Ojalá todos los niños de este mundo fueran gay*

Mié, 04/03/2015 - 14:36
Hace unas semanas escribí una columna en este mismo espacio titulada ¡Qué espantosa realidad!
Hace unas semanas escribí una columna en este mismo espacio titulada ¡Qué espantosa realidad! que buscaba mostrar lo incomprensible que es nuestro comportamiento como sociedad en relación con los niños. La semana pasada la comunidad LGTBI, algunos intelectuales, académicos, ciudadanos del común, políticos y funcionarios esperamos con ansiedad el fallo de la Corte Constitucional sobre el derecho de las parejas homosexuales a adoptar niños. En ese espectro aparecieron las visiones más conservadoras e irracionales. Cabe resaltar el ya famoso concepto de unos médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana (Institución de Educación Superior con acreditación de alta calidad) que en pleno siglo veintiuno tuvieron la desfachatez de afirmar que la homosexualidad era una enfermedad; el ridículo referendo promovido por la exsenadora y exfiscal Vivian Morales, y la posición de siempre, casi inquisidora cuando se trata de aspectos relacionados con la construcción de una sociedad abierta e incluyente, del procurador Alejandro Ordoñez. Infortunadamente, la Corte Constitucional, que dicho sea de paso, en los últimos tiempos ha perdido mucha credibilidad y respeto, emite un comunicado sobre un fallo que todavía no es público, donde se afirma que las parejas homosexuales sólo tienen derecho a adoptar siempre y cuando uno de los dos sea el padre o la madre biológico. Qué decepción, nuestra Carta Magna merece un poco más de respeto en su interpretación. Pienso que si eso se leyera en nuestra Constitución, querría decir que lo mismo aplicaría para las parejas heterosexuales. Sin duda, los derechos de la comunidad LGTBI a ser tratados en igualdad de condiciones se vuelven a vulnerar. Eso es triste, pero no me sorprende, pues Colombia es un país absolutamente inmaduro, es adolescente en su concepción de derechos. Lo que sí me deja desconcertada es constatar nuevamente lo poco que importan los niños en nuestra sociedad. Supongamos que Suiza fuera un país desigual, novato en su concepción de derechos y que fuera la Corte de ese país la que hubiese emitido este fallo. Grave sería, y absolutamente injusto con los homosexuales, pero las repercusiones sobre la niñez no serían tan dramáticas como en nuestro país. La razón es simple: en Suiza no se encuentran titulares informando que en los últimos tres años 73 niños han sido asesinados por sus padres, que el Instituto de Bienestar Familiar tiene bajo su protección 5.283 niños y jóvenes menores de 17 años de difícil adopción y que desde el 2011 el número de adopciones se ha reducido a la mitad, no porque no haya niños para acoger, sino porque los trámites y exigencias han llegado a niveles tan absurdos que ahora más de la mitad de los niños en condiciones de ser adoptados terminan creciendo con familiares abusivos o en hogares de protección (las cifras son contundentes: en 2011 se dieron 2,713 adopciones, en 2012, 1,465, en 2013, 1,125 y en 2014, 1,148). El Procurador Ordoñez argumenta, como representante del Ministerio Público y por consiguiente guardián de los derechos de todos los colombianos, que los niños no deben ser adoptados por parejas homosexuales porque sus derechos serían vulnerados, ya que estos tienen el derecho a vivir con una familia heterosexual. Que se prepare la nación porque los miles de niños que no están siendo adoptados año tras año, tienen el derecho a demandarnos por no proveerles una familia en condiciones aceptables para nuestro Procurador. En el entretanto, las parejas homosexuales quieren adoptar, contribuyendo así a reducir el número de niños que crecen en abandono en Colombia y, sobre todo, a brindarles una familia, estabilidad emocional y mucho amor. No sé si mi concepción de lo que requiere un niño para ser feliz es muy básica, pues radica en ser queridos y poder querer. Además de los miles de estudios ya publicados en países donde el derecho a la adopción igualitaria se logró hace ya varias décadas, que afirman que no existe absolutamente ninguna diferencia en los patrones de crecimiento, adaptabilidad, estabilidad y comportamiento sexual entre los niños adoptados entre parejas heterosexuales u homosexuales (ver artículo de Verónica Akle Alvarez, PhD. Profesora de Medicina de la Universidad de los Andes), deberíamos preguntarle a un niño si tiene algún reparo en ser adoptado por dos papás o por dos mamás, y les aseguro que diría que no, siempre y cuando sea amado y respetado. Pero los niños no tienen voz ni voto, por lo tanto nos corresponde a nosotros como ciudadanos protegerlos y brindarles todas las condiciones para crecer en un ambiente seguro, estable y sobre todo, lleno de amor. Ojala todos los niños fueran gay.* PS. Me sorprende enormemente el silencio sobre el tema de importantes personalidades. Fuera de las varias declaraciones de la senadora Claudia López y de la representante Angélica Lozano, asombra el mutismo de Cecilia Álvarez Correa, César Gaviria Trujillo y sobre todo, de la actual Ministra de Educación, Gina Parody. Esta última, además de defender sus derechos, debería ser una de las principales voceras en defensa de los derechos de los niños y promotora de un cambio en el sistema educativo colombiano, de tal forma que se logre finalmente una formación laica y liberal, respetuosa de las diferencias y solidaria, para ver si algún día maduramos como país. *Traducción de gay: 2. Alegre.
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