Hacerle frente a lo que nos comprometimos

Lun, 24/02/2020 - 11:37
En los años transcurridos entre 2010 y 2018 una buena parte de los colombianos nos mantuvimos alterados y llenos de indignación al ver como el país caía en el más profundo de los abismos. Al fina
En los años transcurridos entre 2010 y 2018 una buena parte de los colombianos nos mantuvimos alterados y llenos de indignación al ver como el país caía en el más profundo de los abismos. Al final de ese periodo vivimos unos días de fuertes enfrentamientos cuando los dos candidatos a la presidencia, ya en segunda vuelta, representaban posiciones diametralmente opuestas simplificadas en los términos con los que nos hemos acostumbrado a identificarlas, izquierda y derecha. Sabíamos que con la primera quedaríamos condenados a la entrega total del país a sus peores enemigos, pero encontrábamos confianza en la segunda opción con la que daríamos un timonazo enderezando el rumbo. Fueron días de mucha tensión debido a que conocíamos la capacidad corruptora de un gobierno que acababa de entregar medio país a las FARC, es decir al narcoterrorismo, y que dejaba la entrega de la otra mitad a quien tenía designado como su sucesor. Por una combinación de factores positivos, salimos vencedores y pudimos sentirnos aliviados pero poco conscientes del tremendo compromiso que nos quedaba por delante. Hoy se respira otro aire debido a que, quienes animados por la victoria en la contienda electoral, nos confiamos demasiado. Pasamos del furor con el que enfrentábamos a un gobierno traidor y corrupto a una parsimonia pasmosa y una tímida manifestación de nuestras emociones. Nos hemos mantenido apaciguados voluntariamente queriendo convencernos de que ya encontramos estabilidad en muchos campos de la vida ciudadana lo cual es una falacia, un autoengaño. La fuerza generada desde las emociones de ira, miedo y enojo que nos llevó a un estado de alerta constante antes del 7 de agosto de 2018, se ha degradado a una muy civilizada prudencia que no nos ayuda en nada. Ardis Whitman dice en un viejo artículo que encontré por casualidad, titulado “Razones que no conoce la razón”: “Lo cierto es que las reacciones sentimentales no son contrarias a la madurez. Son, en cambio, contrarias al cinismo y la apatía. Sin la fuerza que nos prestan las emociones nos sería imposible vivir en este mundo tan exigente, como le sería imposible a un motor funcionar sin combustible. Los hombres y los automóviles funcionan gracias a una serie de explosiones internas. Las emociones son precisamente eso: explosiones que aúnan todas nuestras fuerzas físicas y psíquicas.” Mientras que los derrotados en las urnas acuden a expertos en generar disturbios y manifestaciones y, con sangre fría, mantienen al país en un estado constante de zozobra impidiendo el desempeño del actual gobierno, quienes fuimos los vencedores nos vemos apáticos y timoratos sin la fuerza que nos caracterizaba hasta hace año y medio. No hemos podido entender que no se trataba solamente de llevar a nuestro candidato a la presidencia, sino también el mantener un espíritu de lucha para derrotar a una culebra que sigue viva. Hemos perdidos dieciocho meses y tenemos el compromiso de recuperar el país con el entusiasmo y “la fuerza de la emoción que ha permitido a los hombres realizar cosas al parecer imposibles”, como bien lo dice Ardis Whitman quien, en el mismo artículo, nos ofrece estas palabras del historiador Lewis Munford que nos cae como anillo al dedo: “Hay una especie de liberación que llega directamente a quienes han sufrido una prueba y saben, después de haberla sobrevivido, que harán frente con igual ánimo a  lo que les depare la vida”. No nos podemos quedar a mitad del camino, recuperemos el sentimiento y la emoción que nos fortaleció en el pasado y saquemos el país adelante.
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