Edubar Arango

Director del Periódico La Gaceta y de la Agencia Imperio Publicidad y Comunicaciones.
Experto en Marketing, imagen Política y corporativa y Relacionista Público.

El atraso del Chocó es un negocio

El Chocó, ese paraíso terrenal ubicado al Oeste del país y que hace parte de la región Pacífica. Es el único departamento de Colombia con costas en los océanos Pacífico y Atlántico y con una riqueza biótica que envidiaría cualquier país de Europa, posee un sinnúmero de problemáticas que van desde necesidades básicas insatisfechas, pasando por alteraciones de orden público y desplazamientos por grupos al margen de la ley, hasta una enquistada corrupción, causada paradójicamente por sus propios hijos.

Los chocoanos insisten que es el gobierno nacional el principal causante de su desgracia, hablan de abandono estatal, de una de una deuda histórica, de una desidia sistemática, pero somos los mismos chocoanos los arquitectos de nuestro destino.

Hace un año, el 2 de febrero de 2022, el Departamento de Prosperidad Social DPS, publicó que había invertido $101.762 millones en el Chocó, durante el gobierno de Iván Duque, para promover la inclusión social y productiva de la población pobre y vulnerable. Así lo reveló en su momento, Susana Correa Borrero, directora de la entidad de la época, El balance corresponde a operaciones finalizadas y en ejecución.

De acuerdo con las cifras del DANE, en 2021 hubo 19.621.330 personas en situación de pobreza monetaria, es decir, el 39,3 % de los colombianos. Si se tiene en cuenta que en 2020 había 21.021.564 (el 42,5 de las personas), la autoridad estadística concluyó que 1.400.234 personas (3,2 % de la población) pudieron salir de la pobreza monetaria.

Las ciudades con más porcentaje de población que vive en pobreza monetaria son Quibdó, capital del departamento del Chocó (64,8 %) y Riohacha (56,6 %), mientras que aquellas con menos incidencia de este problema fueron el área metropolitana de Medellín (27,6 %) y el área metropolitana de Cali (29,3 %).

El 20 de julio de 2022 en entrevista con la periodista María Elvira Arango, el ex Presidente Iván Duque, dijo que el departamento del Chocó era el más problemático del país, porque se invierte, y se invierte y no se ve.

El 8 de mayo de 2012, 10 años antes, el diputado Rodrigo Mesa en plena asamblea de Antioquia dijo que “Meterle plata al Chocó era como echarle perfume a un bollo” causando una enorme polémica. Pero ¿Quién, con 5 dedos de frente, analizando concienzudamente esta frase, hoy en día puede refutar semejante perla?

Entre los beneficiarios de los programas de inclusión, hay hogares víctima de desplazamiento, que han sido retornados o reubicados, comunidades indígenas y afrocolombianos habitantes de territorios colectivos. También población rural, población de especial protección constitucional y beneficiarios de fallos judiciales.

Sin ser apasionado ni militante de partido alguno, se, por el ejercicio del periodismo que las cifras de Duque, siguen siendo cuestionadas, pero, no obstante, me invade una pregunta: ¿Dónde están esos recursos que supuestamente se giraron al departamento del Chocó? Esa más bien sería el interrogante que nos debería preocupar.

Tengo una teoría que le he compartido a varios interlocutores, y que se ha convertido en tema recurrente en mis reuniones con amigos y aprovecho para compartirla con ustedes mis lectores y es que así, como existe un negocio detrás de la guerra y de las drogas, existe uno muy poderoso detrás de la pobreza.

Las necesidades materiales, la ignorancia, la autocompasión y la esperanza de acceder alguna vez a un mejor nivel de vida constituyen los pilares sobre los cuales se asienta la explotación de los pobres como elementos para obtener recursos económicos del Estado. En este sentido, la pobreza es un negocio porque si esos pobres no existieran, no habría aportes públicos para la élite de dirigentes que supuestamente canalizan la ayuda a los más necesitados.

