
La adaptación cinematográfica del famoso videojuego Minecraft ha causado una verdadera revolución… o más bien, una estampida. Desde su estreno, una película de Minecraft ha recaudado más de 340 millones de dólares, pero no es su éxito en taquilla lo que ha llamado la atención, sino el comportamiento desbordado del público, especialmente de niños, adolescentes y padres que parecen haber perdido el control… y la compostura.
Gritos, gente lanzando palomitas, adolescentes grabando TikToks en medio de la función, incluso gallinas vivas en salas de cine —literalmente—: el fenómeno de Minecraft se ha transformado en un espectáculo que sobrepasa la pantalla.
La película, protagonizada por Jack Black y Jason Momoa, y dirigida por Jared Hess, revive el universo pixelado que marcó a toda una generación. Pero en lugar de una experiencia cinematográfica tradicional, muchas funciones han terminado en caos. Algunas cadenas de cine han tenido que intervenir con seguridad, e incluso suspender funciones por desórdenes.
Y la pregunta que incomoda es: ¿Estamos viviendo una nueva forma de ver cine o una peligrosa infantilización colectiva donde la emoción se convierte en histeria?
Las redes sociales están plagadas de videos virales: padres alentando el desorden, niños disfrazados de personajes del videojuego corriendo por los pasillos, y un espectáculo más propio de una fiesta de cumpleaños que de una función de cine. ¿Dónde quedó el respeto por la experiencia compartida, por el arte, por el cine mismo?
Mientras los críticos están divididos —algunos aplauden la fidelidad al universo del juego y la energía desbordante del filme, otros señalan su guion flojo y personajes planos—, el verdadero debate está fuera de la pantalla: ¿Estamos educando espectadores o entrenando consumidores de estímulo inmediato, incapaces de sentarse 90 minutos sin gritar o grabar un reel?
Las salas de cine, ese espacio que alguna vez fue sagrado para muchos, parecen estar mutando en parques temáticos sin reglas. Y aunque esta película puede marcar un hito en las adaptaciones de videojuegos, también podría ser el epitafio de una generación que olvidó que ver cine es mucho más que ver una pantalla.
Porque si Minecraft es el futuro del cine… ¿qué sigue después? ¿Una función con espadas, gallinas y TikToks en vivo desde la fila H?