano —también, por supuesto, hincha de Santa Fe— es presidente, los medios bogotanos han vuelto a ser lo que eran: defensores del establecimiento capitalino. Y ahora que Uribe está en campaña opositora, ¿quién podrá defenderlo? El viejo paradigma de que la opinión pública es diferente a la opinión publicada aplica con Uribe más que con cualquier otro prócer reciente. En 2002, el enigmático antioqueño del Partido Liberal sabía que era un bueno por conocer que no podía competir en los medios nacionales/bogotanos contra los malos conocidos, cual Serpa o Noemí. Por eso se ingenió una estrategia de contacto directo que se saltó a los medios grandes y, a través del populismo clásico, se dio a conocer en el grosso de la población, que es el que vota. Así ganó y en esas se mantuvo durante sus ocho años de uribato: comunicando a través del populismo y con el apoyo de los medios regionales y, después, de Julito, RCN y El Tiempo. La élite rola tuvo que acostumbrarse a sus modales campechanos. Y lo logró: allá llegaron los Pacho Santos. Pero cuando Juan Manuel subió al poder, y con esto acomodó un estirado gabinete de aristócratas uniandinos, los medios capitalinos lo celebraron como el hincha que ve a su equipo ganar una liga después de 37 años de sequía. Tanto así que el semanario chacaco Semana se ha vuelto para Santos lo que El Colombiano fue para Uribe y está en la difícil situación —como tantos otros— de no poder criticar al santismo para no darle la razón al uribismo. Con todo y reforma a la justicia, Santos sigue encamado con los medios bogotanos. Y el uribismo recargado, una vez más, se ha quedado sin apoyo dentro de la hinchada cardenal. Lo han tachado de cínico, de nazi, de peligroso, de paraco. Su única forma de comunicar será, otra vez, el populismo. Porque El Colombiano se reparte en un sector donde ya no puede crecer. Porque el único medio que en teoría es conservador en Bogotá, el Nuevo Siglo, nunca fue uribista. Porque antes los medios sentían la necesidad de darle voz a los uribistas, como fue el caso de Alfredo Rangel en Semana, pero ya no. Y porque los panfletos de sus propagandistas a sueldo, que insisten en etiquetarse de periodistas —como si eso fuera motivo de orgullo—, son publicaciones de nicho que no tienen posibilidades reales de masificarse. Uribe seguirá refugiado en las redes sociales, su hogar dulce hogar, porque la membresía de los clubes bogotanos no es renovable. Pero si el uribismo fue elegido una vez sin amigos en las páginas editoriales, ¿por qué no va a poder hacerlo otra vez, en tiempos en que los medios tradicionales comparten su influencia y son el hazmerreír de todos los días? El éxito de Uribe revela los límites del poder de persuasión de los medios. Será porque la gente no les cree o porque el populismo es más eficiente. Cualquiera la razón, Uribe no va a necesitar de hinchas de Santa Fe para convencer al colombiano promedio —que no lee, no tiene Twitter y vota porque le pagan— de que vuelva a apoyar su credo. ¿Por qué la opinión pública es tan diferente a la opinión publicada? Lo pregunté durante el debate sobre la penalización del aborto el año pasado: ¿dónde están los conservadores? Los medios tradicionales siempre han sido atacados por liberales. En Estados Unidos es cuestión de todos los días, y llega al punto de que la derecha usa ese argumento para tachar investigaciones rigurosas como Watergate de ser conspiraciones del liberalismo. A pesar de ser un golpe bajo y cobarde, es cierto que el periodista —allá y acá y en Cafarnaúm— tiende más hacia la izquierda que hacia la derecha. Sin embargo, hasta en América Latina hay periodistas y columnistas de derecha de altura y leídos. En Colombia, pocos. Y es que acá pasa algo extraordinario: la guerrilla acabó con la izquierda política, que solo en contadas ocasiones ha logrado organizarse y ganar alcaldías o gobernaciones. A falta de representación en los congresos, la izquierda no guerrillera ha tenido que refugiase en los medios. Y de ahí que hoy sea tan fácil encontrar en las páginas editoriales pregoneros de, digamos, el matrimonio homosexual. A Puro Centro no lo van a apoyar los hinchas de Santa Fe que abundan en los medios tradicionales que tanto leemos y citamos y compartimos. Eso no quiere decir que no haya hinchas de Nacional, Junior o Cali que no leen Semana y en las próximas elecciones vayan a votar por el uribismo.
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