Deplorable espectáculo. En el clásico Millonarios y Santa Fe, Campeón y sub campeón, eliminados, en una batalla de músculos sin ideas, de forcejeo insulso, de provocaciones, de teatro ordinario, porque fingir agresiones era mas importante que proponer soluciones.
Dieron pena.
Algo de indulto logró el rojo, por su victoria final con nueve jugadores en el campo. Dos se marcharon, Morelo y Balanta, descontrolados, contagiados de la belicosidad de los técnicos encargados, Julio y Bedoya, también excluidos. La gresca final, rumbo al vestuario, con el protagonismo del “barra brava” Guillermo Cinquetti, preparador físico de los embajadores, fue el colofón de una tarde en la que se pisoteó el fútbol.
Energúmenos unos y otros, cerraron el ciclo de las peores formas y eliminados. Cinco meses atrás, ambos definían el titulo con nóminas similares, pero la errónea política de fichajes y los desaciertos técnicos y administrativos aceleraron el proceso autodestructivo. Perdieron capacidad competitiva. Pocos fueron refuerzos. Muchos, remiendos o parches; agravada la situación por la escasa posibilidad en la libertadores.
Vergüenza en el campo de juego y en el camerino, mientras en las tribunas los hinchas convivían en paz, entrelazados los colores, pero sin respuestas futboleras, por la incapacidad de los protagonistas.
Ver a Julio apaciguando los ánimos, daba risa. Él había participado en el incendio.