Reflexiones: un nuevo camino para la paz en Colombia

Mié, 08/05/2024 - 00:00
Se podría definir la paz como la tranquilidad dentro del orden. Es una gracia superior que, también se recibe por merecimiento y por justicia, como resultado de las acciones solidarias orientadas a hacer el bien al otro.
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Cortesía Flavia Carpio

Lograr la paz en Colombia, sería la culminación de los anhelos de millones de personas que por muchos años han aspirado alcanzar la calma y la seguridad para sus vidas. 

Se podría definir la paz como la tranquilidad dentro del orden. Es una gracia superior que, también se recibe por merecimiento y por justicia,  como resultado de las acciones solidarias orientadas a hacer el bien al otro. La paz no sólo es ausencia de guerra. Convivir en paz consiste en aceptar las diferencias con los otros y tener la capacidad y la intención de escuchar, respetar y comprender a los demás, aprendiendo a vivir de forma pacífica y unida.

Recordemos que la paz es algo que debe construirse paulatinamente, con la presencia de la justicia social, para así proteger el bienestar general empezando a surtir las necesidades básicas de todos los ciudadanos y grupos sociales del país, ya que la paz empieza por casa y florece en la medida que se erradiquen las críticas destructivas, los odios y las polarizaciones hacia los demás, las cuales son elementos que impiden el fortalecimiento personal hacia la esperanza y el bienestar.

Esta idea es sustentada por el sociólogo noruego Johan Galtung fundador de la organización internacional Transcend (una red para la paz, el desarrollo y el ambiente), quien define la paz como: “la capacidad de resolver los conflictos con empatía, no violencia y creatividad. En este sentido, la paz es el contexto y las condiciones que permiten la transformación creativa y no violenta de los conflictos; creamos paz en la medida que somos capaces de cambiar los conflictos en cooperación, de forma positiva y creadora, reconociendo a los oponentes como personas y utilizando el método del diálogo”.

Precisamente, hace poco encontré un escrito de contenido universal, emanado del Budismo Mahayana en torno a los deseos positivos de convivencia y tolerancia humanas, el cual quiero compartirles con el fin de aprender la importancia de “vivir y alcanzar la paz”.

Oración Mahayana:

“Que cese el dolor causado por la ambición en todo el mundo.

Que cada uno de los seres se posea a sí mismo, y elija la paz y la armonía.

Que en las diez partes de la tierra se espere la libertad.

Que se inspire a los seres que están ya casi muertos de anemia y enfermedad,

que ellos aguarden la recuperación y la reintegración a la salud.

Que los amenazados, los aplastados por el miedo a reyes, ladrones o soldados

y los que estén condenados a muerte sean perdonados.

Los que se mueven entre angustia, necesidad y hambre, que todos crean aun en la liberación.

Los ansiosos, los apaleados, encarcelados y atormentados,

los miserables, los harapientos, los agotados por el esfuerzo, los enfermos,

y los envejecidos por multitud de penas, todos absolutamente todos,

deben esperar aun el día de su libertad y paz.

 

Para los sufrientes de sus dolores, el alivio.

Los aterrorizados por la muerte, la erradicación de sus fantasmas.

Los acosados por los jueces, el perdón y la ausencia de miedo.

Que los muertos de hambre y sed, puedan comer y beber hasta satisfacerse.

Que los ciegos puedan llevar sus ojos a formas y figuras, hermosas y brillantes.

Que los sordos llenen sus oídos de música agradable,

y que en ninguna parte se quiera recordar la ambición, la corrupción y el dolor,

y mucho menos sentir el miedo al lado.

Que todos deseen que este mundo sea agradable, bien presentado, diáfano, suave, poético y amoroso,

que tenga esta vida un sentido y que la felicidad vaya de unos a otros,

hasta que les llegue a todos en la medida de sus anhelos.

Que se olviden de tanta riqueza material y que todos los deseos de sus corazones se cumplan”.

Una experiencia personal hacia la paz

konciencia
Créditos:
Cortesía Nowshad Arefin

No hay nada que desgaste más nuestra energía física y emocional que el deseo de parecer perfecto. Muchas veces, esta necesidad de reconocimiento y superioridad, fruto de un complejo de inferioridad adquirido en la infancia, nos obliga a mentir, manipular, victimizarnos y lo que es peor, a volvernos “maestros de la astucia”, creyendo que así exhibimos una inteligencia superior. 

Reitero que no hay nada más errado que estas ideas, pues el diseño genético y natural de la inteligencia se basa en la buena fe e intención, que debería ser la actitud  que avala cada decisión en nuestra vida diaria. 

Existen personas que son capaces de “adiestrar” su propia consciencia, pero el alma no se pueda adiestrar por demasiado tiempo. Cualquier día, donde menos lo esperes, en cualquier parte de la profundidad de nuestro ser, brotará la verdad y ya no se podrá seguir huyendo de la realidad personal. 

Es entonces cuando en un acto desesperado, pediremos a quien sea que escuche aquella urgente confesión para seguir viviendo en paz y no sobreviviendo en la mentira, pues queramos o no, la verdad se impone por sí misma sin intervenciones de ningún tipo.

