Recuerdos incómodos de narcotráfico

En estos días, el presidente Donald Trump ordenó a Iván Duque que vuelva a fumigar los cultivos de coca en Colombia; que el país había suspendido por el daño a la población y a los cultivos tradicionales, y por la inutilidad de esa operación en la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Seguramente Duque, sumiso y obediente, atenderá el requerimiento del gringo con las consecuencias sabidas y el resultado infructuoso que conocemos. Un clásico de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos.

Como fueron otro clásico las palabras de Juan Manuel Santos en Cartagena pidiendo la legalización de la droga. “El narcotráfico debería tributar al fisco”, dijo el expresidente colombiano con escasos días de diferencia a la orden llegada desde Washington. Y digo clásico porque es lo que dicen los expresidentes de dos de los países más afectados por el problema, México y Colombia, cuando abandonan el poder. Lo han dicho los colombianos Samper y Gaviria y los mexicanos Calderón y Fox, después de jubilarse. Cuando mandaban no se atrevieron.

Y ya que hablamos de tradiciones digamos que también es de lo más típico de un blog ocuparse periódicamente de este asunto, en el que no se suele decir nada nuevo. Así que tratando de contar algo diferente voy a recordarles que el único presidente de Estados Unidos que fue huésped de la Casa Blanca durante tres mandatos consecutivos --Franklin Delano Roosevelt--, era nieto de uno de los mayores contrabandistas de opio del siglo XIX es decir, un narco de aquella época. Esto para reflexionar durante unos segundos sobre la hipocresía de la política norteamericana en esta cuestión.

Warren Delano, abuelo de uno de los mandatarios más prestigiosos y queridos por los norteamericanos, se enriqueció traficando con droga desde las oficinas que tenía en Hong Kong y Cantón al sur de China. Conviene recordar de paso, que la prosperidad y poderío de la China de hoy es consecuencia indirecta de que ingleses, norteamericanos y otros, fueron a un país que no necesitaba de nadie y se creía el centro del mundo, a envenenar a su población, y aquella humillación pasó la factura que hoy estamos pagando todos. Pero sigamos con lo que íbamos.

No solo se enriqueció el abuelo del presidente. En 1834, cuando acabó el monopolio de comercio con China que tenía la Compañía Británica de las Indias Orientales, los norteamericanos fueron los primeros en lanzarse a traficar con opio por allí. Muchas grandes familias de Nueva Inglaterra hicieron su fortuna vendiendo opio, con el mismo entusiasmo y eficacia que les vendieron coca a los norteamericanos Pablo Escobar, los Rodríguez Orejuela y los que hoy más discretos siguen en el negocio.

Recordemos algunos. La familia Cabot de Boston que dotó a Harvard con dinero del opio; mientras la sociedad Skull and Bones de Yale (trampolín para la Corte Suprema, los bufetes de abogados y consejos de administración de más prestigio o la CIA) fue financiada por grandes traficantes de opio --los Russell-- prestante familia estadounidense, como diría hoy un cursi bogotano de club. Y la joya de la corona de la Universidad de Columbia que es su Low Memorial Library rinde homenaje a Abiel Abbot Low, un joven de Nueva York que triunfó traficando con opio al sur de China. Y John Cleve Green, otro benefactor del saber y la cultura en Princeton, fue compañero Warren Delano en el mismo negocio en el delta del Río de la Perla. Las ganancias del opio de John Murray Forbes de Boston financiaron la carrera de Ralph Waldo Emerson y la Bell Telephone Company. Así que varias dinastías de ricos norteamericanos vienen del tráfico de opio.

Puede que resulte impertinente recordar estas cosas desde Colombia de vez en cuendo. Pues nada, a fumigar presidente Duque, a fumigar que Trump las desconoce y si las sabe le importan poco.

En otro momento recordaremos aquí cómo devolvieron los chinos el favor a Estados Unidos, creando el germen de los carteles mexicanos que hoy inundan de droga a Norteamérica.

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