Durante sus días que parecen interminables como enfermero en la sala de Covid-19 en una clínica romana, Alessio Fantini debe estar completamente cubierto con un equipo de protección especial, que no se puede quitar ni siquiera para tomar un vaso de agua o tomar un breve descanso en el baño.
Cuando Fantini se quita la bata, los guantes dobles y la máscara al final de su turno de 12 horas, no puede dejar atrás la soledad que presencia mientras trata a sus pacientes, todos infectados con coronavirus.
El virus letal ha golpeado con fuerza a Italia desde finales de febrero, llevando al sistema de salud del país al colapso y cobrando más de 27.000 vidas, especialmente entre los ancianos.
“Estaba acostumbrado a lidiar con la muerte casi a diario, ya que trabajaba para un hospicio que proporcionaba cuidados paliativos en el hogar a pacientes terminales”, dijo Fantini, un enfermero de 30 años con experiencia psiquiátrica, a la Agencia Anadolu. “Pero esto es completamente diferente y, a veces, difícil de soportar”.
Fantini admite que vive con el temor diario de ser infectado, pero no lamenta su decisión de unirse al equipo especial anti-coronavirus, creado por su clínica para ayudar a enfrentar el brote del virus.
El joven romano es solo uno de los miles de médicos, enfermeras y trabajadores de la salud que luchan en la primera línea contra el brote en Italia, que sigue siendo el segundo país que ha reportado más muertes a causa del coronavirus.
Hasta el momento, al menos 150 operadores de salud han perdido la vida mientras trataban a pacientes infectados en hospitales y clínicas italianas, una cifra sombría que sigue aumentando cada día. Casi 17.000 trabajadores de la salud han sido infectados, a menudo debido a la falta de equipos de protección adecuados.
Una elección instintiva
A pesar de los altos riesgos que enfrenta todos los días, Fantini no dudó cuando recibió una llamada especial de ayuda de su clínica a fines de marzo.
“Inmediatamente acepté convertirme en un enfermero que trata a pacientes con Covid-19”, dijo. “Esa fue una decisión instintiva, fue parte de mí”.
Fantini explicó que había elegido su trabajo hace seis años porque quería ayudar a la gente: “decir que no habría estado en contra de mi conciencia”.
Sin embargo, no esperaba ver que su vida cambiara tan dramáticamente, después de que comenzó a atender a 20 pacientes infectados, luchando por encontrar formas de establecer un contacto personal con ellos.
“Somos todo lo que tienen, pero a menudo ni siquiera pueden escuchar nuestras voces o ver nuestros ojos, detrás de la máscara”, dijo Fantini. Hizo hincapié en que todos los pacientes infectados están separados de sus familias y ni siquiera pueden recibir un último adiós.
En la clínica privada donde trabaja, solo dos pacientes, ambos mayores de 70 años, murieron por la nueva cepa de coronavirus.
En uno de los dos casos, Fantini tuvo que seguir un procedimiento de desinfección que lo conmovió profundamente, dejando una marca indeleble en su mente y en su alma.
Los procedimientos especiales de salud requieren que los cuerpos de las personas que mueren por coronavirus se desinfecten en la cama después de estar desnudos, usando una ducha especial de bio-cloro. Posteriormente, son trasladados en bolsas y entregados a los trabajadores funerarios.
“La percepción es que estas personas se ven privadas de su propia dignidad. Eso también les sucede a sus seres queridos, que ni siquiera pueden rendir homenaje a sus cuerpos por última vez”, dijo Fantini con voz temblorosa. “Es difícil poner un cuerpo humano en una bolsa”.
Fantini y sus colegas, sin embargo, intentan encontrar rayos de luz ocasionales en estos días oscuros y a veces tienen éxito.
“Tratamos de animar a la gente, bromeamos y reímos, incluso si a veces no pueden vernos”, relató el enfermero. “Necesitamos curar el alma, no solo el cuerpo”.
Para permitir que los pacientes los reconozcan a pesar de las máscaras y las batas, los enfermeros han inventado algunos trucos divertidos. Fantini, que es un jugador de fútbol alto y atlético, a veces usa una capa con el logotipo de Batman en la espalda.
“Eso es obviamente irónico. Es una forma de mantener la moral alta”, explicó. “Puedo ser Batman para mis pacientes, pero no quiero ser considerado un héroe. Ese es mi trabajo y simplemente lo hago por pasión”.
Fantini recientemente llamó la atención en las redes sociales con una publicación de Facebook en la que expresó emociones encontradas, incluida la ira. El mensaje se volvió viral rápidamente, con más de 40.000 reacciones en pocas horas.
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Lo publicó al final de uno de sus agotadores días, uno especial porque la clínica donde trabaja había registrado la primera muerte entre sus pacientes.
Fantini recordó “la desolación en los ojos de mi colega, el abrazo al final del turno, los signos en mi rostro y ese olor a lejía que ahora es parte de mí”.
Luego le pidió a la gente dejar de quejarse y ser conscientes de la suerte que tienen, al estar en casa con sus seres queridos.
En un esfuerzo desesperado por contener el brote masivo, el Gobierno italiano impuso en marzo un bloqueo casi total que obligó a la mayoría de los italianos a quedarse en casa.
“Estaba enojado con dos tipos de personas: las que no respetan las reglas de la cuarentena, se ponen en riesgo a sí mismas y a los demás, y las que se quedan en el sofá y se quejan de cosas inútiles. En el último mes aprendí lo que realmente importa”, aseveró Fantini.
En medio de lo que denominó “nuestra guerra contra el virus”, recordó algunos momentos increíbles.
“Ahí es cuando nos enteramos de que nuestros pacientes han resultado negativos, o cuando logramos descartar a uno de ellos. Recibir un abrazo en uno de esos días es como ganar la Copa del Mundo, de nuevo”.
