El próximo 22 de abril se celebrará en más de 140 países el denominado Día Internacional de la Madre Tierra. Esta fecha, que se festeja desde 1970, fue proclamada oficialmente por la Asamblea General de la ONU en 2009, con el fin de ayudar a concientizar a la sociedad mundial para cuidar el planeta y promover el uso responsable de sus recursos.
Y si bien es cierto que hacen falta varios días para que los medios de comunicación realicen su correspondiente despliegue mediático, creo que estamos obligados a recapacitar sobre su esencia, ya que existen muy pocos motivos para celebrar.
En un entorno en el que los científicos de todo el mundo alertan sobre lo crítico del camino que recorre la humanidad, y en el que día a día el cambio climático se consolida como un enemigo casi que imbatible, es impensable, yo diría que imperdonable, el continuar celebrando y no actuando.
Aplaudo la iniciativa de la ONU de proclamar días mundiales y su esfuerzo por poner a disposición del público en general durante estas fechas información sobre cuestiones de interés, movilizar la voluntad política, buscar los recursos para abordar los problemas mundiales y reforzar los logros de la humanidad.
Sin embargo, nuestra realidad ha cambiado y tenemos que entender que esto no es suficiente. Celebrar ya no es apropiado, o no debería serlo. La amenaza exponencial que se cierne sobre nuestra sostenibilidad es de tal magnitud que las emisiones de gases, la incontrolable polución en las ciudades, el consumo desbordado de los recursos, el aniquilamiento de los ecosistemas y el surgimiento de pandemias, entre otros factores, han creado un círculo vicioso que consume nuestro planeta Tierra.
Cada una de las conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, cualquier investigación científica sobre nuestra sostenibilidad o los innumerables informes académicos acerca del daño al entorno, nos muestran diariamente, de manera contundente, a lo que nos enfrentamos.
Así las cosas, tener un día en el que llamemos la atención sobre lo que sucede alrededor de esta problemática, la más peligrosa a la que se ha enfrentado el ser humano, debe pasar de la celebración al compromiso, la acción y la creación, sostenidas en el tiempo. Como lo aseguró el economista ambiental, ensayista y experto en temas de cambio climático y transición energética, Antxon Olabe, en su libro “Necesidad de una política de la Tierra” (2022), “El futuro no está escrito, lo estamos escribiendo aquí y ahora con nuestras decisiones, nuestro compromiso y nuestra responsabilidad. Hay que luchar hasta el último aliento”.
Debo insistir en que mi visión, en ningún caso, es apocalíptica y, que como Olabe, considero que no estamos predestinados a la catástrofe. Sin embargo, tengo que admitir que soy un convencido que de no generar la reflexión correspondiente y de no contar con los valores, las propuestas y las estrategias necesarias para reconducir la crisis del clima, no hay manera de arreglarla.
En el anterior sentido, debemos crear las bases para consolidar la transición energética, desarrollar los procesos que esta supone y encontrar las alternativas que aseguren los ingresos de los diferentes países.
Por todo lo anterior, y con el fin de que veamos el próximo “Día Internacional de la Tierra” como algo productivo y no como paisaje, propongo a todos los empresarios del país realizarse, desde sus valores, las siguientes preguntas: ¿cómo puedo mejorar la eficiencia energética de mi compañía? y ¿qué medidas relacionadas con las energías limpias tengo la posibilidad de adoptar?
Si el próximo 22 de abril sirve para que nuestros empresarios se comprometan, por lo menos, a comenzar a transitar por el camino del ahorro energético significativo y la posibilidad de implementar soluciones fotovoltaicas o de energías no contaminantes, esa fecha nos habrá servido.
Recordemos que la transformación prospera cuando existe confianza en lo que se hace, cuando todos colaboran para priorizar la reducción de los riesgos, y cuando los beneficios y las cargas se comparten de forma equitativa, y eso, más que celebrar, es lo que necesitamos en el Día Internacional de la Tierra.
La destrucción de la diversidad biológica y la crisis climática son nuestro mayor problema. Ellas amenazan a todas luces el funcionamiento de la biosfera. No podemos ignorar que si las atacamos nos enfrentamos a unas consecuencias inimaginables. Despertemos y actuemos.