El Tíbet es una tierra de misterios, magia y espiritualidad, también conocida como el “ombligo del mundo”, un centro energético en el cual se cree tuvo origen la humanidad.
Situado al suroeste de la China a más de cuatro mil metros de altura en medio de las montañas del Himalaya, surgió una de las cunas del conocimiento sagrado sobre el alma del hombre, el desapego, la reencarnación y el dominio de la mente consciente.
De igual manera, aparece la meditación, los mantras y los mandalas junto con la sabiduría de los monjes lamas y sus enseñanzas orientadas a la práctica del conocimiento de sí mismos y la conexión con el amor armónico del universo.
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Estos son algunos de los aportes más profundos que la cultura tibetana le ha ofrecido a un mundo convulsionado y colmado de enfermedades del cuerpo, las emociones y el alma. Su objetivo siempre ha sido y será el de la trasformación interior para lograr la paz y la solidaridad entre todas las naciones.
Por eso, el budismo tibetano tiene sus raíces en una de las escuelas espirituales de la región conocida como Bön: la más primitiva creencia que relaciona al hombre con la naturaleza esencial.
Como herencia de esta antigua tradición, los budistas tibetanos conservaron y desarrollaron aptitudes de sanación integral en las dimensiones existenciales del ser humano, realizando este proceso ancestral de equilibro en cuatro pasos.
En primer lugar, se lanza un “mo”, es decir, una especie de oráculo (soga atada con varios nudos) y según la forma que adquiera al caer, es posible conocer las causas de las descompensaciones energéticas, al igual que los procedimientos más adecuados a la hora de tratar los síntomas de la enfermedad.
Después se hace una consulta astrológica para determinar el momento apropiado de la ceremonia, teniendo en cuenta los elementos chinos de la tierra, el agua, el fuego, el metal y la madera. Posteriormente, inician los rituales para limpiar las influencias desarmónicas y el karma de la persona.
Por último, los médicos del Tíbet elaboran medicinas a base de plantas consagradas al bienestar para estabilizar el cuerpo haciendo énfasis en la respiración consciente, la calidad de pensamientos orientados hacia el perdón y la erradicación de malos hábitos que son los causantes de muchas dolencias modernas.
Complementando esta sanación, existe un objeto llamado “tejido de la armonía espacial”, una telaraña de hilos multicolores elaborados exclusivamente por los sacerdotes con el propósito de equilibrar todos las áreas externas e internas de las personas, protegiéndolas de entidades oscuras.
El Dzyan: un enigmático libro sagrado
En el Tíbet se encontró uno de los libros más antiguos de la humanidad llamado Dzyan, que misteriosamente no posee ningún texto. Por el contrario, está lleno de símbolos místicos cuyo significado sólo lo podían comprender aquellas personas que lograron un despertar espiritual a través de la meditación, la oración y las acciones virtuosas, aplicando estas enseñanza para el beneficio de la comunidad.
Asimismo, uno de los distintivos más importantes de esta zona son las banderas de oración como legado de los Bön y se cuelgan en diferentes partes de los templos y espacios abiertos, con el propósito de que haya siempre una consonancia entre el cielo y la tierra, es decir, un mecanismo para mantener la conexión con lo divino.
En consecuencia, cada familia tiene un molino de viento llamado “de la felicidad” y las personas lo giran cada vez que se sienten agradecidos por todo lo que les brinda la existencia. Asimismo, el número de vueltas es proporcional al número de satisfacciones que tendrá en la vida.
Por otra parte, en las ventanas y puertas de las casas, dibujan una raya negra ancha para protegerla de la envidia de los enemigos y los infortunios que deban enfrentar en la cotidianidad.
Las características amorosas, alegres y bondadosas de estas gentes nativas del Himalaya, al igual que el comportamiento ético y moral de los monjes tibetanos, hacen de esta cultura una raza diferente en su trascendencia a otras dimensiones del mundo.
Más allá de la violencia
El sueño espiritual de muchos de los buscadores de sí mismos, era el de visitar las sagradas tierras tibetanas para encontrar la calma y la paz interior. Sin embargo, estos deseos fueron truncados en 1950 cuando el gobierno chino en cabeza de su líder comunista Mao Zedong, ordenó la invasión al Tíbet que comenzó en la ciudad fronteriza de Chamdo.
En ese entonces, el líder espiritual del Tíbet antes llamado Tenzyn Gyatzo y convertido en S.S. El Dalai Lama, se vio obligado a huir del Tíbet a fin de evitar una trampa ideada por el ejército chino. Por esta razón, tuvo que despojarse de su túnica roja y amarilla, camuflándose con un abrigo oscuro para pasar desapercibido entre la muchedumbre hasta lograr exiliarse en India.
A pesar de estas terribles circunstancias, la influencia de la cultura tibetana sigue extendiéndose entre los corazones de sus seguidores y adeptos, que suman más de treinta millones de personas en el mundo.
Esto demuestra, que hoy la obra espiritual continúa más viva que nunca. Además, reforzada por el premio Nobel de la Paz que le fue otorgado a S.S. El Dalai Lama en 1989 como un reconocimiento histórico a la excepcional labor que realiza esta iluminada alma en favor de la felicidad, la calma, la compasión y la armonía de la humanidad.
A pesar de la intransigencia de China que no ha permitido la visita de extranjeros al Tíbet, su pueblo sigue resistiendo de forma pacífica ante esta inmerecida opresión la cual nunca ha impedido la libertad mental y espiritual de esta nación.
Las historias tibetanas y su efecto transformador en occidente
Sin duda, la cultura tibetana es una valiosa mezcla de sabiduría, religión y política, complementada además por historias, cuentos y relatos que fueron transmitidos de forma oral de generación en generación.
De este modo, dejaron sembrado la semilla de la calma y la serenidad a un pueblo que seguirá sosteniéndose pues entienden que, por encima de todo, es su fuerza espiritual la que hará que tarde o temprano sus tierras, tradiciones y la nación misma les sean nuevamente restituidas.
A continuación, los invito a disfrutar de algunas historias cortas que podrían aumentar nuestra capacidad de reflexión, por lo que les sugiero leerlas varias veces para encontrar significados más profundos.
Pesadas cadenas
Era un monje que, a pesar de todos sus esfuerzos espirituales, no hallaba la paz interior.
Angustiado, el discípulo acudió a su maestro y le preguntó:
- ¿Cómo puedo liberarme?
El maestro contestó
- ¿Y quién te ata?
Una prisión muy particular
El personaje de este cuento es un hombre que había sido encarcelado. Una de sus únicas actividades diarias era asomarse a través de un ventanuco enrejado que había en su celda para mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, se pasaba horas allí. Y cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido e incluso intrigado. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
- ¿De qué te ríes a cada rato, día tras día? ¿Qué es lo que ves por tu ventanuco?
Y el preso contestó:
- ¿Cómo me haces esa pregunta? ¿Estás ciego? Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de las rejas?
Y cruzó las aguas …
En un pueblo del Tíbet, en las orillas del río Brahmaputra, había un asceta que se vanagloriaba de su capacidad para caminar sobre las aguas. De hecho, solía dar el espectáculo de cruzar el río sólo para dejarse admirar.
Un día, un monje de un pueblo vecino se detuvo en ese pueblo. El asceta corrió a su encuentro, y le dijo:
- Durante años me he ejercitado mucho espiritualmente. Me he sometido a ayunos, mortificaciones, penitencias y por fin he logrado caminar sobre las aguas.
El monje sólo respondió
- ¡Qué desperdicio de tiempo ha sido el tuyo, habiendo tantas barcas!