En el Congreso de la República se tramita en este momento un proyecto de ley que tiene la finalidad de rescatar algunos juegos que, a juicio del promotor de la iniciativa, tienen un profundo arraigo en la cultura colombiana. Se trata nada más y nada menos que del trompo, el yoyó y la coca, recordados juegos que han marcado a generaciones enteras en Colombia y el mundo.
El proyecto liderado por el representante Wilmer Leal Pérez, busca principalmente convertir estos tres juegos en patrimonio cultural inmaterial de la nación, añadiéndolos en la lista que los certifique como tal y poniendo en marcha un “plan especial de salvaguarda”.
“El presente proyecto surge en la búsqueda de recuperar las tradiciones de juego. Nuestro país gracias a su diversidad cuenta con muchas expresiones de juego mediante las cuales los individuos han desarrollado sus relaciones sociales, han aprendido, se han recreado, han fortalecido el diálogo con sus semejantes, han mejorado su motricidad y se han relacionado profundamente en familia”, señala el congresista como una de sus motivaciones.
En ese sentido, pide específicamente añadir el yoyó, la coca y el trompo en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia, que es la lista de “usos, prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos, espacios culturales y naturales que les son inherentes”, asociados a la identidad cultural del territorio. Lo cual implica que los individuos lo reconozcan como parte de su idiosincrasia.
Además, el proyecto deja abierta la posibilidad para que otros “juegos tradicionales” sean incluidos en dicha lista por el Ministerio de Cultura, lo que generaría una serie de responsabilidades al gobierno nacional frente a la protección y promoción de estas actividades, ahora entendidas como culturales y tradicionales.
De acuerdo con el texto del proyecto del representante Pérez, dichas obligaciones incluyen destinar recursos para la realización de un plan de salvaguarda y garantizar su rescate, promoción y difusión, así como la investigación sobre sus raíces culturales en la sociedad colombiana y el desarrollo de ambientes deportivos adecuados.
“La Nación a través del Ministerio de Cultura, Ministerio del Deporte y Ministerio de Educación Nacional, apoyarán la práctica de los juegos tradicionales señalados en la presente ley, impulsarán campeonatos veredales, municipales, distritales, departamentales y nacionales”, señala el texto del representante.
¿Son el trompo, el yoyó y la coca juegos tradicionales?
El congresista Wilmer Leal defiende la importancia de recuperar el yoyó, el trompo y la coca como juegos tradicionales, como respuesta a la alta solicitud que el Ministerio de Cultura dice recibir para convertir en patrimonio cultural inmaterial a un sinnúmero de juegos como el Tejo o los carritos de madera. Eso, entre otras cosas, bajo el argumento de una profunda relación del juego con la idiosincrasia de las comunidades.
“Se exaltan los valores que transmiten estos juegos, su contribución a la identidad comunitaria, su papel en la riqueza cultural de una nación, la necesidad de fomentar su reconocimiento, en síntesis, la importancia del juego en el entramado cultural”, dice una de las citas de la exposición de motivos del proyecto.
Y añade: “Salvaguardar estas tradiciones, es una necesidad imperativa para nuestras sociedades que se han visto guiadas al individualismo, a vivir en torno a dispositivos que en lugar de conectarnos, en su mayoría han trazado límites para interactuar como lo hacíamos antes”. Señalando estos juegos tradicionales como “fundamentales para la socialización de los niños y niñas”.
Sin embargo, en ese punto también es donde se abre el debate, ya que habría que argumentar cómo estos juegos entrarían en la misma lista que el sistema normativo Wayuu, las músicas de marimba y los cantos tradicionales del sur del Pacífico, el Carnaval de Blancos y Negros, el encuentro nacional de bandas de Paipa, entre otras tantas selectas tradiciones en su totalidad de orígen autóctono.
Conozca la lista de patrimonio cultural inmaterial actualizada:
En su planteamiento, el congresista mismo señala que muchos de los juegos de los que trata la ley tienen un carácter universal, generalmente con orígenes indeterminados y que se remontan a épocas antiguas. El reto es demostrar cómo esto se convierte en una tradición colombiana que merezca ser nombrada patrimonio, cuando bien tiene usos de costumbre en numerosas partes del mundo.
Sobre el trompo, por ejemplo, señalaba que en su momento la dificultad para conseguirlo “incentivaba su fabricación en pequeños talleres, implementando un oficio y una práctica tradicional”. Similar situación pasa con el yoyó, aunque con este juguete la competencia de usos reiterativos en el mundo es todavía más grande.
Quizá donde sí se logra establecer una conexión cultural más profunda es con la coca o balero, el clásico juego que consiste en tratar de engargolar una coca en una vara de madera, ambos estando unidos por una cuerda: “En etnias precolombinas de América se han logrado ubicar estos juguetes como parte de la artesanía y de la idiosincrasia infantil en México, Guatemala, El Salvador, Perú, Colombia, Chile y Venezuela”, precisa el texto.
Un proyecto interesante al que aún le queda mucho camino por recorrer y que de seguro a más de un colombiano le traerá significativos y emotivos recuerdos de infancia, al tiempo que abrirá el debate de si eso basta para incluirlo como patrimonio cultural inmaterial de la nación. Una lista que, al 2022, sigue siendo exclusiva para expresiones autóctonas del territorio.