La reforma tributaria del nuevo gobierno ha generado infinidad de reacciones, dividiendo opiniones entre quienes defienden las propuestas de impuestos y los que han señalado algunos reparos por su posible afectación al bolsillo de los colombianos. Sin embargo, también hubo quienes señalaron lo que consideran faltantes dentro del proyecto, siendo uno de los más nombrados los impuestos a la iglesias.
Una de las que manifestó esta necesidad, fue la actriz y presentadora Margarita Rosa de Francisco, quien hizo públicas algunas críticas frente a la institución de la iglesia y terminó señalando que esta “ayudaría más” pagando impuestos.
“Las Iglesias, por sus dioses y por el pueblo que adoctrinan, deberían pagar impuestos, carajo. Así ayudan más. ¿Qué dice MinHacienda?”, señaló Margarita Rosa a través de su Twitter.
Un comentario que, a su vez, generó una discusión en torno al funcionamiento de las iglesias en Colombia y si estas deberían o no tributar, encontrando posiciones a favor y en contra.
No obstante, Margarita Rosa de Francisco estuvo lejos de ser la única en defender la necesidad de un impuesto para las iglesias, no está contemplado en el proyecto de reforma tributaria presentada por Ocampo el pasado 8 de agosto. De hecho, incluso personas cercanas al proceso de construcción de dicho texto, como la representante Katherine Miranda, emitieron un mensaje de apoyo a esta iniciativa.
“Mis banderas y mis luchas no cambian con nueva administración. ¡Impuestos a las iglesias ya!”, señaló la política del partido Alianza Verde.
Otro que se pronunció fue el periodista Daniel Samper, quien se refirió a la polémica por el impuesto a los alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, asegurando: “Antes que gravar los alimentos, yo gravaría a las Iglesias”.
¿Impuesto a las iglesias?
Lejos de esta polémica, lo cierto es que no contemplar impuestos a las iglesias es coherente con lo que dijo Gustavo Petro en campaña. En mayo de 2022, de hecho aseguró en medio de un debate presidencial que no contemplaba en lo absoluto nuevos impuestos para el sector de la religión.
Frente a ello, Petro aseguró que las iglesias podrán continuar operando “sin que se les adicione ningún impuesto” y de hecho prometió seguir impulsando la libertad e igualdad de culto en el país, así como en las distintas dependencias de gobierno.
“Vamos a reparar varias iglesias, como hicimos con el Voto Nacional (en Bogotá), porque son patrimonio arquitectónico de Colombia”, manifestó entonces el nuevo presidente, después de un rotundo no para nuevos impuestos.
Sin embargo, eso no quita que entre algunos sectores cercanos al gobierno existan algunos problemas con el hecho de que se graven alimentos ultraprocesados y no a las iglesias, consideradas por estos críticos como negocios que deberían tributar y que de hecho podrían generar ingresos importantes para el país.
Sin embargo, esta es una pelea que muy pocos gobiernos están dispuestos a dar, partiendo de contraargumentos como el carácter “sin ánimo de lucro” del que goza especialmente la iglesia católica y los beneficios humanitarios que muchos cultos prestan a la sociedad. Una realidad establecida en el status quo y que, a pesar de las propuestas de cambio, jamás logra ser controvertida con la suficiente contundencia.
En 2021, por ejemplo, el pastor y cabeza del partido Colombia Justa Libres, John Milton Rodríguez, defendió que las iglesias en el país ya pagaban impuestos en concepto de IVA y parafiscales. Luego, hizo un llamado a recordar que estas no pueden descontar “los planes y proyectos que se asumen a nivel social”, señalando que los asumen dentro de sus costos.
Sin embargo, IVA o parafiscales para su estructura de trabajadores están lejos de ser comparables con la carga tributaria que tendrían en caso de ser consideradas empresas. Un debate de vieja data en el que entran a jugar las enormes e innegables fortunas alcanzadas por algunos cultos y el importante rol social y humanitario que juegan en numerosos ámbitos. Más en un país en guerra como Colombia, donde la iglesia se ha convertido casi que en un soporte institucional en los rincones más inhóspitos de la geografía.