Insisto en que no quiero pasar como aguafiestas y mucho menos de apátrida, por no unirme al sentimiento de la mayoría de colombianos que en estos momentos celebran que las Farc y el gobierno tomaran la decisión de sentarse a dialogar en busca de un acuerdo que permita llegar a un punto final en el conflicto armado. Pero tampoco puedo quedarme callado sin dar a conocer mi desconfianza hacia los supuestos propósitos de paz de un grupo guerrillero que ha sido el causante de muchas desgracias en nuestro país.
En primer lugar, comenzaré por decir que el gobierno nacional se apresuró al dar inicio a estos diálogos, porque ahora su propósito reeleccionista se verá condicionado a los resultados del proceso de paz. Y si estos no favorecen a Juan Manuel Santos, es claro que el único que se vería beneficiado con esto es Álvaro Uribe Vélez, quien se ha de alegrar con cada tropiezo que se presente en este caminar y aprovechará para fustigar al primer mandatario y darle pantalla a su discurso de oposición, para de paso posicionar a su candidato a la presidencia de la república, lo mismo que su lista de Senado, que él ha de encabezar.
Otra razón por la que estoy seguro que el gobierno se apresuró con este proceso de paz, es porque las Farc no están tan debilitadas como se dice; puede ser que políticamente lo estén, pero militarmente no. Distintos estudios de organizaciones de Derechos Humanos han demostrado que aquellas han logrado reponerse de cada golpe que les han asestado las Fuerzas Armadas, y que se han reorganizado para enfrentar los embates de la seguridad democrática. Creo que hubiese sido mejor si se continúa por la línea del enfrentamiento, debilitándolas aún más, hasta obligarlas a ceder en una posterior negociación. Ahora, es bueno preguntar ¿volverán las masacres paramilitares? Porque señores, no nos digamos mentiras, este no se ha acabado ¿Cómo piensa el Estado enfrentarlo para defender a los colombianos de los municipios y veredas que hoy están bajo su dominio? No hay respuesta, al menos no todavía.
No me opongo a una negociación, pero considero que el país no está preparado para otro proceso de paz con las Farc y el ELN. En primer lugar, porque por más que exista un marco legal para la paz, y que se vayan a aplicar mecanismos de justicia transicional, todavía no se ha dicho judicialmente, como se abordarán los procesos que cursan contra los miembros de estas guerrillas, y en este punto me parece inaceptable que se diga que es preferible ver a alias Timochenko en el Senado y no disparando balas, mientras Salvatore Mancuso purga pena en Estados Unidos, si tan criminal es el guerrillero como el paramilitar.
Justamente por lo anterior es que me parece el colmo que estos procesos de paz se manejen con ese doble rasero que tanto daño le ha causado al país. Porque resulta muy curioso que en esta ocasión, líderes de izquierda como Iván Cepeda no salgan ante las cámaras reclamando verdad, justicia y reparación a las víctimas del conflicto armado y no pidan investigación judicial a personas que desde la legalidad han apoyado a las guerrillas, así sea de manera aislada en las regiones, como lo hicieron cuando las autodefensas se desmovilizaron en el gobierno Uribe.
Entiendo que el gobierno nacional haya planteado en su agenda unos pasos que le den claridad a la manera como se ha de abordar el proceso de paz, pero me parece inconcebible que el tema de reparación a las víctimas sea el quinto, es decir el último, cuando debió ser uno de los tres primeros. Y aquí la izquierda del Polo Democrático y la Marcha Patriótica guardó silencio. Pero en cambio cuando se dio el proceso de desmovilización de las AUC, pidieron que fuera el primero. Con esto confirmo lo que escribí el primer día en que me di a la tarea de participar en el debate a través del género de opinión: “esta es una sociedad de hipócritas”. Porque para esa época les parecía escandaloso que el paramilitarismo se tomara la política creando movimientos y partidos para ese fin, y en cambio sí apoyen y les parece maravillosa la idea de que la Marcha Patriótica participe en la democracia, cuando es bien sabido por todos, que aquí hay simpatizantes de las Farc. Cualquier persona con los cinco sentidos sabe que ambas cosas son dañinas en un Estado, porque en ambos casos están involucradas actividades pagadas con dineros que son fruto de actividades ilegales.
Yo solo espero que la promesa del presidente Juan Manuel Santos en su última alocución, (Si no hay avances no seguiremos), se cumpla a cabalidad por parte del gobierno nacional, porque de parte de las Farc no creo que haya voluntad de llegar a ningún fin. Prueba de eso es el discurso de Timoleón Jiménez, jefe máximo de las Farc, quien en ningún momento hizo referencia a tal propósito, y en cambio aprovechó los momentos de pantalla para reivindicar su lucha criminal.
Insisto en que no quiero pasar como aguafiestas en momentos en que la mayoría de colombianos celebran el inicio de unos diálogos, porque me gusta la idea del diálogo, pero… desconfío de las Farc.
@sevillanojarami
Me gusta el diálogo pero desconfío de las Farc
Mié, 05/09/2012 - 00:31
Insisto en que no quiero pasar como aguafiestas y mucho menos de apátrida, por no unirme al sentimiento de la mayoría de colombianos que en estos momentos celebran que las Farc y el gobierno tomaran