El sábado 29 de agosto, alrededor de 38.000 personas marcharon en Berlín para pedir que se ponga fin a las restricciones derivadas de la pandemia. Los manifestantes eran una mezcla extraña: familias y ancianos se unieron a los extremistas de derecha, algunos con tatuajes de esvásticas. Los manifestantes llevaban pancartas que decían: “Quítense el cubrebocas de esclavos”, mientras que otros sostenían banderas de paz.
Muchos gritaban: “Somos el pueblo” y otros pedían al presidente estadounidense, Donald Trump, y al presidente ruso, Vladimir Putin, que “liberaran” a Alemania.
En una escena que se inscribirá en la historia del país, un grupo que portaba la “Reichsflagge”, la bandera negra, blanca y roja del imperio alemán que sirvió de base para la utilizada por el régimen nazi, atravesó una barrera policial e intentó entrar al Reichstag, el edificio del Parlamento.
Fue una escalada aterradora en una serie de protestas contra la respuesta del país a la pandemia, que comenzaron en abril en la ciudad suroeste de Stuttgart. Desde entonces se han extendido por todo el país, con un éxito variable, ya que a veces han congregado a 250 personas y otras hasta 5000. A principios del mes pasado, cruzaron un umbral: más de 30.000 manifestantes se reunieron en Berlín el 1.° de agosto.
Estas manifestaciones son un misterio. Uno de los aspectos más extraños al respecto es que casi no hay motivos para protestar: la mayoría de las restricciones, que nunca fueron tan estrictas como en otros países europeos, ya no están en vigor.
¿Quiénes son los manifestantes?, ¿qué los lleva a las calles?, ¿están ahí para quedarse?
Una figura central es Michael Ballweg, un empresario de Stuttgart que dirige una empresa de software. Ballweg, que no respondió a una solicitud de entrevista, es el fundador de Querdenken 711, "Querdenken" significa “pensamiento lateral” y 0711 es el código de área de Stuttgart, la organización donde se han registrado la mayoría de las manifestaciones, incluida la del sábado (aunque la gente puede reunirse y protestar sin pedir permiso a las autoridades en Alemania, todas las protestas en espacios públicos abiertos deben registrarse ante la policía con antelación).
“Estoy aquí hoy”, declaró Ballweg en su discurso de apertura de la manifestación de Berlín del 1.° de agosto, “porque no me gusta el mundo que me presenta el gobierno federal”, un mundo que describió como de control, restricciones y miedo. Aunque no cuestiona abiertamente la existencia del virus, afirma que es menos peligroso de lo que asegura el gobierno y que las restricciones son excesivas. “No hay ninguna pandemia”, afirmó.
Parece creer en teorías conspirativas. Durante su discurso de apertura, Ballweg aparentemente hizo referencia al grupo estadounidense QAnon, cuando recitó una frase usada con frecuencia en las publicaciones de redes sociales vinculadas al grupo: “Donde va uno, vamos todos”. También mencionó a Trump, quien muchos esperaban que los “salvaría a todos” y se decepcionaron al verlo promocionar el uso de cubrebocas.
Ballweg es la punta del iceberg
En una protesta en Stuttgart el 9 de mayo, Ken Jebsen, un exlocutor de radio pública que fue despedido por hacer comentarios antisemitas y se convirtió en un conocido youtuber, afirmó que el virus era “un caballo de Troya” diseñado para “hacer al Estado y a los cabilderos y a las compañías que los asesoran aún más poderosos, y quitarles a los ciudadanos aún más poder”.
Muchos comparten esa opinión. Wolfgang Wodarg, médico y exdiputado del Parlamento por el Partido Socialdemócrata, a quien los manifestantes citan con frecuencia, afirmó, entre otras cosas, que las nuevas vacunas alterarían “genéticamente” a las personas y dijo que la cobertura mediática de la pandemia era parte de un esfuerzo para beneficiar a la “codiciosa” industria farmacéutica.
La mayoría de los manifestantes comparten el escepticismo sobre el peligro del virus. A veces eso es relativamente benigno: una manifestante de Hamburgo, por ejemplo, dijo que dudaba de la gravedad del virus porque no podía ver de inmediato ni los hospitales abarrotados ni “a nadie desmayándose” en las calles. No obstante, ese escepticismo, alimentado por las teorías de la conspiración y exacerbado por la desconfianza en los medios de comunicación tradicionales, equivale a una potente visión del mundo.
No es de sorprender que las protestas hayan atraído a una buena cantidad de adeptos a la extrema derecha.
Los grupos de extrema derecha apoyaron la manifestación multitudinaria del 1.° de agosto en Berlín, ya que, por ejemplo, organizaron viajes a la ciudad e incluso dominaron algunas de las manifestaciones anteriores, y más pequeñas, en la capital. Algunos actos, a los que incluso han asistido funcionarios del partido populista de extrema derecha Alternativa para Alemania, han contado con los discursos de figuras como el youtubero de extrema derecha y antisemita Der Volkslehrer (el maestro del pueblo).
La manifestación del sábado, que resultó ser un desfile de líderes de extrema derecha, tanto habituales como recién llegados, llevó las cosas más lejos. Los grupos de derecha salieron en mayor número que hace cuatro semanas y se comportaron con mayor agresividad, por lo que llegaron incluso a intentar entrar en el edificio del Parlamento.
A pesar de ello, los manifestantes en general no son fieles seguidores de la derecha, si bien comparten algunas características con ellos. Los que se han visto afectados económicamente por el confinamiento (por ejemplo, las personas que han perdido sus empleos en el sector de servicios) “no están yendo en masa a las protestas”, me dijo Simon Teune, sociólogo de la Universidad Técnica de Berlín que ha estado estudiando las manifestaciones.
“Tengo la impresión de que, en su mayoría, se trata de personas de clase media con una educación superior al promedio”, aseveró Teune.
A pesar de todo lo que comparten en perspectiva y posturas socioeconómicas, los manifestantes están lejos de estar unidos: puede que sea exagerado hablar de un nuevo movimiento en contra del confinamiento. “Supongo que tanto las protestas como sus líderes desaparecerán de nuevo”, dijo.
“Para formar un movimiento político a largo plazo y más organizado les falta un objetivo común”, agregó.
Detrás de esta extraña coalición de ciudadanos comunes, teóricos de la conspiración y partidarios de la extrema derecha está la creencia de que han descubierto una verdad oculta, que se ha ignorado u ocultado de manera deliberada, que es el mismo impulso que alimenta los movimientos populistas en todo el mundo. Tal convicción, señaló Teune, puede desembocar en violencia.
Además, la profundidad de la desconfianza en el gobierno y los medios tradicionales es preocupante. La tecnología es un factor importante: las protestas probablemente no serían posibles sin los entornos cerrados de los canales de Telegram y los grupos de WhatsApp, además de que serían impensables sin el algoritmo de YouTube, que sigue mostrando más y más de lo mismo una vez que se ha visto el primer video de Wolfgang Wodarg.
Este fin de semana le dio a Alemania mucho en que pensar. Aunque las protestas en sí mismas quizá desaparezcan, el sentimiento de resentimiento por la sospecha, y las herramientas que lo alimentan, seguirá presente.
Por: Anna Sauerbrey