Hispanos sufren un nivel desproporcionado del impacto de la pandemia: los médicos en EEUU

Sáb, 09/05/2020 - 17:41
Los hispanos, cerca de la mitad de los analizados, tuvieron 20 veces más probabilidades que otros pacientes de ser diagnosticados con el virus.
Créditos:
Ruth Fremson/The New York Times

Eva Galvez trabaja como médico familiar en una red de clínicas en el noroeste de Oregón, donde han estado transitando pacientes de bajos ingresos para un hisopado nasal durante las últimas semanas con el fin de que les realicen una prueba para el coronavirus.

Galvez se quedó estupefacta con los resultados. Los hispanos, cerca de la mitad de los analizados, tuvieron 20 veces más probabilidades que otros pacientes de ser diagnosticados con el virus.

 

 

“Esta diferencia de verdad me inquietó”, comentó Galvez, quien quiso tratar de entender lo que podría explicar esa diferencia.

Es un tema que están analizando los epidemiólogos de todo el país a medida que surgen cada vez más pruebas de que el coronavirus ataca con mayor fuerza a los hispanos, y a algunos otros grupos, que incluyen a los afroestadounidenses.

Oregón es uno de los muchos estados donde los hispanos están sufriendo un nivel desproporcionado del impacto, y los efectos se perciben entre los inmigrantes y los hispanos provenientes de familias estadounidenses multigeneracionales.

En Iowa, los hispanos representan más del 20 por ciento de los casos de coronavirus pese a que solo son el seis por ciento de la población. En el estado de Washington, los hispanos conforman el trece por ciento de la población, pero el 31 por ciento de los casos. En Florida conforman un poco más de una cuarta parte de la población, pero representan dos de cada cinco casos cuando se conoce la procedencia étnica.

Como la mayoría de los pacientes de las clínicas del Centro de Salud Virginia Garcia en Oregón son relativamente pobres, independientemente de sus antecedentes étnicos, Galvez determinó que los ingresos no eran la razón de esa diferencia.

Los expertos en salud pública afirman que tal vez los hispanos sean más vulnerables al virus como resultado de los mismos factores que han puesto en peligro a las minorías en todo el país. Muchos tienen empleos de bajos ingresos en el sector de servicios que los obliga a trabajar durante la pandemia interactuando con el público.

Además, una gran cantidad no tiene acceso a la atención médica, lo cual contribuye a que existan tasas más elevadas de diabetes y otras enfermedades que pueden empeorar el contagio.

El mes pasado, Oregón amplió los criterios para la aplicación de las pruebas con el fin de darles prioridad a los hispanos y a otras minorías, haciendo alusión al riesgo más elevado que plantea el virus debido a las “antiguas desigualdades sociales y sanitarias”.

En las clínicas Virginia Garcia, Galvez ve esas desigualdades entre los pacientes todos los días.

“Nos dimos cuenta de que lo que está provocando estas diferencias debe ser la manera en que viven y trabajan los hispanos”, señaló Galvez, quien labora en la clínica de Hillsboro, en las afueras de Portland.

Carlos, un guatemalteco indocumentado en Estados Unidos que fue uno de los pacientes de la clínica, nunca dejó de reportarse a su trabajo de limpieza en los grandes supermercados, incluso después de que comenzó a toser y a sentirse mal, afirmó su esposa, Blanca, quien no quiso que se publicara su apellido debido a su situación migratoria.

Su esposo se automedicó jarabe para la tos, pero su estado se deterioró con rapidez, y cuando finalmente lo llevó a toda prisa al hospital, ya tenía dificultades para respirar. El 1 de abril, falleció por la COVID-19. Ahora, Blanca, su hermano y el hijo de la pareja de 13 años de edad también han dado positivo para el virus.

La situación de las clínicas en el noroeste de Oregón solo cuenta una parte de la historia de los 60 millones de hispanos del país, quienes tienen una amplia gama de historiales y de estilos de vida —recién llegados o familias de varias generaciones en el país, profesionales de altos ingresos o trabajadores agrícolas pobres— y los efectos del coronavirus ya se ven en esa amplia variedad.

 

 

Las diferencias son más grandes en estados como Oregón, Washington y Utah donde hay comunidades más recientes y menos estables de hispanos, en comparación con estados como Carolina, Arizona y Nuevo México. En algunos estados, que incluyen Arizona y Texas, los datos estatales muestran que los hispanos se están enfermando en proporciones cercanas a su porcentaje de población.

