El poder de la decencia

Lun, 11/12/2017 - 04:10
Este fin de semana los astros se alinearon en favor de la decencia. Por un lado el candidato de Compromiso Ciudadano, Sergio Fajardo, recibió por fin el apoyo de la senadora verde Claudia López y de
Este fin de semana los astros se alinearon en favor de la decencia. Por un lado el candidato de Compromiso Ciudadano, Sergio Fajardo, recibió por fin el apoyo de la senadora verde Claudia López y del senador del Polo Democrático Jorge Robledo, quienes se mostraban retrecheros frente a la candidatura de Fajardo e incluso en momentos parecían dispuestos a que se rompiera la alianza que tiene fundamentalmente un lugar común: la lucha contra la corrupción. Finalmente, luego de amagues y desplantes los dos senadores alternativos decidieron declinar sus aspiraciones y renunciaron a someter a una costosa e innecesaria consulta por el nombre del candidato que viene ganando en todas las encuestas.  Los excandidatos optaron por la fórmula sensata que les reclamaban sus bases para no dilatar más el apoyo a Fajardo y redireccionaron su foco hacia fortalecer las listas al Senado. Con este cambio de tercio prefirieron ganar puntos con sus electores y dejar a un lado las actitudes descalificadoras y sectarias para mostrar que se puede, si se anteponen los intereses colectivos. De esta manera la decencia se tomó el escenario y los egos y las vanidades cedieron espacio a la humildad y a la eficacia. Claudia López y Jorge Robledo se bajan de la nube presidencialista pero aterrizan sus esfuerzos a la condición de gregarios de una posibilidad de equipo con perspectivas de centro y con emociones decentes. Y por el lado del Centro Democrático, que había decidido realizar un proceso de encuestas entre sus cinco aspirantes presidenciales, finalmente arrojó un resultado en favor del candidato más decente que tiene el uribismo, el senador Iván Duque Márquez. Duque no solo es el más carismático de los precandidatos del CD sino que no se le ve mal rodeado. Tampoco se ha caracterizado como algunos uribistas por ser más papista que el papa, ni por ser el más lenguaraz como sucede con algunos miembros de ese partido que rayan en la indecencia, la intolerancia y el fanatismo. Duque, de lejos es el más popular de los seguidores del expresidente Alvaro Uribe Vélez justamente por no parecer un furibista.  Con Duque gana el Centro Democrático no solo porque es el más mostrable, sino porque es el más centrado. No pretende hacer trizas los acuerdos de La Habana como quieren algunos radicales de su partido pero es un firme convencido de que estos acuerdos son reajustables. Las banderas uribistas de la no impunidad y sobre la aplicación de justicia transicional entran ahora en un ámbito de legítima contienda sin necesidad de rasgarse las vestiduras, sin recurrir al terror y sin acudir al populismo de derecha. Duque será ahora el que diga Uribe pero eso pone al expresidente a competir en un terreno más decente, en el que se insistirá más en las propuestas y los proyectos de gobierno que en la descalificación del contrario.  Por el lado conservador la decencia también ha jugado su papel. La candidata Martha Lucía Ramírez le saca ventaja al exprocurador Alejandro Ordóñez básicamente por que ella no se muestra partidaria de hacer trizas los acuerdos de paz y porque la trayectoria de su rival en la ética de lo público no lo dejó bien librado. Además sus provocaciones extremistas lo colocan en el lugar de los indecentes. Martha Lucía Ramírez, por el contrario, como férrea defensora del No en el plebiscito del presidente Juan Manuel Santos, persevera con contundencia en sus tesis pero es reconocida por su gallardía y su respeto a quienes piensan diferente. Es una dama de hierro contra la corrupción y eso también la ubica en la política decente. La candidata conservadora no se ha salido de casillas y ha mostrado temple. Es una mujer de armas tomar y persistente en sus propósitos pero siempre se muestra generosa y solidaria. No recurre a los discursos feministas pero lucha por la dignidad femenina. Es más de centro que de derecha pero defiende valores y principios conservadores que a veces la pintan como algo goda. Sin embargo en su trayectoria política y administrativa ha dejado ver que es más centrada que dogmática y que la eficiencia sale más de las buenas prácticas que de los buenas intenciones. Su visión de le política decente le ha granjeado el respaldo de los conservadores de base y el respeto de muchos ciudadanos sin partido. Por los lados liberales, Humberto De la Calle, el candidato más decente ha resultado el menos popular. La decadencia del partido luego de que terminó en manos del expresidente César Gaviria prácticamente le abrió las puertas a la marrulla. La forma como descalificaron a las senadoras Viviane Morales y Sofía Gaviria y la vergonzosa consulta liberal, que fue un homenaje al despilfarro del dinero público para que el expresidente Gaviria legitimara su candidato, no han favorecido a De la Calle. Es un candidato decente rodeado de la indecencia en un partido que se olvidó de la democracia interna y de su compromiso con los sectores populares como mandaban sus inspiradores tipo Rafael Uribe Uribe o Jorge Eliecer Gaitán.   Como si fuera poca esa especie de maldición de De la Calle, sus esfuerzos para adelantar las negociaciones con la guerrilla se vieron totalmente opacados por la indecencia del gobierno para manejar limpiamente el proceso de paz. Los habilidosos recursos del presidente Santos como el de reducir el umbral para el plebiscito, luego el ser derrotado por el No y terminar legislando con el Si y ahora la aplicación de la teoría de Rodolfo Aicardi de mátese media vaca para no aceptar las mayorías legislativas en contra de las 16 curules que se quieren conceder a las supuestas víctimas del conflicto, han castigado al candidato liberal. Tanto que lo más decente que terminará haciendo De la Calle será apoyar a Fajardo para salvar el Si.  Parece que el libro de Sergio Fajardo, El Poder de la Decencia, cobra total vigencia. Está tan hastiada la ciudadanía con las prácticas indecentes que ahora busca nuevas opciones. Hasta el punto que quienes brillan con discursos excluyentes comienzan a recoger banderas. Tanto se pone de moda la decencia que los radicales de Gustavo Petro promueven hoy una coalición en una lista por la decencia a la Cámara por Bogotá. Pero ojo que los Progresistas de Petro tendrán que hacer política decente y no descalificar impunemente como hace Holman Morris al llamar a Fajardo un uribista chick. Y tendrían que poner la lupa para que por la vía de Clara López no se les cuelen los indecentes del Polo que gobernaron a Bogotá con Samuel Moreno. El hecho es que el debate se pone muy interesante si los decentes le ganan la partida a los politiqueros de siempre. El gran derrotado en esta tendencia será el candidato del coscorrón, que puede ser el símbolo de la indecencia. Pero sobre todo porque la fortaleza electoral de Germán Vargas Lleras está montada sobre las prácticas indecentes de los caciques regionales y de la clase politiquera más cuestionada. Ahora lo que queda es que los ciudadanos decentes se den la pela y decidan votar para que los indecentes no sean los únicos que juegan. Solo se puede derrotar la indecencia en la política con la participación de la ciudadanía y para esto se requiere que trascienda la indignación, que supere la apatía y que vote decentemente.
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