¿Sería imaginable que un padre, viendo sufrir penurias a su prole, se niegue a sacar lo que su terreno le ofrece en riquezas con el pretexto de salvar el planeta? Inaudita tamaña insensatez. En las paradojas históricas resaltan las que terminan uniendo a los contrarios por presupuestos falsos o tergiversados. Así vimos como Wall Street financió y animó la revolución Bolchevique y como los antagonistas por excelencia, el comunismo y el capitalismo, se aliaron para vencer al nazismo, por poner dos ejemplos entre tantas otras que son fruto de intereses particulares alejados de las necesidades de los pueblos. Son los individuos que, por azares de un destino siniestro, terminan dominando fracciones del mundo desde las más pequeñas, como ciudades y pueblos, hasta naciones enteras o inmensos imperios, quienes luego, por más antagónicos que sean los principios con los que subieron los escalones del poder, terminan aliándose unos con otros en causas como la de la agenda verde que si no fuéramos tan incautos, no causarían sino risas.
Me pregunté, con ingenuidad, durante el gobierno anterior lo siguiente: ¿Cuándo será que Duque comienza a extraer petróleo con las nuevas tecnologías del fracking? Pasaron los días y los años y nada de nada. Ahora vengo a entenderlo, la prioridad no era el desarrollo de su pueblo sino sus intereses personales, entre los que prevalecía el satisfacer una agenda malévola que se apoya en las muy dudosas teorías del cambio climático y de la protección del planeta dirigida por el Foro de Davos -creado y dirigido por un amigo de Duque, el señor Schwab- y financiado por el detestable Soros -de los afectos de Duque- y su Open Society, junto a los hipermillonarios del mundo -cercanos a Duque- que se creen con el derecho de disponer del planeta en el que los seres humanos corrientes, nosotros no ellos, somos unos malcriados a los que hay que tratarlos con fría dureza. Ya se ha visto cómo le pagan a Duque sus favores al igual que a Santos, lo que les significan riquezas y satisface sus vanidades que bien crecidas las tienen.
Pero que un adalid de la justicia popular, un líder de masas, un comunista de racamandaca, un terrorista de fama internacional, un aliado de las dictaduras de los gobiernos cercanos al Foro de Sao Paulo, un personaje tan amado por sus seguidores que esperan el paraíso en la tierra alcanzado con discursos y con reformas que parecen sacadas de Ripley, ese mismo sea quien nos condene a la miseria porque hay que salvar el planeta ¡Válgame Dios!
Nuestro país es considerado tercer mundo o, más amablemente, país en vía de desarrollo lo que significa que estando “subdesarrollados” nos hemos propuesto salir de esa humillante situación en la que llevamos más de un siglo sin que veamos reales avances aparte de alimentarse de las migajas tecnológicas que caen de la mesa de los países, esos sí desarrollados, ricos y prepotentes, entre los que resalta el imperio americano que justificó cualquier forma de lucha cuando el trasnochado Capital de Marx no siguió siendo operativo, ni tampoco los panfletos de Lenín ni el Libro Rojo de Mao. Una nueva denominación podría ser más adecuada, por ejemplo “país en el eterno retorno del subdesarrollo”, o país en vía del sub-subdesarrollo.
Que exista un padre caritativo con el planeta e implacable con su familia contradice el principio cristiano de que la caridad empieza por casa. A ese padre le podrán aplaudir y hasta premiar con un puestito en la ONU o en cualquier fundación de esas como las de Soros pero será detestado por su pueblo por traicionar su deber como padre, presidente o líder, lugar al que llegó por azares del destino ¿o por maniobras de quienes manejan sus hilos? Vaya usted a saber…
