El Papa dio inicio a su alocución previa al rezo mariano del Regina Coeli, recordando el Evangelio de hoy, que narra el momento en que Jesús se “despide” de sus discípulos al final de la Última Cena, justo antes de enfrentarse a la Pasión. Un momento en el que les pide que “no pierdan la paz". Y esas palabras, Jesús nos la dice a nosotros en los “dramas de la vida”, dijo el Papa, tenemos que sentir esa paz en nuestros corazones.
Dos remedios para combatir la angustia, lo que nos turba
El Señor señala dos remedios para el malestar, para lo que nos turba. El primero es: "crean también en mí." En este consejo, como dijo el Papa, Jesús sabe que en la vida, la peor ansiedad, el peor malestar, proviene de la “sensación de no poder afrontar los problemas, de sentirse solos y sin puntos de referencia frente a lo que sucede. Esta ansiedad, en la que la dificultad se suma a la dificultad, no puede ser superada solos”.
Jesús nos pide que tengamos fe en él, que no nos apoyemos en nosotros mismos, sino en él. Porque sólo confiándonos a Él podremos liberarnos de la angustia. Y, como dijo el Santo Padre, Jesús ha resucitado y está vivo precisamente para estar siempre a nuestro lado. Entonces podremos decirle: "Jesús, creo que has resucitado y que estás a mi lado. Creo que me escuchas. Te traigo lo que me molesta, mis problemas: tengo fe en ti y me encomiendo a ti".
El segundo remedio que nos da el Señor para combatir el malestar es el hecho, que Jesús nos reservó un lugar en la Casa del Padre. Tomó consigo la humanidad para conducirla al Cielo, para que estemos “donde Él esté”. Es la certeza que nos consuela, dijo el Papa, hay un lugar reservado para todos.
“No vivimos sin rumbo ni destino. Se nos espera, somos valiosos. Dios está enamorado de la belleza de sus hijos. Y para nosotros ha preparado el lugar más digno y hermoso: el Paraíso. No olvidemos: la morada que nos espera es el Paraíso. Aquí estamos de paso. Estamos hechos para el Cielo, para la vida eterna, para vivir para siempre. Para siempre: es algo que ni siquiera podemos imaginar ahora. Pero es aún más hermoso pensar que esto será para siempre todo en alegría, en plena comunión con Dios y con los demás, sin más lágrimas, resentimientos, divisiones y malestar”.