Dicen algunos, que cada cosa en el mundo tiene su belleza, pero no todos pueden verla. La energía que nos atrae hacia lograr el éxito a veces no coincide con lo que en realidad queremos y, además, nos enamora.
La imagen exterior de una persona no necesariamente refleja la esencia de su alma. Cuando ambas coinciden no es por casualidad sino es el resultado de un proceso muy valiente y extenso por encontrarnos a nosotros mismos.
Este es el caso de nuestra invitada de hoy, Nanalu Palacio, psicóloga clínica egresada de la Universidad de Los Andes, con formación en antropología y múltiples saberes ancestrales, entre ellos el de la “cosmovisión Maya”.
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Ella es una pacifica guerrera de la vida y una sanadora de almas, siempre dispuesta a dar y recibir conocimiento a todas las personas que se cruzan en su camino. Para lograrlo, por muchos años se replegó de la tecnología de los grupos sociales y de algunas personas que en su momento fueron importantes en su vida.
Regresó a su núcleo interno, aprendió a amar el silencio, se reconectó con la madre tierra y encontró una nueva relación con Dios.
Hoy lejos de la prisa, el estrés y la lucha por ganar prestigio y poder social, entendió que algunas veces al rendirse y soltar los apegos del ego-mente, este pierde toda su fuerza pues ya no puede alimentarse de los conflictos, la ambición y la agresiva competencia por ser mejor que los demás.
Al cambiar esta actitud según sus propias palabras “la vida se convertirá en un juego amable en donde lo importante no consistirá en superarse sino en integrarse”. Por eso, la unidad y no la división humana son las premisas de su fundación “Matriz de vida”, cuya misión es reempoderar lo femenino y conciliar lo masculino.
De esto y mucho más conversamos con Nanalu Palacio, de quien se dice es uno de los “secretos mejor guardados de las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta”, y que hoy son revelados a nuestros queridos seguidores de 'Konciencia' de KienyKe.com.
Bienvenidos a este mundo natural, tranquilo y sereno, en donde nos damos cuenta de que cada de nosotros somos muy valiosos ante el universo, pues somos el misterio que anima todas las cosas.