Claro que la generalización es injusta; hay personas muy meritorias y dignas de destacar por la gran labor que realizan en favor de los niños de la calle, de los menores hambrientos, de los indigentes desamparados, de las niñas embarazadas, de las mujeres maltratadas, de los abuelos abandonados, etc. Quienes realizan estas tareas solidarias merecen apoyo y respeto. El repudio va hacia quienes se aprovechan de las necesidades de la gente pobre para obtener réditos políticos y económicos.

La explotación de la pobreza se ve por todos lados, mucho más en estos países tercermundistas donde la gente nace, crece y muere pobre, a causa de las nulas oportunidades y las enormes brechas de desigualdad.

Contratar pobres para llenar reuniones y manifestaciones políticas se hace cada día más frecuente y los publicistas y expertos en marketing lo sabemos, son baratos y efectivos. Queda muy bien el performance, con un salón lleno de pobres, gritando hasta la disfonía por x o y candidato.

¿Pero que es la pobreza? Según algunos economistas una persona es considerada pobre, si él o ella no tiene acceso (o no posee la capacidad para acceder) a un paquete de bienes, servicios y derechos establecidos normativamente. Wikipedia simple y llanamente la define como “una situación en la cual no es posible satisfacer las necesidades físicas y psicológicas básicas de una persona, por falta de recursos como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria, el agua potable o la electricidad”. ¿Ahora si van aterrizando? ¿Les va sonando más conocido el tema?

La explotación de la pobreza del Chocó no es de ahora, la hemos vivido por muchos años. ONGs de todos los colores y sabores, fundaciones con y sin ánimo de lucro, Agencias de Cooperación Internacional, y hasta el propio gobierno, han ido y venido de aquí con millones de fotografías, de madres cabeza de familia, niños desamparados, jóvenes pandilleros y hasta miembros de la comunidad Lgbtiq+, que luego sirven para certificar permanencia en los territorios, justificar gastos de refrigerios para cuanta “Mesa Técnica” se les ocurra, pero de soluciones NADA.

Estoy convencido que el atraso del Chocó es un negocio, esta cantera de problemas, este costal de necesidades básicas insatisfechas, de chicharrones y líos de toda índole, resulta atractivo para cuanto benevolentes y solidarios quieran aparecerse por acá, luego de una tragedia ambiental, un incendio, en época navideña con regalos para los niños o en cualquier fecha del año con las más benéficas intenciones y los más altruistas propósitos.

Traficar con la pobreza, es un negocio lucrativo, pero traficar con la pobreza de los negros del Chocó es sumamente fructífero y rentable. El espectro es gigantesco y estos personajes lo saben muy bien.

Y así, como lo expresó el presidente Petro, el 6 de septiembre de 2019, en su cuenta oficial de Twitter “El Chocó no necesita educación pobre para superar la pobreza, necesita educación de alta calidad superior y gratuita. La universidad pública gratuita, presencial y de calidad para el desarrollo de la bioeconomía productiva en un Chocó con poder negro”, frase que estoy totalmente de acuerdo y expectante a que se cumpla, porque los chocoanos ya no aguanta un día más, que se siga explotando su condición de pobreza porque el atraso del Chocó es un lucrativo negocio.

ADENDA:

Se están normalizando los escándalos en el Chocó, hace unos días mojábamos prensa porque el honorable recinto de la asamblea de este departamento se había convertido en un ring de boxeo por cuenta del Contralor, su escolta y un diputado, quienes se enfrentaron a puño limpio y hoy, somos la comidilla nacional por el tema del Proyecto Madera y el Centro Tecnológico de la Madera (porque son dos temas muy diferentes) que tienen en líos judiciales a un ex rector, a su coordinador y a toda la oficina financiera del máximo claustro académico de los chocoanos.

Por su bien, por el bien del proyecto, por la imagen de la Universidad Tecnológica del Choco, nuestra Alma Mater y obviamente por todos los chocoanos, rogamos que esto sea otra “confusión” de esas que nos tienen ya acostumbrados los organismos de control.

Te lo pedimos señor, ¡Amén!

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