Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

“Las fugitivas proteínas animales”

El nombramiento de Armando Benedetti como embajador de Colombia ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma, aparte el lógico estupor por las circunstancias que rodean este sainete, me volvió a mis tiempos de estudiante en la capital italiana. 

Un día, visité la sede de aquella organización por razones que no vienen a cuento y, por esas casualidades del destino al ingresar al salón de sesiones, pronunciaba un discurso el ex presidente de Colombia Alberto Lleras Camargo. Entonces, con ese tono engolado, vibrante y veintejuliero tan propio de los viejos (y de los nuevos también) políticos colombianos cuando echan alguna arenga, hablaba Lleras del hambre en el mundo. Entonces le oí una de esas frases que te quedan en la memoria para siempre: “¡La eterna lucha del hombre en busca de las fugitivas proteínas animales!”

Me cuesta imaginar al flamante embajador Benedetti paseando por entre los oscuros pasillos de aquel desolado edificio romano hablando con sus colegas africanos, por poner un ejemplo, de las fugitivas proteínas animales en el continente negro. Como ya se ha dicho hasta el cansancio en estos días, esa embajada no necesita más atención de la que le pueda dispensar el responsable a cargo de la legación de Colombia ante el Palacio del Quirinal; y la presencia de Benedetti allí, por más que el Gobierno Petro se empeñe en revestir de alamares diplomáticos a su compadre, no es más que el dorado exilio de un personaje cuyas credenciales conocen todos los colombianos que sigan con cierto detenimiento los medios de comunicación nacionales.

En cualquier otro país del mundo en donde se hubiesen sabido las declaraciones de alguien como Benedetti, relacionadas con la elección de un jefe de Estado (“si yo hablo nos vamos todos a la cárcel”), un nombramiento como el que ahora nos ocupa habría sido un escándalo. En Colombia, no. Para mayor escarnio el canciller que firmó tal nombramiento, Álvaro Leyva, tuvo la deferencia de informar a sus compatriotas que el aludido era un drogadicto. Sí, Colombia por lo visto lo resiste todo.

No se crea, sin embargo, que Armando Benedetti llega a gusto a su nuevo cargo. En declaraciones a varios medios ha manifestado su inconformidad con el puesto. Él se ve a sí mismo en un destino de mayor alcurnia y se va para Italia, tierra de sus ancestros, con la nariz tapada. “Yo elegí a Petro. Así que me merecía lo que fuera y esto no es lo hubiera querido, pero es lo mejor”, dijo a la W Radio. Quédense con esa frase: “Yo elegí a Petro”. Qué no sabrá este curioso representante  de la diplomacia colombiana de los trapicheos que llevaron a Gustavo Petro a la jefatura del Estado. Nos deja en ascuas y quedamos pendientes de otra de sus descachadas con la botella a ver si suelta algo más por teléfono.

Entre tanto, los diplomáticos de carrera, si es que tal cosa existe en Colombia, agrupados en una asociación gremial llamada UNIDIPLO, han protestado alegando que don Armando “no domina un idioma distinto al español, no hace parte de la carrera diplomática, no hizo concurso público ni tiene un desempeño profesional que justifique su cargo”, (aprovecho para informar a los miembros de UNIDIPLO que en correcto castellano las cosas no “hacen parte” sino que “forman parte”. De nada). Pataleos de ahogado. El caso Benedetti es solo uno más en el frondoso ramillete de colombianos repartidos por todo el mundo con cargo diplomático, sin más mérito que tener un padrino en la presidencia de la república.

El pasado 27 de octubre, la Corte Suprema citó a indagatoria a Armando Benedetti en el curso de la investigación que se sigue en su contra, por su supuesta intervención en la celebración de contratos indebidos, en el llamado caso Fonade. De modo que ahora, investido con un cargo diplomático y amparado por los vínculos con el país de su nuevo destino, Armando Benedetti podría buscar ese esguince leguleyo de tan común práctica en Colombia llamado “vencimiento de términos”.

Y todo gracias al salvavidas que le acaba de lanzar Gustavo Petro. Qué menos podía esperar el diplomático que ahora va a empaparse sobre hambre en el mundo. Quince mil millones de pesos consiguió para la campaña presidencial de su amigo y el país anda en vilo hace tiempo esperando conocer un día cómo fue aquello. 

Una lástima que Francis Ford Coppola esté tan viejo y ya retirado del mundo del cine.

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