En el vasto lienzo de América Latina, dos ciudades emergen con historias y contextos diversos: La Plata (Argentina) y Bogotá. Cada una con sus encantos y desafíos, urbes que se entrelazan en una danza de urbanismo, arquitectura y vida cotidiana. En esta ocasión me referiré al desarrollo de La Plata, ciudad con un enfoque innovador en sus espacios urbanos que ofrece soluciones frescas y adaptadas a las necesidades de su comunidad, para invitar a repensar la planeación de la capital de Colombia.
La Plata, situada a 56 km al sudeste de Buenos Aires, es un referente mundial en diseño y organización de ciudad. Su origen se remonta al siglo XIX al ser erigida como capital de la provincia de Buenos Aires, bajo la tutela del visionario gobernador Dardo Rocha. Esta metrópoli se destaca por su trazado geométrico, arquitectura holística y estilo europeo. La Plata se estructuró a partir de las nuevas reglas –de esa época– en higiene urbana y edilicia, marcando un hito en la historia del urbanismo regional.
Esta ciudad Argentina se levantó como un ejemplo temprano de planificación y configuración espacial. Sus diagonales, como hilos de un tejido urbano, guían a los viajeros sin perderlos entre sus calles. En contraste, Bogotá creció de manera acéfala. Sus calles, sin un patrón predefinido, reflejan la complejidad de una ciudad a la cual se le ha impuesto una evolución abarrotada para cumplir con las exigencias del tiempo y de su población.
La Plata no fue simplemente construida según el vaivén de las necesidades de sus habitantes, la arquitectura y su patrimonio urbano tienen una amplia influencia internacional, evidenciada en sus edificios emblemáticos, como la majestuosa Catedral y el Museo de La Plata; en esta ciudad cada fachada cuenta una historia cultural. En Bogotá, la arquitectura es ecléctica. Desde las casas coloniales de La Candelaria hasta los altos edificios que se han construido en los últimos años, nuestra capital es un mosaico de estilos y épocas.
Los espacios públicos de La Plata con su infraestructura pública crea un entramado citadino. Parques y plazas se entrelazan con las avenidas, como oasis de aire fresco en medio del bullicio. Los planificadores, inspirados por las teorías ambientalistas, crearon un entorno que respira. La Plata no solo es una ciudad de piedra y acero, sino también de árboles y césped donde los ciudadanos encuentran refugio y contemplación.
Hoy, La Plata es un faro. Su organización ejemplar inspira a otras ciudades latinoamericanas. Desde la capital de Colombia nos debemos preguntar ¿Cómo podemos hilar pasado y futuro en el telar de la planificación de nuestra urbe? ¿Cómo equilibramos la modernidad con la memoria en Bogotá? La Plata nos recuerda que cada calle es un paso, cada plaza una marcha y cada entorno un maratón. Sigamos su ejemplo, hoy las autoridades del Distrito deben trazar y crear el destino de nuestra Bogotá para evolucionar desde los anaqueles de la historia.
Como lecciones para ambas ciudades, encontramos la necesidad fundamental de una exigencia en una planificación urbana estratégica a corto, mediano y en especial a largo plazo para crear ciudades prósperas y habitables. Bogotá puede aprender de la experiencia de La Plata en áreas como la gestión del espacio público, la movilidad con alternativas al transporte convencional y la inclusión social. Las dos ciudades deben continuar adaptando sus planes urbanos a las inquietudes cambiantes de sus habitantes y del contexto global.
Ahora bien, en cuanto a seguridad ciudadana, La Plata, aunque con exigencias y una situación diferente a la capital de Colombia, está comprometida con la seguridad y busca crear un ambiente acogedor para sus habitantes y visitantes, lo que podría servir como ejemplo para Bogotá en términos de convivencia ciudadana; La Plata al ser diseñada con una arquitectura geométrica y calles amplias, facilita la movilidad y la vigilancia. Bogotá podría aprender de este enfoque para mejorar la distribución de sus calles y la accesibilidad a sus áreas clave.
A su vez, La Plata ha fomentado la participación activa de la comunidad en temas de seguridad. Las autoridades de Bogotá tienen que adoptar esta experiencia, involucrando a los ciudadanos en la toma de decisiones y en la prevención del delito, y al respecto de la coordinación entre autoridades, La Plata ha logrado una buena interacción entre la policía local, las autoridades municipales y otras instituciones. Bogotá tiene que fortalecer esta cooperación para abordar de manera más efectiva los desafíos de seguridad.
Finalmente, una ciudad bien planificada no solo mejora la calidad de vida de sus habitantes, sino que también conduce al desarrollo económico y social sostenible, por lo tanto, La Plata se instituye como un pilar a imitar en la planificación urbana en América Latina. Su historia, caracterizada por un diseño meticuloso, una visión de futuro y un enfoque integral, la convierte en un referente obligatorio para otras ciudades de la región que buscan modelos de desarrollo sostenible y equitativo.