La histórica disputa fronteriza entre Venezuela y Guyana tiene repercusiones geopolíticas particularmente en Suramérica y diplomáticas en todo el hemisferio. Las primeras porque afecta la seguridad de Brasil y Surinam al igual que la cartografía marítima sobre el Caribe, y las segundas porque ambos países han hecho parte de organizaciones internacionales americanas donde se ventilan todo tipo de crisis. Sin embargo, en esta entrega, solo me ocuparé de la manera en que Brasil ha reaccionado frente a la tensión diplomática.
Si bien la controversia se conoció en las cancillerías del continente, desde el siglo XIX, como un típico caso de reivindicación territorial de un país latinoamericano frente a una agresión imperial en la que el derecho panamericano le daba argumentos y solidaridad continental a Venezuela, hoy las cosas han cambiado mucho.
Así lo confirma uno de los más recientes episodios (South America: Drilling divides an oil-rich continent) del programa Transforming Business trasmitido por la DW News, el cual ofrece un cuadro geoeconómico que explica, en parte, el apetito voraz del régimen venezolano por anexar el Esequibo. En este sentido, el presidente Irfaan Ali ya había hablado con John Hendren para el programa Talk to AlJazeera, el año pasado, acerca de los nuevos descubrimientos petroleros y sus implicaciones estratégicas. Y en esta misma cadena, en 2015 Femi Oke había presentado un especial para The Stream titulado “Guyana and Venezuela at odds over the Essequibo”. Es decir, el tema ya venía ocupando un lugar en la agenda tanto de varios gobiernos como en la opinión pública internacional.
Para la seguridad hemisférica, el tema se vuelve preocupante por las recientes maniobras jurídico-políticas de ambas partes que, de un lado, se traducen en presentar un nuevo mapa para la ciudadanía venezolana acompañado de un discurso temerario de Nicolás Maduro contra la soberanía de los guyaneses y, de otro lado, en apelar al multilateralismo (OEA, CARICOM, La Mancomunidad de Naciones) a la justicia internacional-CIJ y a la cooperación de defensa internacional con Estados Unidos y Brasil (léase bien: ¡ Brasil !) para defender sus intereses vitales tal como lo ha dicho el mismo presidente Irfaan Ali en entrevista para CNN.
En efecto, una vez Maduro anunció un plebiscito para tales efectos, celebrado el pasado domingo 3 de diciembre, con el objetivo de consultar a los venezolanos si la región de la Guyana Esequiba debía ser anexada; de inmediato, todas las alarmas se encendieron en Planalto y Lula da Silva convocó a una reunión de urgencia para que los hombres fuertes de Itamaraty (Celso Amorin y Mauro Viera), el Ministro de Defensa, José Mucio, y la cúpula militar discutieran la situación.
Precisamente, la prensa brasileña informaba la semana pasada que Amorin ya había hablado con Maduro sobre el particular lo que no valió que en Brasilia subestimaran la situación y decidieran enviar tropas y armamento a Roraima para reforzar la seguridad fronteriza. La movilización militar proviene de todos los puntos de la geografía brasileña y se viene ejecutando desde los últimos días con extrema rapidez. El estado de alerta es total. Lo que prueba que mientras Itamaraty mantiene contacto cercano y frecuente con Caracas y Georgetown, las tropas brasileras se van concentrando en Boa Vista. Claramente, los hombres de Lula hacen lo correcto.
Ahora, a 214 kilómetros del punto de concentración militar, está Pacaraima donde se vive una difícil situación humanitaria por cuenta del flujo migratorio de venezolanos que cruzan la frontera buscando un mejor futuro al interior del país del “Ordem e Progresso”. Hecho que las autoridades de Planalto tienen muy presente a la hora de monitorear la frontera.
Y si bien Brasil aparentará posar como un jugador neutral en medio de la crisis, Lula no dejará de ejercer el liderazgo que tiene en Suramérica y en la izquierda latinoamericana. De suerte que ha presionado a Maduro para desescalar la tensión y evitar, sobretodo, la presencia de fuerzas militares que, por historia, podrían estar de vuelta en la región. Es claro que a Brasil no le interesa una crisis militar en el flanco de su frontera amazónica, por eso tiene hasta el 31 de diciembre a Ecuador como un aliado para disuadir a Venezuela en la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU.
Lamentablemente, tan poca fe tiene Lula da Silva en Nicolás Maduro que el comandante del Ejército, general Tomás Ribeiro Paiva, ha ordenado la activación del 18º Regimiento de Caballería Mecanizado, con puesto de mando en Boa Vista, bajo la jurisdicción de la 1ª Brigada de Infantería de Selva. Se espera que el nuevo regimiento triplique el número de efectivos.