Si las FARC dejaran definitivamente de lado los atentados terroristas, el narcotráfico, el secuestro, la extorsión, la combinación de todas las formas de lucha, en fin, dejara de ser el factor de violencia que es desde hace más de 40 años, bien vale la pena que los colombianos aceptemos una Paz que traerá una buena dosis de perdón y olvido. Pero lo que no puede pretenderse es que exista total impunidad para sus cabecillas y además terminemos pidiéndoles disculpas a estos narco-terroristas por sus propios crímenes. Sin embargo, si esa Paz que se negocia en La Habana diera verdaderos y efectivos resultados, no me cabe la menor duda que estaríamos dando pasos gigantes para lograr la reconciliación interna, pero mucho me temo que Colombia no estaría aún en paz.
No resulta novedoso señalar que el gran problema de Colombia es el narcotráfico y la cultura mafiosa que como producto de aquél se ha enquistado en varias generaciones de la sociedad colombiana en todos los estratos sociales, lo extraño es que pareciéramos negarnos a reconocerlo y por tanto a enfrentar el problema de frente. Se nos quiere hacer creer que el narcotráfico esta ligado únicamente a Pablo Escobar Gaviria, cuando desde entonces y hasta la fecha han existido personajes igual de nefastos que semejante asesino, terrorista y narcotraficante. No puede desconocerse la existencia e influencia del Cartel de Cali, del Norte del Valle, del Pacífico, de la Costa y la multiplicidad de pequeños pero no menos peligrosos cartelitos de la droga a lo largo y ancho del país. Es precisamente esa cultura mafiosa (nuestro verdadero problema) la que llevó a no pocos congresistas a hacer pactos con la mafia y con los paramilitares, a otros colombianos a hacerlo con los narco terroristas de las FARC y al surgimiento de empresas criminales alrededor de actividades con la fachada de ser lícitas, como los casos de DMG, el negocio del chance, el Carrusel de la Contratación, Interbolsa, la compra de terrenos baldíos, etc., etc., etc. Nada de esto se solucionará en La Habana sino en Colombia, y hasta ahora no se ve que los colombianos estemos trabajando con seriedad para lograrlo. Las últimas controversias entre los ex-presidentes Pastrana, Samper y Gaviria sobre el ya casi olvidado proceso 8.000, nos recuerda que la historia oculta de las relaciones del Cartel de Cali con los gobiernos de turno, políticos, dirigentes y empresarios de entonces, posteriores a la muerte de Pablo Escobar sigue sin contarse. Sus protagonistas (los ex-presidentes) y los mismos integrantes de dicho cartel (los únicos que siguen vivos) están en la obligación de hacerlo y no de procurar que no se vuelva a hablar de ello. Más allá de lo que pueda motivar al ex-presidente Pastrana para volver años después sobre el asunto, la respuesta de los ex-presidentes afectados y de algunos de sus ex-ministros que los acompañaron en sus gobiernos, no puede ser ¨deje así¨. Sin que todo esto se aclare, sin que la clase política tradicional colombiana (la mayor responsable de los desastres de nuestra sociedad) asuma su responsabilidad de actuar de frente con carácter y de la mano de la verdad, y sin que definamos democráticamente una coherente política de Estado en materia de lucha antidrogas será muy difícil lograr una verdadera y duradera Paz en Colombia. @RFelipeHerrera¿La reconciliación viene de La Habana?
Mar, 03/12/2013 - 16:01
Si las FARC dejaran definitivamente de lado los atentados terroristas, el narcotráfico, el secuestro, la