El Partido Verde, es verde porque su fabricante, Carlos Ramón Gonzalez, decidió ponerle esa marca a un negocio de avales alternativos que montó poco después de la Constitución del 91.
No porque haya surgido de una preocupación ambiental como todos los partidos verdes del mundo, ni porque sea una organización partidaria con vocación social, democrática o ecológica, ni porque se haya pensado desde una emoción moderna o reformadora.
Es más una colcha de retazos filosóficos que ha sido un salvavidas para políticos sin aparato y un refugio de oportunistas. Se hizo notorio en el momento que lo buscaron Los Trillizos como se llamó a la alianza de Antanas Mockus, Lucho Garzón y Enrique Peñalosa cuando requerían un aval porque buscaban una salida democrática.
De esta manera se fraguó el Partido Verde con los tres exalcaldes bogotanos, al calor de la indignación contra el uribismo y ante su pretendida perpetuación en el poder. Esta sinergia que sumaba voluntades para pensar en una alternativa democrática y romántica de quienes no tenían aparato, logró despertar nuevos sueños entre los desencantados que generaron la Ola Verde, la cual alcanzó a asustar al establecimiento cuando Antanas Mockus acarició la posibilidad de llegar a la presidencia en una clara manifestación contestataria de una clase media colombiana que buscaba una opción contraria a la politiquería y al clientelismo de los partidos tradicionales en las elecciones presidenciales del 2010.
Se logró posicionar como un partido ético y moderno al adoptar ciertos principios inspirados en la concepción de lo público que encarnaba Antanas Mockus, los cuales retomaba de la cultura ciudadana que había impulsado desde su alcaldía en Bogotá, plasmados en frases como la de “A mí no me pagaron, yo vine porque quise”, o ideas como el de “Los recursos públicos son sagrados”, con los que marcaba una nueva perspectiva sobre la forma de hacer política contraria a la que siempre manejaba la clase política.
Pero como todo partido nuevo quedó sometido a unas reglas de juego en las que tocaba salvar umbrales, hacer alianzas non sanctas y hasta tragarse uno que otro sapo para poder participar en una contienda electoral hecha a la medida de los politiqueros.
Y como lo que mal empieza mal acaba, este partido se ha convertido en un escampadero de políticos reencauchados como el exministro y exgobernador de Boyacá, Jorge Londoño, quien al mejor estilo de los caciques regionales liberales o conservadores, pone gobernador, hace campaña para el senado en las tarimas que le pone el gobernador y recurre a todas las prácticas que su partido le critica a los otros.
Ahí para los verdes la consigna antanista de “No todo vale” no aplica. Una muestra fue su reciente campaña al Senado que se montó sobre el número 5 que promovía en sus políticas públicas el actual gobernador verde, Carlos Amaya, por las rutas en las que se hacía la gira de Londoño vendiendo su número 5 del tarjetón.
Sus concejales en Bogotá no se diferencian mucho en su prácticas de las de los partidos a los que fustigan los verdes con la moralidad pública como su bandera.
José Juan Rodríguez, hijo de un famoso cacique cundinamarqués, Gustavo Rodríguez Vargas, terminó preso por sus prácticas corruptas en los carruseles de la salud del distrito. Investigaciones en las que no ha sido ajeno su colega Antonio Sanguino, un exguerrillero del ELN reinsertado, que ha sonado también en torno a Odebrecht y que al parecer ha aprendido más a ser politiquero típico que representante de una nueva forma de hacer política en donde prime la rectitud y la decencia. Sin mencionar casos como el del senador verde Leon Fredy Muñoz capturado con cocaína en su maleta.
El hecho es que el Partido Verde ha sido la tolda de quienes se ufanan de ser adalides de la moralidad pública como la senadora Claudia López y su novia la ahora senadora electa Angélica Lozano y también ha sido el aterrizadero temporal de personajes como Alfonso Prada, el flamante Secretario de Gobierno del presidente Juan Manuel Santos, quien se le vendió por un jugoso plato de lentejas llamado SENA y además ha sido hasta el burladero de pervertidos sexuales como Sergio David Torres, el asistente de Claudia López, denunciado ante la justicia, por acceso carnal abusivo contra un menor de 14 años. Ese es ni más ni menos el Partido Verde que aspira a luchar contra las malas prácticas en la política y el que adelanta con bombos y platillos la consulta contra la corrupción.
Y ese es el mismo partido que ahora enfrenta la posibilidad de perder la curul de Antanas Mockus, porque al parecer no tuvieron en cuenta que para ser candidato a corporaciones públicas no se puede haber sido contratista del estado por lo menos 6 meses antes.
Sí es así el exalcalde, de quien nadie duda de que en materia de probidad está fuera de concurso, no tuvo el cuidado de no haber figurado como representante legal ni directivo con responsabilidades contractuales frente al estado. Y esto puede haber pasado porque así como la senadora Caludia López piensa que ella puede maltratar pero no ser maltratada, así muchos verdes pueden pensar que las ley es para los demás o que las normas son para que los otros las cumplan.
Desde luego que es importante recalcar que la irresponsabilidad pudo ser inconsciente por parte de Antanas Mockus pero lo que sí refleja es que los verdes a la hora de salir por los atajos como critican a los demás, no tiene problema en aplicar el concepto de la moral leninista que consiste en que lo bueno es lo que le sirve a la revolución y lo malo es lo que no le sirve. Por esto mucha gente cree que la denuncia tiene ribetes de persecución política o de revanchismo uribista, pero en materia de la ética de lo público hay que saber que como se aprende desde los primeros semestres de derecho “Dura lex, sed lex”, Dura es la ley pero es la ley. Y vale la pena preguntarse si haber puesto a Mockus, con todo y párkinson, a salvar el umbral del partido es ético o es más de lo mismo.
Los Verdes y el todo vale
Mié, 04/07/2018 - 04:27
El Partido Verde, es verde porque su fabricante, Carlos Ramón Gonzalez, decidió ponerle esa marca a un negocio de avales alternativos que montó poco después de la Constitución del 91.
No porqu
No porqu