¿Qué es un hogar? ¿Son los materiales que usamos para hacer la estructura o las cosas que ponemos dentro? ¿Es la gente que ocupa el espacio o los recuerdos que acumulamos ahí?
Esta pregunta tiene significados muy distintos para la gente que se ha quedado sin techo, una de las manifestaciones más vergonzosas de la desigualdad en Estados Unidos.
Les hice esta pregunta a los hombres y las mujeres que viven en un campamento para indigentes a las afueras de Ithaca, Nueva York, y en un desarrollo de viviendas sin fines de lucro cerca de Newfield para hombres que acaban de perder su casa.
Quería saber a qué se habían aferrado las personas que habían perdido tanto. Así que les pregunté: ¿tienes algo que te dé alegría, algo sin lo que no puedas vivir, algo que hayas llevado contigo a lo largo de los años, algo que te haga sentir un poco más como en casa?
Pensé en las cosas que he acumulado a lo largo de los años. En el fondo de un cajón sigue la primera navaja de bolsillo que me regaló mi padre. Mi madre tiene mi animal de peluche favorito en algún lugar de su sótano.
Mi hijo les ha dado vuelta a las páginas de algunos de los libros que yo leí cuando tuve su edad. Doy por sentadas estas cosas, así como la continuidad y estabilidad que representan.
Algunas de las personas con las que platiqué pudieron identificar objetos similares. Me mostraron fotos de sus hijos o recuerdos como una hebilla de The Grateful Dead.
Sin embargo, con mayor frecuencia, la gente quedó confundida con la pregunta. Atesorar objetos materiales era un lujo que pocos podían permitirse.
La mayoría de la gente que encontré en tiendas de campaña y casuchas improvisadas hechas de chatarra en el terreno lodoso e infestado de pulgas que está detrás del Walmart, una zona conocida como La Selva (The Jungle), había perdido todo en algún momento de su vida.
Las personas que habían caído en la cárcel vieron sus vidas arruinadas en un instante. Todos conocían el dolor que conllevan el apego y la pérdida; muchos lo habían vivido varias veces.
La mayoría dijo que era la gente en sus vidas, no sus posesiones, lo que hacía que este terreno enlodado y lleno de basura desparramada se sintiera como su hogar.
Christine comentó que su perro, Rebel, un musculoso bulldog americano, era lo más importante en su vida. Sin embargo, después de platicar un rato mencionó el agua corriente y cómo la gente la da por sentada.
Para ella, una ducha solar instalada al aire libre era una aproximación distante y un pequeño lujo. En un árbol cercano, un cactus en una maceta colgaba de un gancho de plástico y aportaba un toque de color a su paisaje beige sin follaje.
Sentado en un montón de virutas de madera, un hombre que dijo llamarse Lazy (flojo), pero que parecía todo menos flojo, deslizó el cinturón de unos pantalones que le quedaban muy grandes para mostrarme su hebilla de The Grateful Dead.
Me dijo que le recordaba los conciertos a los que fue de joven y una época en la que la vida era más amable.
Jeff recordó que le dieron una lata con las pertenencias de su padre cuando era adolescente y que en ella estaba el dije que solía usar. Era lo único que Jeff siempre tenía cerca, pero en algún momento lo perdió.
Lo recreó en piedra y luego en madera, pero también perdió o le robaron las réplicas, así que finalmente se lo tatuó en la muñeca para nunca estar sin él.
Sentado en la oscuridad, Cameron le arrancó una tonada melancólica a una kalimba con una inscripción, un regalo de su madre y un recordatorio de un capítulo doloroso en su relación.
En la década de 1970, la lámpara-llavero en forma de pingüino de Wild Bill le ayudaba a abrir la puerta de su casa rodante en la oscuridad. Steven atesoraba una fotografía de su hijo cuando era bebé, de la última vez que lo vio. El marco dice “Navidad de 2013”.
Fred llevaba una representación de sí mismo en forma de cráneo en el dedo medio de la mano izquierda, un anillo que le hizo un artista y que es uno de muchos que nunca se ha quitado.
Representan una cronología de los viajes y recuerdos de su vida. Ozy me mostró una pesada bola azul que había guardado durante veinte años porque le recordaba a su perra, Shandi.
Muchas personas hablaron de los animales en sus vidas como compañeros leales que nunca los criticaban y les ayudaban a sortear las épocas más difíciles con el amor incondicional y la seguridad que les ofrecían.
Algunas personas hablaron de objetos, pero más por su utilidad que por su valor sentimental.
Cuando me iba de La Selva, Christine apuntó hacia un nido de petirrojo en un carrito de supermercado. Un par de polluelos estaban acurrucados entre latas de sopa de verduras, a la espera del regreso de su madre.
Rebel fue a investigar. Nos preguntamos por qué los pájaros elegirían ese lugar para hacer su nido, tan frío, austero y vulnerable.
Eso me recordó mis propias ideas equivocadas sobre lo que convierte un sitio en un hogar en un mundo tan distinto al mío.
Una nota sobre las fotografías: Los objetos tienen al lado textos que escribieron a mano sus dueños o un amigo.
Por: Damon Winter