A fines del año pasado la ONU dio a conocer su informe “El progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Panorama de género 2022”, el cual asegura que, al ritmo actual, no se podrá cumplir el ODS 5 (igualdad de género) para 2030, y alcanzarlo puede llevar cerca de 300 años más.
Para nadie es un secreto que uno de los retos a los que se enfrenta la humanidad es el de desaparecer las brechas de género para impactar positivamente el desarrollo social, económico y medioambiental de la sociedad.
Por ejemplo, estudios del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD por sus siglas en inglés) y de otras organizaciones internacionales como la OIT, el McKinsey Global Institute y el Gender Equality Index de Bloomberg, demuestran que reducir la brecha entre mujeres y hombres incrementaría la empleabilidad en 3,3 % en los países desarrollados y en 5,3% a nivel mundial, al tiempo que la contribución al PIB global supondría un incremento de casi 4 puntos.
En el mismo sentido, el Consejo Empresarial Colombiano para el Desarrollo Sostenible (CECODES), capítulo en nuestro país del WBCSD, asegura que la rentabilidad de las empresas aumenta en cerca del 3% al invertir en igualdad de género.
No obstante, el informe de la ONU dice que a la humanidad le faltan alrededor de 286 años para cerrar la brecha que existe entre hombres y mujeres en cuanto a protección legal y leyes discriminatorias, 140 para alcanzar un balance en posiciones de poder y liderazgo en el lugar de trabajo, y al menos 40 para lograr una representación equitativa en parlamentos nacionales, entre otras cifras poco alentadoras.
Es claro entonces que debemos apretar el paso y entender que hay un vínculo muy estrecho entre la inversión en igualdad de género y la creación de valor para los países y las organizaciones.
El empresariado tiene la capacidad de identificar y priorizar nuevas líneas estratégicas para determinar objetivos, acciones, indicadores, metas, responsables y plazos, que permitan la actualización y rediseño de sus políticas frente a este tema.
En este sentido, el sector floricultor es un caso de éxito. La relación entre mujeres y flores en Colombia es reconocida internacionalmente más allá de los conceptos de belleza y sensibilidad. Los beneficios que las flores brindan al desarrollo de la mujer rural y las comunidades son parte fundamental de su carta de presentación ante los más de 100 países a las que se exportan. Las flores de Colombia generan anualmente 200 mil empleos formales, directos e indirectos. El 60% de los directos lo ocupan mujeres, en su mayoría cabezas de familia.
La floricultura aporta el 25% del empleo formal rural femenino del país y, gracias a la institucionalización gremial de diferentes líneas de acción, anualmente se benefician en las zonas rurales 7 mil mujeres en formación y capacitación técnica, 1.500 cuentan con apoyo en la gestión de vivienda nueva, remodelación o construcción en sitio propio, 1.400 participan en actividades lúdicas y de recreación y 5.500 asisten a programas de promoción laboral y deportiva.
La relación entre la mujer y las flores ha acompañado a la floricultura colombiana desde que esta industria nació hace 56 años, han crecido y evolucionado de la mano. Gracias a las flores, las mujeres se empoderaron, encontraron un camino para superarse, sacar adelante sus familias y luchar por la igualdad ante los hombres, algo inimaginable hasta ese entonces en las zonas rurales del país.
En un comienzo esta tarea supuso dificultades y violencia intrafamiliar. El hombre era quien ganaba y manejaba el dinero, no siempre bien; sin embargo, gracias al trabajo con las flores ahora la mujer recibe ingresos, en muchos casos mayores al que los hombres obtienen, y administra la economía familiar sin depender de su pareja.
Durante este proceso, y por iniciativa de Asocolflores, nació hace más de 20 años el Programa Cultivemos la Paz en Familia, el cual hoy sigue en acción ayudando a resolver conflictos familiares, trabajando por el empoderamiento de las mujeres en las zonas rurales del país y promoviendo la sana convivencia familiar.
Si las flores le brindaron a la mujer rural una oportunidad que no tenía frente a la agricultura convencional (una actividad eminentemente masculina), y le han ayudado a construir familias basadas en la confianza y la verdad para proteger su dignidad; las mujeres le dieron a la floricultura una imagen internacional que crea un inmenso valor para el sector, algo que habla de la importancia de invertir en equidad