Para ser consciente de lo que hoy escribo, ha pasado mucha agua debajo del puente de mi vida. Durante la pandemia, hice varios altos en el camino con el fin de valorar el sentido de la paz interior como esencia sanadora en la existencia. 

El arte de vivir en paz es el resultado de haber atravesado diferentes pruebas adversas, dolorosas, desafiantes y reveladoras a lo largo de la vida, que impulsan el encuentro con la auténtica esencia. La paz es un estado de armonía y felicidad. Si deseamos gozarla, debemos renunciar al engaño de la apariencia y a la negación de nuestros defectos de carácter. 

Sin duda, conocerse a sí mismo, es un proceso largo y de transformación constante, pues hemos aprendido a mentir casi todo el tiempo y a utilizar varios disfraces sociales, que nos separan del carácter humano y trascendido con el que fuimos creados.

La mentira habita en la Tierra mucho antes que las palabras. Las especies se camuflaban para sobrevivir en lugares salvajes y agrestes. Sin embargo, las especies inferiores poseen un instinto de supervivencia, pero  nunca una inteligencia espiritual.     

Una sombra que necesita convertirse en luz

Nuestra ignorancia o arrogancia no justifican el mal que nos causamos y mucho menos el daño que hacemos a los demás. Hay realidades ocultas en las profundidades del inconsciente. Esa caja de Pandora llamada mente, alberga heridas de infancia, traumas, abusos emocionales y sexuales, ira, resentimiento, rechazo y muchas otros sentimientos encubiertos. 

El examen sincero y sin temor (el peor enemigo de la verdad) de nuestra consciencia, es uno de los caminos más idóneos hacia el encuentro con la paz interior y libertad del verdadero Yo. 

Sin prisa y con la firme convicción de seguir la guía de un Poder Superior, que puede sanar la toxicidad de nuestro distorsionado y soberbio ego, es posible tener un corazón abierto a reparar el daño causado a algunas personas que se cruzaron en nuestros caminos, mediante el servicio y la reconciliación. Sin ningún tipo de interés político y desde el lenguaje del corazón compasivo, quizá tengamos la oportunidad de sanar, perdonar, aceptar y liberar al alma de todo este peso existencial, reconociéndonos como seres vulnerables, pero aceptados y unidos al amor incondicional de Dios. 

El Bienestar de la Paz interior

konciencia
Créditos:
Cortesía Simon Wilkes

La paz, repito, no se puede negociar, pues es una gracia superior a lo humano. Por eso, insisto que si no somos portadores de la paz personal tampoco podremos ofrecerla. La verdadera paz radica en ejercitar el poder de la sinceridad.

Esta virtud nos ayuda a entender la realidad con calma. Controlando  los impulsos y recordando que casi siempre las exageradas reacciones afectan la toma asertiva de buenas decisiones.  

Recordemos que, si no ordenamos nuestra propia casa mental y emocional no podremos hablar de paz personal y mucho menos social. La paz es coherencia, no ego ni imposición.

De esta valiente manera de autoconocimiento, entonces logramos enfocarnos en conseguir que nuestras metas y objetivos estén basados en la buena fe y la buena intención, pues nuestro capital espiritual crece y prospera en la medida que brindemos a los demás reflexión, verdad, madurez, amor y compasión.

Recuerda, nuestra responsabilidad es elegir el bien y no manipular ni engañar a las personas que confían en nosotros. Esta consciencia de decir la verdad por encima de otros cuestionables intereses, puede lograr hacer de este mundo un sitio donde vivamos seguros, en paz y armonía. 

Ese crecimiento interior, se fortalece a través de la reflexión, la meditación y la oración. Tenemos una gran fortaleza espiritual al momento de superar cualquier dolor o situación por terrible que está sea. Como diría el gran maestro espiritual Mooji, que promueve la auto-indagación para llegar a verdades profundas y transformativas:

“Vengo a desafiarte. 

¿Qué es tan precioso en tu vida y respecto a ti que valga la pena cambiar la eternidad por ello? 

¿A qué te estás aferrando con tanta fuerza que es más valioso que la atemporalidad? 

¿Qué estás conservando en esta vida cuando ni siquiera el cuerpo puedes conservar?

¿Qué es tan preciado para ti en esta vida tuya, para que mantengas a la Verdad suspendida en pausa, y no puedas separarte de tus apegos y miedos? 

No confíes en que la vida pueda cuidar de ti mejor de lo que tú te puedes cuidar. 

No estás aquí por accidente. 

Esta forma es solo un traje, por un tiempo. 

Pero, aquel que está detrás del traje, este es eterno”. 

Este mundo a pesar de tantas penas y sufrimientos, nos da la oportunidad de aprender las lecciones y trasformar esa energía negativa e inclemente en un amor sin condiciones. Tu corazón y tu ser, en esencia están llenos de luz. No tienes que ir a algún otro lugar para encontrar la paz. Está justo donde estás, es decir, dentro de ti y en este eterno presente. 

Creado Por
Armando Martí
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