Ha muerto en Bogotá el académico, escritor, periodista y diplomático Juan Vitta. La vida de este intelectual colombiano, se partió en dos cuando en 1990 fue secuestrado por Pablo Escobar junto con otros periodistas, entre ellos Diana Turbay, quien murió como consecuencia de aquellos hechos. Por ello, de entre los muchos méritos personales y profesionales que lo adornaban, destaco la redacción de su libro ¡Secuestrados! La historia por dentro, una vibrante crónica de esa aventura, para mi gusto, el mejor testimonio escrito en Colombia de primera mano sobre un delito que han padecido miles de familias en este país.
En la nutrida y bella biblioteca de su apartamento bogotano, encuadernado en piel como se cuidaba de que estuviesen sus queridos libros, había un volumen de Noticia de un secuestro dedicado de puño y letra por García Márquez a quien el Nobel colombiano calificó como su amanuense. De hecho, Juan Vitta viajó desde su exilio ecuatoriano hasta Cartagena, y estuvo encerrado varios días en casa del escritor narrando para García Márquez los detalles de su personal odisea, y su testimonio fue material y argamasa de aquella obra.
Juan Vitta y sus compañeros de desventura cayeron en una trampa tendida por el capo del cartel de Medellín con el señuelo de una entrevista al Cura Pérez, entonces máximo líder del Ejército de Liberación Nacional, ELN. Después de varios días de espera para la presunta entrevista con el jefe guerrillero, un hombre enmascarado les dijo: “Vamos a decirles una cosa, aquí no hay reportaje, ustedes están retenidos por ‘Los Extraditables’”. “Trágame tierra, dónde me he metido”, fue su primer pensamiento y, conocedor de la crueldad del capo de la mafia, creyó verle por primera vez la cara a la muerte.
Desde entonces, y no solo por aquella experiencia sino como estudioso y buen conocedor de la realidad en que vivía, no dudaba en calificar a Colombia como un narcoestado. “¿Qué otra cosa si no es un país sembrado con más de 200.000 hectáreas de una planta destinada a la producción de toneladas de cocaína?”
Era pesimista sobre el destino del país y las consecuencias del pacto con el diablo hecho por la sociedad colombiana, que abrazó el cultivo de una planta casi desconocida aquí hace medio siglo, la transformación en alcaloide y la consiguiente comercialización del resultado final de ese proceso. “No sé en dónde acabará todo esto, la legalización podría ser la manera de desnarcotizar las relaciones de Colombia con el resto del mundo, pero hay muchos intereses y dinero de por medio”.
Sufría con el desconocimiento de la historia que encontraba a cada paso, en gentes que incluso por su educación y no necesariamente jóvenes, se les supone al corriente de los acontecimientos más relevantes de la memoria común. Por eso precisamente uno de sus libros, ¿Qué pasó el 20 de julio?, nació del afán por divulgar hechos tan elementales como el que conmemora esa fecha, porque se preguntaba a sí mismo: “Cómo es posible que un pueblo ignore de dónde viene, en dónde vive y cómo debe comportarse. Aquí hay gente que cree que el 20 de Julio no es más que un barrio de Bogotá.”
En el viaje de despedida que hizo hace unos meses a Europa, pues en Italia estaban sus raíces paternas, y presentía su final, fui testigo de un detalle que ilustra dos de sus pasiones: su amor por los libros y su fervor por la historia. Allí coleccionó con esmero los diez tomos de La Guerra Civil española de Hugh Thomas, publicados por un periódico madrileño, destinados, cómo no, a poner en manos de su encuadernador bogotano. Sin importarle el poco tiempo que tendría para disfrutar de aquel tesoro.
Juan Vitta fue traductor, además, de autores tan importantes como Herman Melville, y cronista de libros de valiosa compañía para un viajero como Las Galápagos: mucho más que unas islas. Sentiremos su ausencia quienes tuvimos la fortuna de ponderar su lealtad, y disfrutar de una generosidad de la que siempre hizo gala, abriendo su casa para recibir amigos y tejer relaciones. Fue un referente de la sociedad bogotana que, sin embargo, partió en un inmerecido silencio.
