Hoy 15 de febrero es el día mundial del hipopótamo, uno de los animales más imponentes y peligrosos de África y el mundo entero, al tiempo que paradójicamente es uno de los seres de la naturaleza que más ha inspirado tiernas interpretaciones en dibujos animados animados y películas. Una fecha para celebrar la vida de estos seres majestuosos, al tiempo que para reflexionar sobre los efectos de su presencia artificial en otras partes del mundo (como Colombia) y las posibles soluciones.
Pesquisa Javeriana, la revista de divulgación científica de dicha universidad, califica la presencia de los hipopótamos en Colombia como “un problema ambiental de enormes proporciones”. Uno, que tiene su origen en la década de los 80s, cuando el narcotraficante Pablo Escobar decidió traer varios ejemplares de forma ilegal al país para su proyecto de zoológico en la Hacienda Nápoles.
No obstante, lo que en un principio fueron unos pocos ejemplares, en menos de una década se podrían convertir en más de mil, de acuerdo con un estudio del profesor del departamento de Biología de la Universidad Javeriana, Germán Jiménez, citado por Pesquisa.
“Según los modelos se estimó que la población de hipopótamos, bajo la situación actual, crece a una tasa anual del 14,5 % y alcanzará su máximo crecimiento para 2034, con una población por encima de 1400 individuos”, señala el documento.
En Colombia, los hipopótamos son hoy por hoy considerados una especie invasora y su presencia se extiende a lo largo y ancho de varias zonas aledañas al río Magdalena. De acuerdo con la publicación, el crecimiento de estos paquidermos se da gracias a que las condiciones ambientales en Colombia les resultan más favorables que las de su África natal.
“En África, de donde son originarios, durante los periodos de sequía se reduce la concepción de crías y se aumenta la tasa de mortalidad por falta de alimentación y enfermedades causadas por el calor”, asegura la publicación.
Problemas que no tendrían en el Magdalena Medio, pues señalan que en esta zona gozan de alimentación suficiente, corriente constante en el río y “poco estrés por perturbaciones humanas”.
En ese sentido, lo que en algún momento fue problema de una sola jurisdicción ambiental, hoy ya lo es para varias Corporaciones Autónomas, “así como (en poco tiempo) posiblemente también estarán en territorios de Corpoboyacá, por la cercanía geográfica al Magdalena”. Un problema en crecimiento que lleva años poniendo en jaque a la comunidad científica, que se pregunta por la vía más sensata y humana de controlarlo.
¿Cómo lidiar con los hipopótamos?
Hoy por hoy, este grupo de investigación especializado en el tema, liderado por Jiménez, define la presencia masiva de los hipopótamos como un “problema ambiental de grandes proporciones”. Esto por diferentes factores, uno de los cuales es la deposición de sus heces en el agua “favoreciendo algunas especies y afectando negativamente a otras”, cita el medio científico.
“Estas deposiciones, sumadas a la agitación de sedimentos que producen por sus casi tres toneladas de peso, aumentan los fosfatos y la concentración de nitrógeno del agua”, agrega.
A eso se le suman problemas como su característica de ser “potenciales transmisores de enfermedades zoonóticas y de parásitos” y el hecho de ser un animal bastante territorial y agresivo.
Más allá de eso, una de las propuestas más frecuentes cuando se habla de qué hacer con los hipopótamos es sencillamente mandarlos a África, no obstante Jiménez señala que eso es prácticamente imposible ya que “como originalmente fueron traídos de zoológicos desde los Estados Unidos, no se conoce realmente su procedencia. Es decir, de qué poblaciones desde África provienen”.
“La situación actual es que estos animales han estado en estos ecosistemas, han vivido mucho tiempo, son producto de algo que se denomina en biología ‘endogamia’, entonces su variabilidad genética-poblacional esta muy disminuida y eso representaría en primera instancia un riesgo para las poblaciones de los hipopótamos en África”, agrega el experto.
Sumado a ello, también asegura que transportar hipopótamos de Colombia a África puede representar problemas para la salud de los especies nativas de ese continente, ya que los ejemplares de acá “han adquirido muchos de los parásitos tanto internos como externos y las enfermedades tropicales de América y se convertirían en vectores de estas enfermedades”.
Así las cosas, quedan algunas opciones. La primera de ellas es la castración de los machos y de hecho ya 24 de ellos fueron esterilizados en 2021, con el fin de controlar su reproducción. Para ello, de acuerdo con Cornare, se aplicó el medicamento GonaCon con dardos sobre algunos ejemplares capturados y otros en estado libre.
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“En comparación con una esterilización quirúrgica que puede llegar a costar entre 25 y 30 millones, sin contar el riesgo del personal y la complejidad, el GonaCon se muestra como una opción mucho más económica, sin embargo, no deja de ser compleja, ya que los expertos sugieren suministrar 3 dosis, basados en los estudios y comparaciones realizadas en otros animales de gran tamaño”, señala la organización.
De hecho, según Cornare, antes ya habían sido castrados quirúrgicamente 11 ejemplares, pero esa metodología podría no llegar a ser una opción por el costo del procedimiento por hipopótamo y la complejidad de rastrear toda su población a lo largo del Río Magdalena.
Finalmente, otra opción sería avalar su cacería, que para Germán Jiménez parece la opción más sensata. “Para nosotros el control de una especie invasora es un método que está ampliamente aceptado y soportado desde el punto de vista de investigación. Es efectivo porque estamos arrancando de raíz el problema”, asegura, citado por Pesquisa. De hecho, el medio señala que aunque sea una medida con implicaciones éticas, debe entrar en el abanico de posibilidades del Gobierno que ya ha declarado al hipopótamo una especie invasora.
Así las cosas, para Jiménez la opción de aprender a vivir con los hipopótamos y no tomar medidas de urgencia, significa para el país “sacrificar especies de nuestra biodiversidad de fauna y flora”. De modo que, tómese la consideración que se tome, es importante tener en cuenta las implicaciones ambientales para Colombia y alejar la concepción de que cazar a estos animales significa abrir las puertas a un “safari”, como dice el profesor, decidiendo basados en la ciencia y por la opción que mejor beneficio ofrezca.