Hacía meses o hasta años que no participaba en una reunión familiar en la que se hablara de política como la del sábado pasado, vísperas de las elecciones parlamentarias a las que hábilmente se les añadieron unas tales consultas. Como no era de extrañar para los contertulios, comencé a elogiar al candidato del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga y, como no era de esperar, hacer algunas tímidas críticas a Álvaro Uribe lo que suscitó extrañeza hasta el punto de que uno de mis hermanos dedujo que yo terminé siendo más zuluaguista que uribista… lo que vino a confirmar cuando decidí apostar una chocolatina jet a favor de que Zuluaga llegaría a segunda vuelta. Los doce que estaban en la mesa apostaron en mi contra, no viendo ellos ninguna posibilidad de mi cacareada segunda vuelta y el correspondiente triunfo en la segunda.
Hasta la mañana de hoy lunes me creí feliz ganador de una docena de chocolatinas a pesar de los resultados, no muy positivos, del Centro Democrático pensando que por fin terminaba el circo de las consultas y se despejaba así el camino para iniciar la carrera triunfal a la presidencia.
Tremenda decepción me llevé cuando temprano Rodrigo París me contó que Zuluaga pensaba desistir de su aspiración presidencial. Rodrigo tenía la idea de convocar a un pequeño grupo de amigos de la candidatura de Zuluaga pàra visitar al candidato y darle los suficientes argumentos para que no cometiera ese acto tan fuera del sentido común, siguiendo el juego a quienes, aprovechando la aparición de la figura de Fico y el boom mediático por el que está pasando, vieron la oportunidad de deshacerse de un excelente candidato que, de lograrlo, habría realizado una extraordinaria gestión como presidente de Colombia. Extraña paradoja…
Luego de largas conversaciones de Rodrigo con sus amigos, estudiando quién podría conseguir que Zuluaga nos recibiera, se me ocurrió que lo más elemental era ir a timbrar en la casa de Óscar Iván Zuluaga y hablar con él. Le dije a Rodrigo que fuéramos y así lo hicimos. Efectivamente nos recibió. Por desgracia nos corroboró que dejaba el campo libre y apoyaría a Fico Gutierrez. Mi reclamo fue inmediato con el asunto de las chocolatinas comprometidas, Zuluaga me dijo que podía ayudarme con tres de ellas y Rodrigo con una, aunque esa fue una pálida restitución luego de tanto esfuerzo de mi parte apoyando una candidatura que veía esfumarse en el aire.
El argumento principal del, hasta hace pocos minutos, candidato, fue la falta de apoyo financiero. ¿Quién lo hubiera creído con la piñata de miles de millones que se entregan a los partidos políticos porque sí y a los candidatos con el cuento de la reposición de votos? Pero las cosas son así y se necesita un nivel de desvergüenza y descaro que Zuluaga no tiene para sacar el máximo provecho del estado.
Ni cinco contento he quedado con este asunto. No es sólo por las chocolatinas, no creo que la inflación las lleve a precios impagables todavía, sino principalmente por la pérdida de una ilusión, la de ver un país progresando y en paz manejado por una persona íntegra. Ya podrán mis amigos reírse en mi cara y mis enemigos estallar en burlas, de nada me valió ser un uribista de pura cepa como tampoco creer que Zuluaga sería el que tomaría la posta para asumir un liderazgo que tanto vamos a extrañar.