Duque no se rajó. Pasa 2019 “raspando” en muchas materias, perdiendo algunas y con buena nota en otras. Este es el año más difícil, el de exploración del ambiente político, social y económico, y el de los ensayos, junto con el cuarto año, en el que se consolida la tarea, pues los dos intermedios son, generalmente, de progreso. Si el país no tuviera tan graves y profundos problemas, el desempeño del Gobierno habría sido sobresaliente, pero las materias que enfrenta son muy exigentes y casi ninguna administración podría resolverlas.
Quiero comenzar enunciando los aspectos positivos. En primer término, el presidente ha mostrado un comportamiento juicioso, tranquilo, conciliador, aplicado en su trabajo, respetuoso de la institucionalidad y decente; no es poca cosa, y debe ser tenida en cuenta al calificar su gestión. Veamos otros aspectos: en general se ha rodeado de un buen grupo, con ministras y ministros conocedores de los temas sectoriales, casi todos con un buen perfil técnico que les ha permitido avanzar en sus tareas. Esto no significa que toda la nómina sea buena: aunque por lo menos la mitad ha tenido un desempeño notable, algunos no muestran resultados y unos pocos han perdido oportunidades. Los miembros del gabinete, junto con el mismo presidente, conforman un equipo compacto, bien alineado y serio; destacado, como ya dije, por su enfoque técnico —más que por su capacidad política—.
Debe resaltarse como una característica positiva la prudencia en el manejo del posconflicto y del tema de la paz, que muchos generadores de opinión consideran bueno y defienden con ahínco. Duque no estuvo equivocado al presentar objeciones a la JEP, así haya perdido la apuesta por unos pocos votos. La experiencia mostrará que este tribunal fue hecho a la medida de las FARC y que requería algunos ajustes. Por ahora, es mejor esperar resultados y no torear más ese difícil asunto.
Un tema álgido ha sido el de las relaciones existentes tanto entre las ramas del poder, como entre la Rama Judicial y el Congreso. En ambos casos, Duque se ha desempeñado con prudencia y buen tino, así los resultados hayan salido mal. Las Cortes son muy complicadas, y, dado que han adquirido gran poder gracias a la Constitución del 91, no es fácil lidiar con ellas. El Congreso es diferente: tiene resabios y allí están representadas las diferentes fuerzas, prácticamente todas desprestigiadas y clientelistas. No ha sido posible que el Ejecutivo doble el brazo para aceptar el retorno de la mermelada, así le pongan otros nombres, como “representación política”. O se rompe el funesto esquema del “dame y toma” que conduce a la corrupción, o continuaremos sufriendo el debilitamiento del sistema político. Si Duque mantiene su posición es posible que al final del curso de su mandato logre aportar cambios positivos al comportamiento político y a la independencia de los poderes.
La relación con el expresidente Uribe y su partido no ha sido fácil. A pesar de que en muchas ocasiones ha tenido que aceptar las opiniones y peticiones del mentor, no sería justo afirmar que se ha comportado como un títere. No se puede ignorar que Uribe ganó varias veces en las urnas y fue un factor decisivo en su elección presidencial: abandonarlo sería un acto cuestionable de traición y deslealtad, mientras que obedecerle irrestrictamente convertiría al presidente en un segundón, lo que significa que Duque tendrá que continuar bailando en una cuerda floja.
Las materias de fondo están constituidas por problemas profundos, arraigados y complejos, y su solución requeriría de una enorme capacidad de liderazgo y de consensos que no existen. Una de ellas es la batalla contra el narcotráfico, cuyo capítulo inicial es la erradicación o disminución de cultivos, tema en el cual también existen bandos fuertes —unos a favor y otros que defienden a los campesinos cultivadores e, indirectamente, a las mafias del narcotráfico—. El doloroso asunto de los líderes sociales, todavía no dilucidado, ocupa la agenda pública sin que pueda aparecer una solución efectiva, lo cual hace temer que la violencia rural no será fácil de eliminar durante el posconflicto.
En la lucha contra la corrupción la tarea gubernamental no ha sido fácil ni podría serlo, pues entraña cambios culturales que no se alcanzan de la noche a la mañana, y ni siquiera en un cuatrienio. Por ahora, nos contentaríamos con que en este Gobierno no se presentaran escándalos como los que hemos visto en los últimos años y se aprueben algunas leyes, así en la práctica poco sirvan.
Asuntos como la inequidad están marcados en nuestra sociedad desde sus comienzos republicanos: por ello, deben mantenerse esfuerzos de largo plazo para ir corrigiendo las desigualdades, es decir, continuar la tarea de los últimos cincuenta años, lo cual se ha venido haciendo.
La economía es otro cuento. Casi todas las administraciones pasan “raspando”, al dar las mismas respuestas sin grandes resultados. Afortunadamente para el Gobierno, se mantiene el dinamismo del sector privado que, con esfuerzo, empuja el tractor de la producción, lo que merece una calificación de tres, como se desprende de la tasa de crecimiento del PIB, uno de los mejores indicadores del éxito.
Como vemos, el presidente Duque está haciendo su curso, con éxitos y fallas, pero con dignidad y buena voluntad. Todavía faltan tres cuartas partes del camino y tenemos mucho que esperar antes de dar la calificación final.
Duque no se raja este año
Vie, 16/08/2019 - 11:42
Duque no se rajó. Pasa 2019 “raspando” en muchas materias, perdiendo algunas y con buena nota en otras. Este es el año más difícil, el de exploración del ambiente político, social y económi