Dilema entre científicos y economistas por apertura o más contagios

Mié, 13/05/2020 - 16:01
La crisis económica ha llevado a los gobernantes a flexibilizar el confinamiento sin importar que aún la vida está en riesgo con el virus en ascenso.
Créditos:
Misha Friedman/The New York Times

Millones de trabajadores y propietarios de pequeñas empresas que no pueden tener ingresos mientras están resguardados en sus casas, se enfrentan a la ruina económica. Así que, con el fin de atenuar el problema, decenas de estados están flexibilizando el confinamiento.

La mayoría ni siquiera ha cumplido con los requisitos mínimos para hacerlo de manera segura, y algunos están reactivándose, aunque siguen aumentando los casos de coronavirus, lo cual es una receta para el desastre.

Muchos científicos dicen que es posible que la temida “segunda ola” de contagios no espere hasta el otoño, sino que podría convertirse en una tormenta de pequeñas olas que azoten de manera impredecible a todo el país.

 

 

No obstante, continuará la reanudación de actividades. Según los científicos, ahora el tema es si el país puede reducir el daño al mínimo con la adopción inteligente de nuevas tácticas.

Cada vez hay más indicios de que los cubrebocas, si todos los usan en lugares públicos, son mucho más eficaces para detener la transmisión de lo que antes se decía. Los exámenes siguen siendo totalmente inadecuados en todo el país, pero pruebas de uso casero como las de hisopado nasal y las de saliva pueden ofrecer una idea más clara de dónde está el virus.

Los estadounidenses hacen fila para obtener las pruebas de anticuerpos que podrían revelar quiénes tienen cierta inmunidad. Los estudios iniciales (pero aún controvertidos) indican que quizás haya más estadounidenses con anticuerpos de lo que se pensaba al principio.

Los empleadores se están dedicando a diseñar lugares de trabajo más seguros. Se ha encontrado un tratamiento antiviral moderadamente eficaz y los laboratorios de todo el mundo están buscando una vacuna a una velocidad sin precedentes.

Pero, aunque todavía sea posible mitigar el impacto de la reanudación de actividades, incluso esa meta es difícil para el país.

Como el clima ya es más cálido, los estadounidenses están teniendo problemas para quedarse en casa o permanecer a una distancia de dos metros en las playas concurridas, las rutas de senderismo y los parques infantiles.

Muchos se rehúsan a usar cubrebocas y los gobernadores y alcaldes han dudado si deben obligarlos a hacerlo.

Se encuentran disponibles cincuenta marcas de pruebas de anticuerpos, pero muchas son imprecisas.

Muchos estados se están apresurando a hacer que los empleadores y los comerciantes creen un ambiente seguro. Además, los cierres de emergencia se han entrelazado con la política partidista y algunos extremistas libertarios, defensores del derecho a portar armas y activistas antivacunas los califican como una violación a las libertades individuales.

Los fallecimientos ya rebasaron por mucho los 60.000 previstos para agosto. Incluso el presidente Donald Trump ha comenzado a hablar de una cantidad que podría llegar a los 100.000, o tal vez más.

Algunos modelos epidemiológicos predicen el triple de eso en pocos meses, más cerca de los 240.000 que fueron pronosticados en marzo por el equipo de trabajo de la Casa Blanca que se encarga del coronavirus, antes de que empezaran a usar un modelo más optimista.

“No estamos reanudando las actividades con bases científicas”, señaló Thomas R. Frieden, quien fue director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) durante el gobierno de Obama. “Estamos reiniciando por cuestiones políticas, ideológicas y por la presión de la población. Y no creo que esto termine bien”.

 

Todo bien, al principio

 

Los efectos de la reactivación no se verán de inmediato y, a falta de pruebas generalizadas, será difícil saber cómo está el país en la lucha contra el virus.

Los recién contagiados tardan de dos a tres semanas en enfermarse de gravedad y requerir hospitalización.

“Me preocupa que en esos estados donde se reanudarán las actividades muy pronto, la gente se quede en casa lo suficiente como para evitar una segunda ola inmediata. Otros estados podrían ver eso y sacar conclusiones equivocadas”, comentó Leana Wen, excomisionada de salud de Baltimore.

Se ha comprobado la eficacia del distanciamiento social para frenar la transmisión del virus en los lugares donde se adoptó. Pero ahora, incluso los neoyorquinos, que estaban aterrados y que se encuentran en el epicentro del brote, ya se están cansando de esa medida.

A nivel nacional, todos los días se siguen confirmando unos 25.000 casos nuevos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus.

La mayoría de los requisitos para reanudar las actividades establece que en un estado debe presentarse una disminución de casos al menos durante catorce días, antes de siquiera considerar la reactivación. Casi ninguno de los estados que ahora están reiniciando actividades ha cumplido con ese criterio básico.

 

 

Como mínimo, el estado debe hacer suficientes pruebas aleatorias para detectar un aumento de casos en cualquier lugar dentro de sus fronteras. De otra manera, la primera señal inequívoca de que algo está mal será el ulular de las sirenas cuando los pacientes que necesiten oxígeno sean trasladados a la sala de urgencias.

Un modelo de la Universidad de Harvard propone aumentar las pruebas a 20 millones por día a nivel nacional con el fin de detectar los brotes de manera oportuna.

