La audiencia por el caso Colmenares en los juzgados de Paloquemao empieza a las diez de la mañana, pero hay que llegar sobre las nueve, de lo contrario no se puede entrar. Se lleva a cabo en un espacio mínimo cuya puerta es como el ojo de una aguja, y por ahí debemos entrar todos como ganado. Periodistas, estudiantes de derecho, familia y amigos de la víctima y las acusadas. La gran mayoría son jóvenes y todos gritan como si estuvieran repartiendo agua en el desierto.
El cuarto se llena en menos de un minuto, la gente está muy apretada y empieza a hacer mucho calor. Las ventanas –chiquitas para tanta gente espichada– están abiertas. A través de ellas se ven las ramas de unos árboles los carros que recorren la Calle 19.
Entran entonces el delegado de la Procuraduría, el fiscal del caso, y los abogados defensores de Laura y Jessy y el de los padres de Luis Colmenares. La madre de Luis es una mujer seria, sin expresión alguna en la cara, se sienta y junta las dos manos como si orara. El papá de Luis también es un hombre serio. No aparenta dolor sino rabia, absoluta firmeza. Se sienta y restriega sus manos, ansioso. Por último entran Laura y Jessy.
Jessy Quintero y Laura Moreno deberán esperar un mes para que el Tribunal Superior de Bogotá decida si su proceso es o no legal.
Se han vestido sobrias, parecen estudiantes de Derecho. Jessy tiene un chaquetín rosado pálido con un botón dorado y debajo lleva puesta una camiseta de manga larga blanca, con bolados en los hombros. Lleva el pelo largo, suelto. Laura lleva una chaqueta habana con muchos botones, estilo safari. También tiene el pelo muy largo y una hebilla de plumas. Camisa blanca de mangas largas y un chaleco de lana negro y blanco.
Ambas de cara lavada entran caminando rápido con la espalda muy erguida. Son muy parecidas, como cortadas con la misma tijera. Todo el mundo está muy serio. Aquí no caben las sonrisas.
El padre de Luis Colmenares ocupa buena parte de su tiempo en demostrar que su hijo fue asesinado.
El papá de Luis mira a las acusadas con una seriedad que corta el aire como un cuchillo: ambas cejas en punta, los ojos muy chiquitos y la boca arqueada hacia abajo.
Ambas jóvenes solo miran hacia adelante. Laura no tiene expresión alguna en la cara, no mueve un músculo, ni pestañea. Jessy parece más relajada, tiene ojos grandes, dulces. Se ven tranquilas.
Detrás nuestro está sentado un grupo de cinco jóvenes, les pregunto si son periodistas y dicen ser estudiantes de los Andes. Aclaran que no son del grupo de las acusadas, que ellas no estaban esa noche con ellos, que no vieron ni saben nada de nada. En ese juicio nadie sabe nada de nada.
Entran dos secretarias que se sientan a ambos lados de la silla del juez, y por último entra él. Una de ellas va vestida de secretaria y la otra tiene jeans y una camisa blanca hippie. Es la única “rubia” del juzgado.
Se sienta a calentar la silla durante tres horas, arreglándose el pelo cada tanto. El Procurador auxiliar llega tarde y el juez lo mira con cara de furia, mientras por solicitud suya cada uno de los asistentes que tendrán parte activa en la audiencia se presenta con sus nombres. Se le escucha la voz a Laura y Jessy, cuando dan su nombre y el número de cédula. También lo hacen los padres de Luis Colmenares.
La policía intenta poner orden entre los periodistas que se pelean los rincones y los mejores ángulos para colocar las cámaras de televisión. Finalmente obedecen y cada uno toma su puesto.
El juez inicia la audiencia con su presentación. Continúa en el orden el abogado de Laura Moreno. El hombre lee diferentes documentos en cámara lenta, con unas pausas largas y un tono que adormece la audiencia. Los asistentes se impacientan al punto de comenzar a bostezar, aunque nunca sueltan sus grabadoras. El abogado se queja de que ha sido maltratado por la Procuraduría y el fiscal.
“El defensor principal soy yo, así no le guste al fiscal”, dice sarcásticamente.
El juez Germán Suárez no le dio crédito a los argumentos de la defensa de Laura Moreno, que pedía declarar nulo el proceso.
Entonces el Juez le llama la atención advirtiéndole que la audiencia no es un escenario para una discusión personal y les pide a todos decencia y cordura. El juzgado se siente como debe sentirse el público en el programa ‘Laura en América’.
Le llega el turno al abogado de la familia Colmenares, quien anticipa una intervención corta. Es elocuente y habla sin necesidad de apoyarse en el papel. Es afirmativo y mueve las manos en el aire y golpea la mesa. Despierta la audiencia. El Procurador, habla aún más duro que el abogado de la familia Colmenares.
El abogado de Jessy decide no hacer ninguna presentación, con lo cual, sin quererlo, le cede el turno al fiscal, quien rompe el ritmo de la audiencia. Mantiene un volumen de voz alta durante cuarenta minutos que consigue su objetivo: transmitir seguridad en sus argumentos.
Jessy hace contacto visual conmigo dos veces, me mira con ojos de perro mojado.
La secretaria vestida de secretaria, encargada del sonido, le pasa una nota que el juez lee y se ríe con complicidad, como burlándose de algo. La otra secretaria se arregla el pelo y pestañea.
El abogado Jaime Lombana se ha atrevido a asegurar que los escoltas estaría comprometidos en el asesinato.
Pocos minutos después de la una de la tarde el Juez da por terminada la audiencia. Laura y Jessy se ponen sus chaquetas y se retiran del recinto, casi corriendo, guiadas por dos oficiales mujeres del INPEC. Con la columna bien erguida, solo miran hacia el frente, como los caballos en medio del tráfico. Les espera aún un largo camino por delante.
El juicio que se volvió espectáculo
Sáb, 17/03/2012 - 04:00
La audiencia por el caso Colmenares en los juzgados de Paloquemao empieza a las diez de la mañana, pero hay que llegar sobre las nueve, de lo contrario no se puede entrar. Se lleva a cabo en un espac