En Nuevo México, los hispanos, quienes conforman la mitad de la población y han habitado en ese estado durante mucho tiempo, tienen casi el mismo número de casos que los blancos en relación a su población.

“No todos los hispanos están en las mismas condiciones”, señaló Daniel López-Cevallos, profesor de estudios sobre los hispanos y la equidad de la atención médica en la Universidad Estatal de Oregón.

Afirmó que es más probable que un mayor número de hispanos en los estados con comunidades establecidas tengan empleos de clase media o un patrimonio que les ayude a superar la pandemia sin tener que trabajar fuera de casa.

Los datos de varios estados toman un rumbo inesperado: señalan que pese a que tal vez tengan tasas más elevadas de contagio, los hispanos en general han estado muriendo a consecuencia del virus a un ritmo menor que el reportado en otros grupos.

No obstante, los expertos dicen que esos datos duros restan importancia a los riesgos para las personas que se enferman, puesto que no toman en consideración que la población de hispanos, el segundo grupo étnico más grande del país, es significativamente más joven que otros grupos.

También ha habido muchos menos fallecimientos entre los jóvenes a consecuencia de un virus cuya letalidad aumenta de manera pronunciada con la edad de las víctimas.

Sin embargo, según lo que descubrieron los funcionarios de California cuando hicieron un análisis más detallado, entre los hispanos adultos, las tasas de mortalidad pueden ser mucho más elevadas.

En ese estado, los hispanos, que conforman el 39 por ciento de la población, representan casi la mitad de todos los casos reportados, pero solo el 35 por ciento de los fallecimientos, lo que ubica su tasa de mortalidad general un poco por debajo de la de las personas blancas que no son hispanas.

Pero cuando los funcionarios de salud pública de California analizaron más a fondo, descubrieron que en todos los grupos de edades mayores de 17 años, los hispanos estaban muriendo en cantidades considerablemente más altas que los blancos, y lo mismo sucedía con los afroestadounidenses.

Ni siquiera en Oregón parece que los hispanos están sufriendo de igual forma los efectos del virus. Galvez, quien es mexicoestadounidense, vive en un vecindario de clase media. “El COVID-19 no ha atacado a mis amigos cercanos ni a mi familia de la misma manera en que lo ha hecho con la comunidad que yo atiendo”, comentó.

El 11 de marzo, en las clínicas Virginia Garcia comenzaron a analizar pacientes con síntomas de COVID-19 en siete centros.

Hasta ahora han realizado pruebas a 397 hispanos y a 281 no hispanos en Washington y en el condado vecino de Yamhill, otro centro agrícola. Un total de 87 hispanos, el 21,9 por ciento, han dado positivo, en comparación con tres no hispanos o el 1,1 por ciento.

Hazel Wheeler, un gerente de la clínica que ha analizado los datos, consideró que los resultados eran “desconcertantes”.

“Atendemos a la gente pobre que vive en la misma zona geográfica y gana más o menos lo mismo”, señaló.

No obstante, había factores diferenciadores más profundos.

La mayoría de las personas no hispanas a las que el personal de la clínica les ha realizado pruebas han estado trabajando desde casa, o permaneciendo en su casa porque las han suspendido o despedido, por lo general con prestaciones de desempleo, y tuvieron la oportunidad de mantenerse alejadas de toda la gente excepto de los miembros más cercanos de su familia.

 

 

Por otro lado, la mayoría de los pacientes hispanos han seguido trabajando en la primera línea y muchos habitan en viviendas hacinadas o en condiciones muy precarias.

A Rafael Castillo, un albañil de 37 años, en fechas recientes lo diagnosticaron con el coronavirus junto con dos de sus compañeros hispanos de la cuadrilla de construcción.

“La verdad es que no sé cómo nos contagiamos”, comentó Castillo, quien tiene tarjeta de residencia y ha vivido en Estados Unidos durante dos décadas. “Cuando comenzó la enfermedad, nuestro jefe nos dijo que trabajáramos alejados unos de otros. Además, usábamos gel antibacterial y nos lavábamos las manos”, afirmó.

Después de que dio positivo, su esposa, Yanet Gonzalez, también contrajo el virus. Ahora, Castillo, quien gana alrededor de 3500 dólares al mes y vive en una casa rodante, dice que su principal preocupación es que sus dos hijos no se enfermen.

La familia comparte la ducha de su casa móvil ubicada en Cornelius, Oregón, la cual tratan de desinfectar cada vez que se usa.

 

Por: Miriam Jordan y Richard A. Oppel Jr.

Creado Por
The New York Times
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