El amor es la fuerza universal que trasforma todas las cosas. Es un sentimiento contenido en la pasión, en los impulsos sexuales y la atracción física, química y emocional hacia una persona.
Además, se expresa en el idealismo romántico y está complementado con las fantasías eróticas reprimidas que muchas veces habitan en nuestro inconsciente.
El amor como valor nos muestra el camino de la bondad, la paz y el deseo de hacer las cosas para el bien del otro. El amor hacia uno mismo se denomina autoestima y cuando logramos fortalecerla sin los caprichos del ego, podemos vivir con alegría y bienestar.
El amor se simboliza con un corazón de color rojo colmado de ilusiones e inspiraciones románticas que, como todo en la vida, se pueden acabar con alguna decisión inesperada por parte de nuestra pareja, dejándonos sumidos en la más profunda tristeza y dolor. Precisamente, es en esta situación de desamor, cuando podemos pensar que esa persona literalmente “nos partió el corazón”.
Sin duda, el amor es un gran misterio que se puede sentir y casi nunca comprender. Esta es la razón que motiva a varios investigadores de la conducta humana, profesionales de la salud mental, consejeros espirituales y hasta filósofos a develar este gran misterio del alma humana, sin mucho éxito.
En mi opinión, considero que lo mejor para vivir la “magia” del amor es dejar a un lado las dudas y los prejuicios con el fin de “saltar al vacío”, impulsados por esa brújula intuitiva que nos indica el camino hacia la experimentación de estos sentimientos, sin darle cabida al miedo que es lo contrario al amor y, por ende, su propio verdugo.
Soy un ferviente admirador de los poetas, aquellos seres únicos “enamorados del amor” que nacen con el talento de describir las emociones y trasmitirlas a los lectores a través de inspiradores versos.
Me encanta la poesía en todas sus formas y especialmente la amorosa. Uno de los grandes exponentes de este género fue el escritor y poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) premio Nobel de Literatura, quien con su extensa obra autobiográfica y sentimental nos invita a vivir el amor en todas sus dimensiones.
Debo confesar, que desde la primera vez que leí alguna edición moderna de su libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” (publicada en 1932 como versión definitiva), me estremecí de pies a cabeza con los textos del Poema XX, debido a la asombrosa capacidad de Neruda al momento de expresar en cada frase iluminadora, epifanías que le dan un sentido amoroso a la existencia.
Como, por ejemplo: “mi alma no se conforma con haberla perdido”, “la tuve entre mis brazos y la besé tantas veces bajo el cielo infinito” y “mi voz buscaba el viento para tocar su oído”, junto con otras palabras y verbos que magistralmente hacen renacer el deseo de amar y ser amado. Así nos cueste muchos años olvidar a quien nos quiso olvidar.
Pienso entonces, que es preferible acercarse a la llama del amor, que agonizar en el invierno de la incertidumbre por no haberse atrevido a dar ese paso.
Finalmente, quiero presentarles en este podcast exclusivo de Konciencia de kienyke.com el Poema XX de Pablo Neruda, destacando el uso que el autor hace de la primera persona como una invitación a que lo dejemos entrar a nuestro mundo interior para sentir su infinita, reflexiva e íntima presencia, la cual hoy nos susurra sus emociones.
Poema XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.