Están ofreciendo por las redes y con gran éxito, según los números, una lente lúcida como la que usaron los pintores y dibujantes durante siglos antes de la aparición de la fotografía, facilitándoles la función de alcanzar la copia fiel de la realidad que dominó desde el renacimiento hasta las vanguardias de comienzos del siglo XX. Cuando el pintor inglés David Hockney publicó su libro “El conocimiento secreto” en el que demostraba, a partir de sus propios experimentos, como las lentes habían sido fundamentales en la construcción de un tipo de arte que maravilló -y maravilla aún como lo percibo en las entusiastas expresiones de amigos cuando comparten pinturas de dudoso gusto pero de gran realismo- tanto a ricos como a pobres, democratizando el gusto como bien lo exigían las revoluciones burguesas. De igual manera, hay quienes ofrecen, por las redes y muy para la ocasión, una ilusión fácil de digerir y sin mucho costo, se trata de una oposición que “light”, muy de acuerdo con los tiempos y con los imperativos de no parecerse en nada a la populachera Primera línea, ni a Francia ni mucho menos a Bolívar y salir juiciosamente a marchar de camiseta blanca, pantalón a la moda y chupa de boda, con lo que pondremos a tambalear, cuidado con tumbarlo, al usurpador que funge como aprendiz de dictador.
Lo cierto es que la ilusión nos sigue fascinando ya sea con los juegos de sombras en la pared, las fantasmagorías y las historias de apariciones. Es un retorno a una imaginación infantil rica en vivencias mentales que sustituyen un mundo difícil de entender para la mente de un niño. Queremos conservar algo de esa inocencia perdida la que, a pesar de tantas desilusiones, nos regala siempre una nueva ilusión con la que podremos dibujar el mundo como nos lo permite la cámara lúcida. Cualquiera que admiraba el genio de los pintores del pasado por saber reproducir rostros, paisajes o cosas, puede hoy convertirse en uno de ellos y fascinarse con lo que le permite ver ese sencillo aparato compuesto por lentes para luego extasiarse con sus creaciones y hasta asombrar a sus amigos por su metamorfosis en artista. Con la oferta de marchas nos quieren graduar de revolucionarios sin tener que degradarnos; por el contrario, se nos garantiza que seremos aplaudidos por lo limpias que quedarán las calles sin dejar ningún rastro de protesta, lo que termina siendo una victoria para el régimen.
En la serie The Crown hay una escena de sutil erotismo protagonizada por la princesa Margarita y un fotógrafo, en la que podemos ver cómo aparecía la imagen en el papel por la magia de los lentes unidos a la química. El resultado es una insinuación del desnudo de la princesa, tan solo una ilusión para el deleite de la imaginación. Las ventajas indiscutibles de un celular con cámara incorporada, brindando una inmediatez en el resultado imposible de soñar pocas décadas atrás, no compensan la ausencia glamurosa del cuarto oscuro. Ahora, podemos quejarnos de la tiranía en cortos mensajes por Tick-Tock, Instagram, Facebook, Whatsapp y otros sin ensuciarnos las manos. De qué sirve imprimir volantes, escribir sobre pancartas o pintar paredes que solo generan mugre en este mundo de la calentología y la agenda 2030, en el que tenemos la obligación heróica de proteger el planeta por encima de cualquier otra consideración, siendo que una oposición light se siente empoderada con tan solo unos “likes”.
Esos que están en el poder con el visto bueno tanto de Biden y Blinken como de Maduro, Boric y otros de su calaña no se contentan con nada, tienen que ver en genuflexiones a Uribe, Lafaurie y a cuantos pretenden liderar la oposición con el fin de que cada uno de nosotros termine arrodillado ante el tirano. Ya tienen el libreto escrito y se está ejecutando con precisión matemática.
Dice el refrán: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Es inútil lograr los objetivos anhelados haciendo las mismas cosas que en el pasado no funcionaron. Los que tantas veces marchamos, protestando contra Santos por la entrega del país a las FARC, nos golpeamos con la cruel realidad de ver inútiles nuestros esfuerzos.
En un mundo globalizado se ven grietas por todos lados que pueden llevar al quiebre de cualquier sistema y especialmente de aquellos que tienen a la política como arma fundamental. Hacía ellas, para profundizarlas quebrando el sistema, es que debemos encaminar nuestros esfuerzos.