Es innegable que en la historia de nuestro país los gremios han jugado un papel decisivo en el desarrollo de la economía nacional, sus exportaciones y el bienestar de las comunidades donde están presentes.
Aunque son muchas y muy variadas las responsabilidades que estos tienen, sus roles más reconocidos han sido la defensa de los intereses comunes de las empresas que agremian y velar por su buena imagen.
Sin embargo, las condiciones cambiantes del mercado y sus lineamientos internacionales (especialmente durante los últimos 20 años), les han otorgado un papel protagónico en lo que se ha definido como innovación empresarial, un reto al que deben responder de manera más que acertada.
En la actualidad innovar hace parte de los planes estratégicos de la gran mayoría de las compañías privadas, desde las Pyme hasta las multinacionales. En muchas ocasiones, sin importar su tamaño, las empresas la relacionan exclusivamente con el conocimiento y adquisición de nuevas tecnologías al servicio de sus procesos administrativos, de producción y venta… nada más equivocado.
Si bien la tecnología es muy importante en lo que a innovación empresarial se refiere, es necesario decir que no es lo único a lo que hay que prestar atención en este sentido. Es aquí donde se convierte en fundamental el aporte y la dimensión del actuar gremial.
Son los gremios los principalmente llamados a explicarle a las empresas que, como lo dijo hace 5 días la “Iniciativa de Investigación e Innovación del G-20” (RIIG), en la ciudad de Bombay, “La innovación también está determinada en gran medida por su habilidad de impulsar la investigación y construir un mundo igualitario”.
En primer lugar, los gremios deben ayudar a cambiar la óptica de “sector ajeno y especializado” que sobre la investigación tienen muchos empresarios.
Deben promoverla como una herramienta fundamental para el desarrollo de las organizaciones y el ser humano. Se requiere impulsarla desde su interior y compartir los nuevos conocimientos adquiridos para demostrar su valía a la hora de identificar ventajas y desventajas, maximizar las ventas, mantenerse a la vanguardia desde cualquier sector y, tal vez lo más importante, contribuir al crecimiento de los individuos y la sociedad.
La investigación en las empresas, de acuerdo con sus actividades, puede desarrollarse desde tres esferas diferentes, pero con igualdad de importancia: la científica, aquella que se percibe como muy compleja y se relaciona con laboratorios, batas y el método científico; la empresarial, esa llena de datos, públicos objetivos y muestreo estadístico; y la social, poco conocida, pero de alta exigencia y reconocimiento en la actualidad.
La investigación, desde las dos primeras perspectivas, ayuda a encontrar soluciones prácticas y concretas para desarrollar respuestas a problemáticas específicas.
Por ejemplo, la científica ayuda a encontrar nuevos bioinsumos en el sector agrícola o combustibles menos contaminantes en el sector transporte. Por su parte, la empresarial permite conseguir información para conocer tendencias y peculiaridades de los mercados en sectores como las comunicaciones o la construcción. Las dos son cruciales para crecer, sostenerse en un mundo cada vez más competitivo y aportar en alguna medida al desarrollo de las personas.
Sin embargo, las nuevas tendencias de los mercados y los llamados consumidores conscientes exigen, cada vez más, que la innovación empresarial se relacione directamente con el bienestar humano y de las comunidades.
Es aquí donde toma trascendencia un nuevo tipo de investigación que se debe integrar a la innovación empresarial: la investigación social. Esta se refiere a procesos para encontrar productos, servicios, modelos, mercados y procesos que cubran una necesidad social de forma más eficaz que las existentes, al mismo tiempo que genera capacidades y relaciones nuevas o mejoradas, y un eficiente uso de los recursos.
En este sentido, las compañías deben forjar alianzas que permitan el intercambio de conocimientos con los gobiernos locales, las organizaciones de la sociedad civil y los grupos comunitarios para, desde la investigación, generar emprendimiento y nuevas capacidades en las poblaciones donde desarrollan sus actividades.
Según la reconocida Universidad de Vern, institución miembro de la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas, "Las innovaciones sociales son una forma eficaz de crear nuevos valores, que impulsan la economía y la competitividad de la sociedad”.
Así las cosas, los gremios tienen un gran trabajo por realizar en el país para cambiar las conductas y creencias que algunos líderes de compañías y sus equipos tienen frente a la innovación.
La verdadera innovación empresarial es, desde la investigación, crear soluciones nuevas a problemas colectivos, desarrolladas por humanos que se interrelacionan y se apoyan en la tecnología, las cuales repercuten en el bienestar de la comunidad.
Eso lo tienen que desarrollar, enseñar y compartir los gremios.