Paloma Valencia

Abogada y política colombiana. Senadora de la República de Colombia por el Partido Centro Democrático desde 2014.

Paloma Valencia

Fecode, basta ya

La educación pública en Colombia está secuestrada por un sindicato. Ocupamos los últimos puestos en la prueba PISA. La brecha de calidad se ve entre colegios del sector público y privado. Los estudiantes de colegios privados obtienen cerca de 30 puntos más en las pruebas Saber que en los colegios públicos. La proporción de estudiantes por docente es de 15 en privadas y de 18 en pública. Preocupa que de los 9,8 millones de estudiantes, solo 1,9 millones tenga acceso a la educación de calidad privada.

Se estima que los estudiantes pierden al año 71 días de clase por paros de los maestros. Durante año y medio más de 7 millones de niños no tuvieron educación presencial, y finalizando el 2021, el 22% de los niños no llegó al salón de clases. Paros injustificados, adoctrinamiento y mediocridad en la educación están creando generaciones con menos oportunidades.

Fuimos uno de los países con menos presencialidad en el mundo durante la pandemia. El gobierno nacional espera que al finalizar enero, el 85% de los estudiantes estén asistiendo en persona a clases.

La semana pasada el presidente de Fecode afirmó que no hay condiciones para volver a la presencialidad. Esto después de que el Ministerio de Educación invirtiera más de 1,2 billones de pesos en adecuación de los colegios y maestros para el regreso a clases. Todos han tenido acceso a las 3 vacunas. La excusa ahora del sindicato es que los niños no están vacunados. Para el 12 de enero, más de 3,2 millones de niños entre los 3 y 11 años ya estaban vacunados. El interés de este sindicato es personal y político, y no el de los estudiantes. Durante el paro del 2021 decían “esto es para llegar al poder en 2022”.

Y ni los niños ni sus padres pueden hacer nada. El Estado solo paga la educación pública y, por lo tanto, los padres de familia que más necesitan la educación como mecanismo de movilidad social, están presos en la educación pública: no tienen alternativa.

Por eso he insistido en la necesidad de los bonos educativos. Los padres eligen el colegio privado (de aquellos que han sido preseleccionados por el Estado), y el Estado les paga la matrícula. En Suecia estos bonos fueron efectivos. Desde 1992 se aumentaron en más de 15 veces el número de claustros educativos privados de alta calidad, y la cobertura llegó al 100% de la población. Los colegios privados compiten en servicios para los niños, para que los padres pongan sus hijos en ellos.

En Colombia los bonos educativos se han aplicado, pero en la educación superior. El programa “Ser Pilo Paga” logró financiar a más de 40 mil jóvenes donde el 79% de ellos eligió universidad privada. La última encuesta Invamer revela que el 79% de los colombianos considera que la calidad y el cubrimiento de la educación está empeorando. La Constitución es muy clara: los derechos de los niños son superiores a otros derechos. El derecho a la educación está por encima de los derechos sindicales.

Viene un último asunto que no es menor. Somos un Estado laico, por lo que la educación pública ya no está en manos de la iglesia. También somos un estado pluralista por lo que la educación no puede ser politizada. Un sindicato con candidatos a las corporaciones públicas está pisando un límite muy claro: ser profesor no da derecho a adoctrinar políticamente; menos cuando se tienen intereses directos. El maestro es un acompañante en el proceso de enseñanza, y no un dictador que impone ideas.

¡Basta ya FECODE, respeten a los niños y la libertad ideológica!

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Paloma Valencia
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