Suspendido Álvaro Leyva por la Procuraduría General de la Nación por “haber incurrido en dos faltas disciplinarias, calificadas de manera provisional como gravísimas cometidas a título de dolo” en el marco de la licitación de los pasaportes, le corresponde ahora a Petro decidirse, para que reemplace a Leyva durante tres meses, entre el viceministro de Relaciones Exteriores, Francisco J. Coy, y la viceministra de Asuntos Multilaterales, Elizabeth Taylor Jay.
No me cabe la menor duda que cualquiera de los dos funcionarios lo hará, de lejos, muchísimo mejor que Leyva. Las razones son más que obvias, pues, mientras Coy es un funcionario de carrera, Taylor cuenta con una experiencia muy interesante como embajadora en Kenya y como parte del equipo negociador que, ante la Corte Internacional de Justicia, defendió al país en el conflicto fronterizo con Nicaragua. La lógica indica que la mejor opción es que Coy asuma la Cancillería.
Coy es un funcionario de carrera a quien le sobra conocimiento y experiencia tanto a nivel estratégico como a nivel táctico de la política exterior. Su designación le vendría muy bien al cuerpo diplomático toda vez que el servicio exterior, en general, vería con muy buenos ojos dicha designación por ser Coy un hombre que ha recorrido, desde 1988, todo el escalafón burocrático. Esto aliviaría el corto circuito que hay entre Petro y el funcionariado de San Carlos que ha cuestionado muchísimo algunos nombramientos, la falta de liderazgo y legitimidad de la dupla Leyva-Petro.
De los nombramientos no voy a referirme porque la posición de SEMREX (Sindicato de empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia) ha sido contundente en ese sentido, pero cuando me refiero a la falta de liderazgo y legitimidad es que el servicio exterior ve con extrañeza, por ejemplo, que uno de los requisitos para ingresar a la carrera sea acreditar un nivel intermedio (no proficiente) en segunda lengua y ni Petro ni Leyva cumplen con ese requisito mínimo, léase bien: ¡mínimo!
Ahora, es más que evidente que a Petro le cuesta entender las relaciones internacionales y, sobre todo, la manera en que debe liderar la toma de decisiones estratégicas en función de los intereses nacionales, el ambiente geopolítico y la agenda de gobierno.
Petro confunde “pasear” (porque él no viaja) con diplomacia y las redes sociales con los procesos estandarizados de la toma de decisiones en política exterior. Además de la deficiente y pobre habilidad para escribir, Petro utiliza X (Twitter) para hostigar mandatarios como Netanyahu, Bukele, Scholz , Milei, Boluarte sin que esto tenga justificación alguna con la agenda de política interna o con la promoción del interés nacional bajo un enfoque geopolítico.
Por ello, un hombre como Coy es lo que Petro necesita en este momento para reducir las tensiones con ciertos líderes del mundo a fin de que se concentre en diseñar la agenda de la política exterior y que logre motivar a los funcionarios de San Carlos para que los intereses nacionales sean estratégicamente gestionados.
Lo que no significa que la opción de Taylor sea mala. Ni más faltaba, pero es posible que Petro no se guie por Coy solo porque debe satisfacer sus apetitos de orden ideológico y no de gestión pública y se decida, finalmente, por la bióloga marina por el solo hecho de ser mujer y raizal. Insisto, la vice ministra es una excelente opción si se compara con Leyva pero si se equipara con Coy, la balanza se inclina naturalmente por el embajador de carrera.
En esto, también se pone a prueba el liderazgo del tomador de decisiones en política exterior que consciente de sus falencias, elige una extraordinaria plantilla de personal altamente calificada para que lo oriente en el trazado de la política pública.
A pesar de las buenas opciones que tiene Petro y del ejemplo que tiene que dar, dada su investidura, da la impresión que sigue comportándose como si estuviera en la guerrilla y no en la Casa de Nariño, pues, Leyva sigue despachando en funciones y una serie de decretos han sido firmados muy a pesar de la sanción disciplinaria que tiene en su contra.
Lo que prueba que desafortunadamente la política exterior ha quedado atrapada en las coordenadas mentales del guerrillero que alzado en armas se camufla de rebelde y del politiquero veintejuliero que presume de estadista. Así, la política de relacionamiento externo ha quedado en suspenso.
