El reciente proyecto de ley presentado por el senador Alejandro Chacón, que busca prohibir que las clases en Colombia comiencen antes de las 7:00 a.m., ha generado un debate que, aunque válido, no aborda la raíz del problema que afecta a nuestro sistema educativo: la calidad. Mientras nos enfocamos en el horario de inicio, estamos desatendiendo una crisis estructural mucho más profunda que afecta la educación en nuestro país.
Es innegable que la privación del sueño y los problemas conductuales asociados con un horario temprano de inicio pueden impactar el rendimiento de los estudiantes. Sin embargo, centrar el debate en la hora de entrada a la escuela es una solución parcial que ignora los verdaderos problemas. La calidad educativa, la preparación de los docentes y la infraestructura escolar son cuestiones mucho más relevantes que deben ser abordadas con urgencia.
Primero, la propuesta de cambiar el horario de inicio de clases a las 7:00 a.m. podría tener consecuencias no deseadas. En las zonas rurales, por ejemplo, donde los estudiantes enfrentan largas distancias y problemas de transporte, iniciar más tarde puede significar perder valiosas horas de luz natural, cruciales para maximizar el tiempo de estudio. La imposición de un horario uniforme para todo el país no toma en cuenta estas realidades diversas y podría perjudicar más a los estudiantes en áreas con menos recursos.
En segundo lugar, la sugerencia de reducir el tiempo de clase de 60 a 45 minutos, como parte de la propuesta, podría tener efectos negativos significativos. La evidencia de países con sistemas educativos exitosos, como Singapur, muestra que el éxito no se basa en la reducción del tiempo de clase, sino en la profundidad del aprendizaje y en la calidad del contenido. Los estudiantes en Singapur reciben una educación rigurosa que se enfoca en la comprensión profunda de los temas, un enfoque que esta propuesta parece pasar por alto.
Además, la formación y remuneración de nuestros docentes es una cuestión crítica que no está siendo abordada por el proyecto de ley. En Finlandia, que lidera los rankings internacionales de educación, la calidad del sistema educativo se atribuye en gran medida a la excelencia en la formación y el apoyo a los docentes. Los maestros en Finlandia reciben una formación rigurosa y continua, así como un salario competitivo, lo que contribuye significativamente a la calidad de la educación. En contraste, en Colombia, muchos docentes enfrentan desafíos significativos relacionados con la falta de formación continua y una remuneración insuficiente, factores que impactan directamente la calidad del aprendizaje.
Pero no pensemos solo en el docente, la infraestructura educativa también juega un papel crucial. Muchas escuelas en Colombia carecen de las condiciones básicas para ofrecer una educación de calidad, como acceso a materiales adecuados, tecnología y espacios adecuados para el aprendizaje. En lugar de girar torno al horario de inicio, deberíamos invertir en mejorar estas infraestructuras y garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a un entorno de aprendizaje adecuado.
En un contexto más amplio, es relevante considerar cómo otros países enfrentan estos desafíos. Por ejemplo, en Paraguay, a pesar de que las clases se extienden de 8:00 am a 4:00 pm y las actividades extraescolares hasta las 5:15, el rendimiento académico sigue siendo deficiente. De hecho, Paraguay, junto con República Dominicana y El Salvador, ha sido identificado por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial como países con una "crisis de aprendizaje" en América Latina. Este dato subraya que el problema no está en el horario de entrada, sino en la calidad del contenido y la efectividad de la enseñanza que los estudiantes reciben. Los esfuerzos deben enfocarse en lo que realmente impacta el aprendizaje, no en el reloj.
Finalmente, debemos reconsiderar los objetivos del sistema educativo colombiano. En lugar de hacer ajustes superficiales como cambiar el horario de inicio, necesitamos una reforma educativa integral que contemple la actualización de los planes de estudio, la formación continua de los docentes y una inversión sustancial en recursos educativos. Las reformas deben estar orientadas a preparar a nuestros estudiantes para los desafíos del siglo XXI, equipándolos con habilidades críticas y conocimientos relevantes.
El proyecto de ley propuesto, aunque bien intencionado, desvía nuestra atención de los problemas profundos que afectan a la educación en Colombia. La verdadera discusión debe ser llevada a cómo mejorar la calidad educativa en su totalidad, no a la hora de inicio de las clases. Es hora de que enfoquemos nuestros esfuerzos en asegurar una educación de excelencia que prepare a nuestros estudiantes para enfrentar los desafíos futuros con éxito.
Además, empecemos a pensar la educación en los pelados y no en el papel. Bonita semana.