Mucho se habla de la necesidad de impulsar el desarrollo integral de la agricultura y del campo colombiano, de cerrar las brechas que siguen existiendo y de lograr mayores niveles de equidad, para elevar el bienestar de las personas y las comunidades que allí habitan.
Sin duda alguna se han realizado incontables esfuerzos en este sentido, pero los retos siguen siendo inmensos.
Hoy, cuando una gran cantidad de los países en el mundo reconocen el poder económico del campo en el futuro inmediato y se preparan para disputar su liderazgo, Colombia debe trabajar más por incluir en la discusión de esta problemática el concepto de visión empresarial.
Los pequeños, medianos y grandes productores del sector comparten el interés de cumplir unos objetivos, alcanzar metas y obtener unos resultados que les permitan progresar y acceder a nuevos mercados. Es decir, sin importar su tamaño son empresarios.
Mi objetivo al referirme a la visión empresarial y al inmenso aporte que puede generar a la agricultura, no es el de discutir cuestiones conceptuales o teóricas frente a ella, sino el de compartir su contribución a la floricultura de exportación del país, desde el momento mismo de su nacimiento, hace ya más de 50 años.
Han pasado más de 5 décadas desde que un grupo de pioneros visionarios empezó una aventura audaz, con un negocio desconocido, que hoy consolida a nuestro país como el segundo exportador de flores cortadas del mundo. Y si bien, su perseverancia y emprendimiento fueron fundamentales para el desarrollo del sector, la clave de su éxito no lo esconden y más bien lo comparten: los floricultores, antes que, como agricultores, siempre se han visto a sí mismos como empresarios que aman y viven por el campo.
En corto tiempo esa visión empresarial les permitió definir un objetivo tan claro como el de enfocarse, a diferencia de otros países, en múltiples especies de flores, adaptar tecnologías costosas de países desarrollados a las condiciones de Colombia y comprometerse, desde el principio, con la formalidad y las buenas prácticas ambientales, sociales y éticas.
La visión empresarial, entendida como ese norte que permite a las organizaciones saber qué desean lograr, hacia dónde se dirigen, dónde quieren estar en el futuro y qué deben hacer para conseguirlo, fue y es fundamental para nuestra floricultura.
Gracias a esa visión, los floricultores han respondido, históricamente, de manera asertiva a los requerimientos fitosanitarios de los diferentes países a los que exportan, logran en el tiempo encontrar soluciones efectivas a obstáculos cambiantes como los del transporte internacional y son cada vez más reconocidos en el mundo por su arduo trabajo en sostenibilidad.
Fue esa misma visión empresarial de los floricultores la que les permitió crear, en 1973, la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Asocolflores, una organización que desde entonces trabaja día a día para anticipar los cambios que permanentemente exigen los diferentes mercados, identificar sus desafíos para convertirlos en oportunidades y crear un nuevo futuro al sector, es decir para acompañarlos a desarrollar su visión del negocio, entre otras cosas.
Es esa dinámica empresarial adaptada a la agricultura la que además permitió a los floricultores consolidar entre ellos, con el acompañamiento de Asocolflores, una cultura de sana competencia para lograr mejorar las técnicas de producción, la calidad y la mezcla del producto, así como para encontrar los mejores canales de distribución. Eso hace que cada empresa realice un gran esfuerzo por mejorar, colabore con las demás y como consecuencia todo el sector avance y se fortalezca.
Gracias a la visión empresarial del sector, hoy en Colombia se encuentran tantas formas de cultivar y comercializar flores como floricultores existen. Sin embargo, cada una de ellas se sustenta sobre unos principios y valores empresariales definidos desde una visión conjunta que propende esencialmente por:
- Mejorar la eficiencia en el uso de los recursos para incrementar la productividad.
- Respetar el capital natural.
- Apoyar el desarrollo de las zonas rurales y trabajar para impulsar la equidad y el bienestar social.
- Construir una floricultura resiliente con capacidad de afrontar los retos económicos y climáticos que día a día se incrementan en el mundo.
- Buscar la sostenibilidad económica, social y medioambiental del sector y de las comunidades donde la floricultura está presente.
Así, este sector agrícola ha demostrado como el contar con una visión empresarial y competir sanamente es una de las mejores formas de crecer, consolidarse, asegurar el desarrollo rural y trabajar por alcanzar la sostenibilidad en sus tres dimensiones: económica, social y medioambiental.
Espero que a todos, pequeños, medianos y grandes productores del país, conocer estas dos claves del éxito de la floricultura de exportación, los anime a profundizar más en estos temas porque, con seguridad, aportarán en el desarrollo de sus actividades, y les brindará herramientas para mejorar su gestión y nos ayudará a juntos impulsar el desarrollo integral de la agricultura y del campo colombiano.