El paro nacional no es nacional. Tiene más cara de un paro bogotano que no se avista, exceptuando Cali y Medellín, en la provincia colombiana. Este paro languidece pero sus causas siguen latentes. Tuvo su máxima expresión el 21 de Noviembre de 2019 cuando canalizó, desde distintas vertientes y sectores, malestares, exclusiones y falta de resultados.
Generalmente en las marchas de este tipo se reúnen las personas invisibles, excluidas e indignadas para protestar por una serie de cosas que no funcionan bien. Es la gente que se congrega para manifestarse y para hacerlo se convierte en una “masa” que se moviliza por las calles –también por las redes- para expresar sentimientos, buscar atención y visibilidad.
En la masa, en la conglomeración de marchantes, todos se sienten iguales porque ahí, en la calle, en ese fragor y furor el rico y el pobre, el poderoso y el desvalido, el hombre y la mujer, el joven y el viejo son despojados de sus diferencias. Todos son iguales entre sí. Esa es su fuerza y su atractivo. La masa es energía y es política. Es calle y es movilización.
Pues bien, el 21N arrancó su fase inicial: La creación de la energía. Salió a flote con movilizaciones, disturbios, violencia y cacerolazo. Con mucha fuerza que no alcanzó a convertirse en poder. También con miedo cuando corrió el rumor de que vándalos estaban entrando a edificios y apartamentos en Bogotá y Cali. Mucha gente no durmió esa noche, hubo zozobra y al día siguiente el ejército estaba en las calles.
Luego, en la teoría de movimientos sociales y de construcción de masas, debía venir otra fase: La de organizar esa energía, encauzarla, darle dirección y meta. Y es ahí donde parodiando al dicho popular, Paula no parió.
La masa era amorfa y al no tener forma no tuvo dirección y ello incentivó el desinfle y la languidez de las movilizaciones y del paro. Luego del 21N se trataba de saber quién sería él que determinara el curso de los próximos acontecimientos y por ahí comenzó su autodestrucción: salió Gustavo Petro a adueñarse del cacerolazo y los autoproclamados voceros del paro se arrogaron una representación que no tenían ni que nadie se las había otorgado e imbuidos en la soberbia -no entendieron que la soberbia es el error más común en el que se resbala el poder- pasaron de 13 puntos a un pliego de más de 100 puntos y por ahí todo se desmoronó.
El cacerolazo fue espontáneo, inorgánico y molecular. No tenía dueño, el dueño era algo etéreo y heterogéneo llamado ciudadanía que se lo quiso tomar la izquierda y ello olió a manipulación política, incendio, desestabilización social, oportunismo y a eso la gente, que no es boba, no le juega.
Esa fue la efímera historia de un movimiento de masas que se erosionó por dentro. Y bien hizo Iván Duque en no embestirla desde afuera porque la masa se fortalece y cohesiona cuando sufre un ataque exterior pero si proviene desde adentro, al interior de sus filas, la masa se debilita.
El paro languidece pero la indignación y la inconformidad están latentes, no han desaparecido, se moverán como el agua, es decir, buscarán una salida para manifestarse; por eso el Gobierno debe concertar lo que es dable concertar ya que en sociedades polarizadas el consenso es imposible y la inclusión necesaria.
El paro languidece pero sus causas están latentes
Jue, 06/02/2020 - 13:06
El paro nacional no es nacional. Tiene más cara de un paro bogotano que no se avista, exceptuando Cali y Medellín, en la provincia colombiana. Este paro languidece pero sus causas siguen latentes. T