La rubia Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, el prisionero más publicitado de las mazmorras caraqueñas, no pensó que su presencia, en Bogotá, iba a contribuir a la conformación del quórum para que se reuniera –después de largo tiempo— el inoperante Club de expresidentes de Colombia.
Sucedió el jueves 19 de mayo, en la Alcaldía de Bogotá, en la presentación el libro 'Preso pero libre', escrito por el encarcelado líder de la oposición venezolana. Hicieron parte de la concurrencia al acto, (más político que académico) cuatro de los cinco exmandatarios colombianos vivos. A petición de la catire, tres exgobernantes nuestros (Betancur, Gaviria y Pastrana) posaron gustosamente para las cámaras. Uribe, el gran disociador, no disimuló su incomodidad ante el accionar de fotógrafos y camarógrafos. No deseaba retratos con sus pares oriundos de Amagá, Pereira y Bogotá. Al de Salgar le tocó hacer de tripas corazón y tragarse ese sapo. Las reseñas periodísticas dijeron que no quedó claro del todo, con quién le era más molesto quedar registrado, al día siguiente en las primeras planas.
Como quiera que sea, se notó que no fue necesaria la presencia de Ernesto Samper, el único ex presidente vivo, porque en este club de las vanidades (producto de la imaginación periodística) no hay reglamento interno que lo haga funcionar.
¿Por qué brilló por su ausencia el hombre de “La parábola del elefante”, (actual secretario general de la Unasur, la llamada “OEA el bolsillo del régimen de Maduro”) en este acto convocado como un gesto de apoyo al principal preso político venezolano?
Pueden ser dos las razones: 1) Porque no lo invitó doña Lilian Tintori, la esposa del prisionero, y 2) Porque había sido muy mal visto en el Palacio de Miraflores (sede principal de la autocracia venezolana) su asistencia a un acto considerado “inamistoso” por el estomagante heredero del coronel Hugo Chávez
Samper no se animó a salir de Caracas para llegar a Bogotá con tiempo y quedar en la gráfica con los otros cuatro ex presidentes que sí concurrieron: el decano Belisario Betancur, quien avanza, bastón en mano, hacia el centenario de su natalicio; César Gaviria, Andrés Pastrana y Alvaro Uribe. Del club hará parte, si él quiere, a partir del 7 de agosto de 2018, el presidente Juan Manuel Santos. Esta posibilidad dificultará que Uribe pueda llegar en el futuro a ese “cenáculo o sala de arriba” que llaman los diccionarios.
La catire Tintori seguramente esperaba no verle la cara, en el acto de Bogotá, a Samper, el único de los ex presidentes colombianos que se ha convertido en un aliado del sátrapa que persigue despiadadamente al padre de sus dos pequeños hijos y a todos los venecos que no comulguen con el chavismo.
Si soplaran mejores vientos a bordo de esta organización, podría pensarse en abrir un capítulo en el más allá, de que podrían hacer parte, entre otros gobernante que ya se han ido, los ex presidentes López Pumarejo, Laureano Gómez, Alberto Lleras, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras, Misael Pastrana, Alfonso López, Julio César Turbay (próximo al centenario de su natalicio); Virgilio Barco y hasta el mismísimo general Gustavo Rojas Pinilla.
¿Cuál es el mejor de los privilegios del que disfrutan en su imaginario club los ex presidentes colombianos? La gabela de no tener que mover un solo dedo, el 8 de agosto, un día después de hacer entrega del poder, para acceder automáticamente a la millonaria pensión de jubilación. Los ex no pasan por las vicisitudes que deben afrontar, sin banda presidencial en el ropero, los compatriotas de a pie que deben sudar la gota gorda para asegurar la magra mesada.
La apostilla: Mientras no sea obligatoria la participación, en bloque, de los pocos socios del club de los ex presidentes colombianos, los más reticentes continuarán tarareando bajo la ducha el viejo estribillo vallenato de “La gota fría”, de don Emiliano Zuleta: “Ese club a mí no me lleva, porque no me da la gana”…
Por Orlando Cadavid Correa (ocadavidcorrea@gmail.com)
El inoperante Club de los expresidentes
Sáb, 28/05/2016 - 15:49
La rubia Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, el prisionero más publicitado de las mazmorras caraqueñas, no pensó que su presencia, en Bogotá, iba a contribuir a la conformación del quó