La sobrecarga de “información desinformada” a la cual estamos expuestos de forma negativa y constante, impide la estructuración de la inteligencia reflexiva.
Nos hemos convertido en Individuos que no conocen su temperamento de base. De esta forma, resulta difícil fortalecer su personalidad la cual es fácilmente influenciable, débil y temerosa.
Por eso, muchas veces somos incapaces de generar hipótesis, síntesis y conclusiones acerca de todos los mensajes que llegan a nuestros sentidos hora tras hora.
Sin duda, esta exaltación de lo emocional se va convirtiendo en una desesperada ansiedad que es la base del moderno “síndrome del pensamiento acelerado”, afectando al cuerpo con enfermedades invisibles y psicosomáticas, encargadas de atacar especialmente el sistema inmunológico y las zonas respiratorias y gástricas.
Esta sobrecarga de estrés produce taquicardia y palpitaciones; temblores en manos, piernas y pies; sudoración, boca seca y amarga; tensión abdominal, tics, nauseas, diarrea y vómito; dolor precordial (en la mitad del pecho), inflamación del colon y vértigo, entre otros efectos.
También los síntomas pueden escalar a bloqueos psicológicos que se manifiestan en pesadillas, insomnio, sueños angustiosos y dificultad para tomar decisiones y sostener en el tiempo los compromisos adquiridos.
Dicha percepción de agobio, cansancio físico y mental son producidas por una amenaza de que “algo malo y trágico” está por suceder, generando inseguridad de perder el control.
Aquella impresión se acrecienta, cuando con extrañeza nos miramos al espejo y no reconocemos la imagen que tenemos al frente. Por esta razón, buscamos en el exterior a alguien para imitar o seguir que nos diga quiénes somos y lo que en realidad queremos.
En consecuencia, depositamos nuestras decisiones y responsabilidades en sus manos, recurriendo a la información disponible en varios medios de comunicación, redes sociales e Internet.
Algunas veces, estas opciones no son tan confiables, pues como diría mi profesor el sacerdote y psicólogo clínico, Humberto Silva Silva (QEPD), “la rapidez de la información moderna está representada en un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad”.
Esta falsa seguridad de tener el “conocimiento” a un click de nuestra laptop o smartphone, termina a la postre por saturar la mente y anular la conciencia de la realidad.
Lo anterior, es el comienzo de la división del Yo. En otras palabras, la personalidad equilibrada al no sentirse auténtica abre las puertas a comportamientos obsesivos, adicciones y un creciente temor a la muerte y a la vida, convirtiéndonos en generadores activos de angustia y pánico.
Estos modernos “síndromes” de intoxicación de la información desinformada, pueden impedirnos desarrollar habilidades sociales para desenvolvernos en diferentes escenarios.
De ahí que, en ciertos casos, esto se manifiesta en timidez, tartamudeos, bloqueos emocionales, incapacidad de relacionarse e interactuar con los demás y lagunas mentales al momento de responder preguntas. Así se oculta la desconfianza que, paradójicamente, se refleja en un cuerpo tenso, un rostro amargado y un temperamento rígido sin sentido del humor.
En algunas de mis intervenciones como Logoterapeuta y Coach de Vida certificado, utilizo la técnica de la resignificación de los recuerdos de infancia para estimular la autonomía y el amor propio.
Lo anterior, junto con otras herramientas de recuperación personal como son: la gestión emocional, la Terapia Estratégica Breve, mi software de reprogramación psico-emocional Trascendenz/Q® basado en algoritmos inteligentes de bienestar, al igual que la inducción a la expresión de sentimientos, la auto relajación y el autocontrol.
El objetivo de este proceso de sanación integral es el de “resetear” nuestro cerebro para que al desintoxicarse, nos suministre la información inconsciente de las sensaciones olvidadas y ocultas en el cuerpo.
No cabe duda, que la represión de estos recuerdos generalmente son la causa de la tendencia absurda de hacernos daño y hacer daño a los demás como consecuencia de permitir que el espejismo de “estar muy bien y bajo control”, nos facilite seguir viviendo en la sociedad de la información desinformada.