Hace casi cinco años, se presentó en mi oficina un joven muy delgadito, trigueño y de inmensos ojos negros, tímido hasta que entraba en confianza y daba entonces rienda suelta a su espontaneidad, arrojo y valentía.
Lorent Saleh había llegado en compañía de un activista del Centro Democrático, que en ese momento estaba en proceso de conformación. En ese primer encuentro pude percatarme de cómo éste joven buscaba, con todas sus fuerzas, los espacios que le hicieran eco a su causa: liberar a Venezuela, a través de su movimiento “Operación Libertad”.
Lorent venía de protagonizar movilizaciones, protestas y una huelga de hambre contra el régimen chavista, que lo había dejado prácticamente en los huesos. Víctima de amenazas, nos narraba en ese entonces cómo una vez se lo habían llevado en una tanqueta del Ejército y lo habían sometido a torturas, propinándole golpes severos en su cara y en su cuerpo.
Perseverante, inteligente, sacrificado y lleno de sueños, Lorent tenía objetivos claros y un amor infinito por su país. En su afán de ser escuchado, suplicaba que lo lleváramos a reuniones con jóvenes, pues él sentía la obligación de contarles su propia experiencia: él mismo pertenecía a una generación que no había elegido su futuro y era heredera del gravísimo error de sus antecesores que habían comprado el dulce envenenado del populismo.
Por eso Lorent fue un asiduo acompañante durante la campaña de 2014 y su mayor frustración era percibir la ignorancia de la juventud colombiana, frente al imaginario socialista. Él, un joven nacido en el régimen, había perdido, junto a todos los jóvenes de su generación y las posteriores, cualquier posibilidad de soñar con un futuro mejor por la economía que ya empezaba a reflejar los efectos de la planificación y el control centralizados y la persecución y confiscación de todos los medios de producción. ¡Exprópiese! era el lema de moda, que arrancaba aplausos en un pueblo hipnotizado pensando que lo arrebatado a otros iba a ser mágicamente redistribuido.
Lorent confiaba, como cualquiera lo habría hecho, en que desde Colombia podría construir una retaguardia de resistencia y enfrentar la perversidad del socialismo del siglo XXI. Jamás pensó que podría ser expulsado y entregado, como ave de presa, a las fauces de sus depredadores. Entre sus miedos, si alguna vez los tuvo, este no era probable. Pero sucedió.
Hacia el mes de Mayo de 2014, los organismos de Inteligencia de Colombia iniciaron seguimientos bajo las órdenes de Santos, como si fuera un criminal de la peor laya. Una vez detenido, fue enviado en vuelo charter directo desde Bogotá hacia Cúcuta, sin acceso siquiera a un defensor que tuviera la posibilidad de solicitar asilo.
Recuerdo aún el video que grabara un amigo suyo desde el puente internacional Simón Bolívar, cuando el Goes de Colombia lo entregó a la criminal Sebin de Venezuela, a sabiendas que le esperaba un encarcelamiento injusto, torturas y probablemente, la muerte.
Hoy Lorent está libre, luego de cuatro años de ver la luz una hora a la semana. No sabemos qué presiones adicionales a las lágrimas de súplica de su madre se hicieron.
Desterrado de su patria hacia España, este muchacho es el ícono de una generación que nació y creció en dictadura y que, a diferencia de la juventud colombiana, sueña con la libertad. Mientras, acá, en el país del Sagrado Corazón, se juega a cavar la fosa para enterrar la nuestra.
Lorent Saleh: un homenaje a la libertad
Lun, 15/10/2018 - 08:19
Hace casi cinco años, se presentó en mi oficina un joven muy delgadito, trigueño y de inmensos ojos negros, tímido hasta que entraba en confianza y daba entonces rienda suelta a su espontaneidad,