El almirante Brett P. Giroir, director de la estrategia de las pruebas del equipo encargado del coronavirus, dijo recientemente que “no había forma alguna” de que se alcanzara esa meta, y que, para junio, podría ser posible hacer ocho millones de pruebas al mes, o cerca de 270.000 al día.

Por ahora, es inconcebible la ambiciosa meta de rastrear los contactos de todas las personas infectadas. Los modelos epidemiológicos en Estados Unidos y los datos de China indican que cada caso genera aproximadamente 50 contactos, así que los 25.000 casos nuevos diarios en Estados Unidos generan 1,3 millones de contactos que hay que encontrar cada día.

Según el grupo de defensoría Masks4All, hacer obligatorio el uso de cubrebocas tiene muchas posibilidades de reducir la transmisión, según las nuevas evidencias no solo de Asia, donde el uso de cubrebocas ha sido común desde hace mucho tiempo, sino de la República Checa, Alemania, Israel y otros países.

El error más grande cometido en Estados Unidos y en algunos países europeos que ha hecho que fracase su control de la epidemia “es que la gente no usa cubrebocas”, sostuvo George F. Gao, el director del Centro de Control de Enfermedades de China, quien estudió en las universidades de Oxford y Harvard.

Este tema se ha visto inmerso en la política: el presidente no quiere usarlo, algunos manifestantes lo han comparado con los velos musulmanes y el cliente de un supermercado que obligaba al uso de cubrebocas decidió utilizar una capucha del Ku Klux Klan.

 

Requisitos que no se cumplen

 

A falta de reglas claras a nivel nacional para la reanudación de actividades, los gobernadores están estableciendo las propias, y algunos permiten que haya contacto personal mucho más cercano que en otros.

Por ejemplo, en diecinueve estados ya es o será posible pronto ir a cortarse el cabello o teñirse las raíces. Muchos estados están permitiendo que vuelvan a abrir los restaurantes con algunas restricciones.

En cambio, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, se ha negado a dar una fecha para relajar las restricciones en todo el estado, aunque se autorizará que tres regiones reinicien sus actividades el viernes.

Florida, Tennessee y Texas están reanudando actividades mientras sus casos y fallecimientos están llegando a nuevos máximos lo que, según los expertos, significa que es imposible saber cuándo alcanzarán su punto máximo o cuán alto será.

Los frustrados estadounidenses casi no se dan cuenta de lo laxas que son las restricciones en el país comparadas con las que se han impuesto en otros lugares.

 

 

En China, durante meses, solo permitían salir de casa a pequeños grupos de trabajadores esenciales.

No se autorizó que ninguna ciudad de China se reactivara hasta que pasaran catorce días sin ningún caso nuevo, un requisito que no se espera que cumpla ninguna ciudad de Estados Unidos.

Si aumentaran las muertes en Estados Unidos podrían imponerse, en teoría, medidas estrictas como esas.

La influenza española de 1918 nos deja algunas lecciones.

En un nuevo análisis de la epidemia, desarrollado por la Oficina Nacional de Investigación Económica en Cambridge, Massachusetts, se concluyó que diversas medidas de confinamiento tuvieron un “éxito evidente” para reducir las tasas de fallecimientos. Pero al final no lograron frenar la mortalidad global en la mayoría de las ciudades debido a que las restricciones se levantaron de manera prematura.

“La lección para la pandemia en curso en 2020 es que, a fin de reducir los decesos globales, esas intervenciones tienen que mantenerse por un tiempo bastante más prolongado que unas cuantas semanas”, escribió el destacado economista Robert J. Barro.

 

Experimentos sin control

 

Frieden, el ex director de los CDC, ahora encabeza el grupo de defensoría de la salud pública Resolve to Save Lives que ha publicado lineamientos concretos para la reactivación.

“Todos los días veo los dos modelos que abordan el asunto”, comentó. “El modelo de China, que significa usar el método más autoritario del mundo y el mejor sistema digital de rastreo para perseguir y frenar todos los casos y luego esperar a que haya una vacuna. Hasta ahora, está funcionando”.

Por el contrario, Suecia está intentando lograr la “inmunidad colectiva” al permitir que las personas jóvenes y sanas se contagien a ritmos que esperan que sean lentos y constantes. Las escuelas primarias están abiertas, las de educación superior están cerradas, a todos les piden que sean cautelosos en lugares públicos, y a los adultos mayores los invitan a que permanezcan en su casa.

 

 

“Y luego”, añadió, “está el enfoque estadounidense, que es: ‘Al diablo… escuché algo en Fox News. ¡Vamos a probarlo!’”.

Sin embargo, Suecia está pagando un precio alto, y Frieden considera su éxito como algo que “aún está por determinarse”.

Hasta el domingo, la tasa de mortalidad per cápita era de 319 por cada millón de suecos, que es más alta que la cifra de Estados Unidos, la cual es de 242 por cada millón de habitantes.

Permitir que 50 estados y más territorios hagan experimentos contradictorios y descoordinados con respecto a la reanudación de actividades es “desafiar a la Madre Naturaleza a que te mate a ti o a algún ser querido”, señaló Frieden. “La Madre Naturaleza golpea al último, y golpea bien”.

 

Por: Donald G. McNeil Jr.

Creado Por
The New York Times
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