LA HABANA — Cuando el gobierno de Donald Trump anunció esta semana que había designado a Cuba como un Estado patrocinador del terrorismo, la reacción en La Habana fue inmediata y enérgica.
El gobierno cubano acusó a Washington de hipócrita y calificó la designación como un acto de “oportunismo político” por parte del presidente Trump para obstruir las relaciones entre Cuba y el gobierno entrante del presidente electo Joe Biden.
Sin embargo, más allá de la indignación, los cubanos están listos para seguir adelante, un sentimiento recalcado por su presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien tuiteó el martes 12 de enero que la decisión de Estados Unidos formaba parte de “los últimos coletazos de una fracasada y corrupta administración”.
El gobierno cubano y su pueblo esperan con ansias el cambio de gobierno en Estados Unidos.
La estrategia intransigente de Trump con el liderazgo cubano ha tenido como consecuencia una serie de restricciones en el turismo, las visas, las remesas, las inversiones y el comercio, lo que ha empeorado una economía ya de por sí pobre. La pandemia ha agravado los problemas, en gran parte por haber paralizado casi por completo el turismo, una de las principales fuentes de divisas extranjeras.
Ante la profunda escasez de artículos de primera necesidad como medicinas y alimentos, los cubanos se han visto obligados a formarse en filas durante horas con la esperanza de obtener las escasas existencias disponibles. Los suministros han disminuido tanto que el gobierno ha prohibido que las personas compren arroz más allá de sus asignaciones mensuales restringidas por el gobierno.
En medio de estas dificultades, muchos en Cuba esperan que Biden cambie la política de Estados Unidos de una manera que alivie la presión económica. El presidente electo no ha comentado mucho en público sus objetivos políticos para Cuba, aunque durante la campaña atacó la estrategia de Trump hacia La Habana, al decir: “Cuba no está hoy más cerca de la libertad y la democracia que hace cuatro años”.
Los asesores de Biden han admitido que una normalización de las relaciones con Cuba —en esencia un regreso a la distensión de la era de Obama— es la mejor estrategia para lograr un cambio positivo.
Parte del personal directivo de política exterior del equipo de transición de Biden —entre ellos Antony Blinken, el nominado de Biden para secretario de Estado, y Alejandro Mayorkas, el nominado de Biden para secretario de Seguridad Nacional— participó en las negociaciones con Cuba durante el segundo mandato del presidente Barack Obama.
“El equipo de Biden no se está aventando a esto sin experiencia previa”, dijo Rafael Hernández, politólogo y editor jefe de Temas, la revista de ciencias sociales más importante de Cuba. “Pueden retomar el consenso que crearon durante 2015 y 2016”.
Y esa es la esperanza de muchos en Cuba.
“Biden representa la esperanza de que lo peor ha terminado”, dijo Hal Klepak, profesor emérito de Historia y Estrategia en el Royal Military College de Canadá, quien vive en La Habana una parte del año. “Representa la posibilidad de una apertura renovada al estilo Obama. Representa escuchar a la CIA, al Pentágono y al Departamento de Seguridad Nacional sobre el valor de Cuba como amigo y colaborador y no como enemigo”.
La decisión de volver a colocar a Cuba en la lista de Estados acusados de patrocinar el terrorismo —una designación que la última vez se aplicó por más de tres décadas, hasta que Obama la retiró en 2015— coronó un incansable esfuerzo del gobierno de Trump de imponer restricciones económicas y diplomáticas a la isla.
El secretario de Estado Mike Pompeo y otros “trabajaron con el objetivo de derogar cualquier cosa que pudiera ser vista como un beneficio para el gobierno de Cuba”, dijo Ted A. Henken, profesor adjunto de Sociología en el Baruch College en Nueva York.
Aunque la compañía de Trump había estado buscando invertir en Cuba poco antes de que asumiera el cargo, como presidente ha castigado a la isla comunista con las sanciones más duras en más de medio siglo. A los cruceros estadounidenses se les prohibió atracar en la isla, se prohibieron las remesas provenientes de Estados Unidos y se impidió que los buques que transportaban petróleo desde Venezuela llegaran con su carga.
“Lo único que queda son las relaciones diplomáticas”, dijo Henken. “Todavía tenemos oficialmente relaciones diplomáticas con Cuba, a pesar de que en la práctica están congeladas”.
Estos esfuerzos del gobierno de Trump de revertir las iniciativas de Obama han retrasado el desarrollo del sector privado en Cuba y derrumbado los esfuerzos de empresas estadounidenses que habían intentado construir relaciones tras la distensión de la era de Obama, dijo.
Díaz-Canel, una figura discreta elegida por su predecesor, Raúl Castro, ha enfatizado la continuidad de la era Castro, pero también ha llevado a cabo reformas económicas.
El 1.° de enero, Díaz-Canel unificó el sistema de doble moneda de la nación a fin de que la laberíntica economía de la isla fuera más transparente y fácil de manejar para los inversores extranjeros. El año pasado, su gobierno le permitió al sector privado importar y exportar de forma directa, una medida que los analistas describieron como una respuesta pragmática a la crisis económica.
Díaz-Canel no ha hablado mucho, al menos públicamente, sobre la posibilidad de un deshielo político luego de que Biden asuma la presidencia. Pero el 8 de noviembre se refirió a la victoria de Biden con cierto tono de esperanza, al escribir en Twitter: “Reconocemos que, en sus elecciones presidenciales, el pueblo de EE. UU. ha optado por un nuevo rumbo. Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias”.
Al volver a colocar a Cuba en la lista de terrorismo, Pompeo citó el recibimiento en Cuba de 10 líderes rebeldes colombianos, junto con un puñado de fugitivos estadounidenses buscados por crímenes cometidos en la década de 1970, además del apoyo de la isla al líder autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro.
Mientras el gobierno cubano ha utilizado las redes sociales y los medios cubanos para criticar la designación de terrorismo, algunos cubanos han procesado la noticia con una frustración cansina.
“Estados Unidos está haciendo esto para que las cosas exploten aquí”, dijo Liber Salvat, un carpintero de 35 años del centro de La Habana, quien tiene tiempo sin trabajo y no ha podido conseguir madera desde el inicio de la pandemia.
“Sería mejor si nos ayudaran”, dijo.
Por: Ed Augustin y Kirk Semple / The New York Times